Hacienda ya no somos todos

La ministra de Hacienda en funciones, María Jesús Montero. Jesús Hellín E.P.

Leo con preocupación que Hacienda ha iniciado una caza de brujas con las fiestas de los pueblos, las bodas y los colegios concertados. Que conste que soy partidario de pagar impuestos. Los justos, eso sí. Sin pasarse.

Las empresas han de pagar sus impuestos, sobre todo las grandes. Parece que las grandes tecnológicas, facturando en Irlanda, se saltan esto a la torera. Porque ver a Google pagando un Impuesto de Sociedades de 6 millones, como si fuera una mediana constructora, es de risa... Algunos estudios dicen que factura en España unos 1.000 millones, pero a través de terceros países o paraísos fiscales.

Cualquier empresa debe pagar impuestos, también los salones de bodas. Pero, señores, montar un chiringuito en la fiesta del pueblo no es una empresa. Lo suelen hacer los jóvenes para pagarse las copas y la gasolina de la moto.

Y lo de los colegios concertados, que no pueden cobrar escolaridad porque los salarios de los profesores los paga la autonomía de turno, pues es también para ponerse a pensar. Porque muchos de los donativos que pagan los padres son para pagar la luz, el agua o el gas.

El fondo de la cuestión está, digámoslo claramente, en la voracidad recaudatoria de Hacienda, impuesta desde los tiempos de Cristóbal Montoro, ese ministro del PP que se consideraba socialdemócrata de toda la vida. (Sic.)

El que Hacienda suelte los perros contra el humilde ciudadano, el pequeño contribuyente, es síntoma de que a los grandes no se les puede hincar el diente. Y esa Hacienda de la que todos nos debemos sentir responsables, como bien nos hizo creer Carlos Solchaga, no puede ser una caza y captura al ciudadano de a pie, que disfruta de las fiestas de los pueblos, sobre todo en agosto...