Mercaderes en el templo sagrado de todos

Ya que algunos se creen superiores simplemente por afiliarse a un Partido e ir “a dedo” en sus listas electorales, podrían por decencia, no política, sino personal, exigir que cualquier medida o promesa “mitinera” fuera acompañada con un minucioso detalle entendible por todo tipo de “cla”.

Esa actitud personal y de equipo sería mucho más aplaudible que los discursos banales, teledirigidos, desde los despachos controladores del proceso electoral.

Simplemente con exponer el cuadro de remuneraciones y todos sus conceptos de todos y cada uno de los políticos, bastaría para que el “analfabeto votante”, por ley natural, comenzara a comprender lo que es una resta, lo que es un abuso, lo que son las diferencias sociales primarias.

La siguiente simpleza sería la guerra abierta sin fisuras a la economía sumergida... Economía que daría para soportar todo el coste en materias de ayudas sociales. Simpleza, ésta, que sólo exige trabajo, sin descanso, de inspección tributaria y laboral.

Por último, y ya no es una simpleza, se deberían utilizar los decretos leyes sumarísimos para perseguir la corrupción, modificando nuestras Leyes: La corrupción, en su más amplio sentido, es decir los figurantes y los beneficiarios, deberá operarse con medidas drásticas: cárcel y aislamiento mientras no aparezca el dinero defraudo y posteriormente la pena que imponga el Tribunal correspondiente.

Queda la modificación del Código Ético para los políticos, jugadores habituales en el templo sagrado de la democracia: concreción de sus responsabilidades y penas por el incumplimiento de sus promesas o por el abuso de las mismas.

Todo lo demás es mercadear, porque siempre algo queda.