Claridad de ideas del primer senador de Vox

El presidente de VOX, Santiago Abascal, participa en un acto del partido en Toledo. Efe

Como afiliado a Vox, empezaba a ponerme un poco nervioso la machacona insistencia con que los medios, en especial los conservadores, porfían en la idea de que estamos abocados a entendernos con el PP porque ambos partidos "vienen a ser lo mismo"; y peor aún, la de que Ciudadanos, Partido Popular y Vox conforman el "bloque de derechas" del espectro político español.

Nada más lejos; pero desde hace tiempo, no hay tertulia o editorial en las que, para mi impaciencia, algún veterano analista no elabore tal o cual argumento sobre el endeble andamiaje de dichos presupuestos, tan sobreentendidos por el periodismo como desmentidos por la realidad, y a cuya propagación y generalización, por cierto, contribuye no poco la izquierda con su lacerante e ingeniosa dialéctica -hay que admitirlo-, como la ocurrencia ésa de "los trillizos reaccionarios" cortesía de Ireno Montera.

Y digo que empezaba a ponerme nervioso porque temía que los dirigentes de Vox, a fuerza de escuchar a todas horas los mismos mantras, llegaran a asumirlos como ciertos y acabaran convirtiéndose al progresismo; o más peligroso aún: que fuese la propia militancia y los potenciales votantes quienes llegaran a creerse que somos lo mismo que el PP y decidieran, en consecuencia, que total, para el caso, mejor será votar al partido grande que no al pequeño, por aquella insidiosa falacia del voto útil.

Por suerte, ha venido a aquietar mis desvelos la reciente entrevista que en Es Radio le han hecho a Francisco José Alcaraz, senador de Vox por Andalucía, y en la que, pese al acoso de los entrevistadores subrayando presuntas afinidades, ha explicado con diáfana claridad que, más bien, nos separan del PP sustanciales -y casi insalvables- diferencias, mucho mayores que las existentes entre Pablo Casado y Albert Rivera; y que, a su vez, la formación naranja más se asemeja al socialismo que no a la verdadera y única derecha (esto de "verdadera y única" es mío, no del señor Alcaraz).

Escucharlo, pues, me ha tranquilizado bastante, ya que confirmó ce por be la idea y esperanzas que tengo en mi partido y me transmitió la sensación de que estoy en buenas manos: las de gente con criterio, sentido común, honestidad personal y, sobre todo, una claridad de ideas inusitada en la política española.

En efecto, Vox poco tiene que ver con el PP, y he encontrado acertadísimo que el nuevo senador desmintiera unas coincidencias tan extendidas como equivocadas, y cuyo origen y difusión, me temo, no son ni casuales ni inocentes: nadie como al señor Casado puede interesar tanto -queda ya dicho por qué- el sembrar y esparcir, entre el electorado conservador, la creencia de que uno y otro partidos son lo mismo, cuando lo cierto es que la distancia entre ambos es grande y nítida: el Popular es un partido progre que, entre otras cosas, ha financiado el separatismo y blanqueado el terrorismo, incorpora todas las consisgnas del marxismo cultural (la inmigración, la ideología de género, el adoctrinamiento escolar, la homofilia, el ateísmo, la Revancha Histórica, la discriminación del varón, etc), se avergüenza y abjura de su legítima herencia "bando nacional" y, pese a los brillantes pero poco creíbles discursos de su líder actual, continúa de hecho alimentando el separatismo, promoviendo la discriminación del castellano y perpetrando otros desafueros varios, amén de abrazar la aberrante España de las autonomías. Nada de esto va con Vox.

Y en cuanto a la formación naranja, no exagero si opino que tal vez no haya en el arco parlamentario otro partido que esté más en nuestras antípodas ideológicas -salvo el PSOE-, pues Vox aspira a combatir todo aquello que Ciudadanos persigue: la corrección política, el globalismo, el pensamiento único, el hembrismo rampante, el aborto libre, la cultura Facebook, el europeísmo bobalicón...

En realidad, Rivera ni siquiera es un patriota, y si se opone al separatismo no es porque crea en España, sino porque el proyecto de federación europea al que sirve sin disimulos así lo requiere. Pero siendo Vox la única fuerza política seria que puede obstaculizar el desleimiento de nuestra nación en la aldea global que proyectan la Comisión Trilateral y Bilderberg, cuyo es un peón, no debe extrañar que le demos alergia.

Aparte, hay una última y poderosa razón para ese rechazo tan rotundo, que tanta perplejidad parece generar entre los analistas y al cual yo, en cambio, no le encuentro misterio alguno, pues la estrategia y el objetivo del dizque ajedrecista me parecen claros, y creo que él no los oculta: previendo el derrumbe -o incluso la desaparición- a medio o largo plazo del partido de Pedro Sánchez, Rivera aspira a ocupar el espacio que dejará. Por eso tiene que escenificar su respulsa hacia Vox y hacerle tantos guiños a la izquierda como sea posible: para ir enviando a los electores huérfanos su mensaje de socialismo y progrez.