La pagocracia

Un hombre, un voto. Al final, sobre este dogma descansa todo nuestro sistema económico. ¿Tiene esto sentido? ¿Es justo que sea así?

La mayoría de los que lean este artículo saldrán en tromba a contestar que sí. Hablarán de democracia, de igualdad y de redistribución de la riqueza. Pero si analizamos el tema, tratando de ser objetivos, y olvidando los dogmas indiscutibles que nos han inculcado, entonces el asunto ya no es tan claro.

En cualquier organización económica, el que más aporta a la organización, es el que tiene más derecho a participar en la toma de decisiones. Por ejemplo, a los accionistas de una empresa no se les ocurre someter a votación sus decisiones con los empleados, o es impensable que los accionistas mayoritarios hagan lo que dicen los minoritarios. Si tienes más acciones, si aportas más dinero al sistema, lógicamente, tienes más derechos de voto.

Pues hay unanimidad en que la vertiente principal de cualquier país, y lo que más preocupa a sus ciudadanos, es su organización económica. La diferencia es que, en un país, el voto de los que más pagan vale lo mismo que el de los que no pagan nada, e incluso lo mismo que el de asesinos, violadores, terroristas o el de los que quieren destruir el país.

Al margen de consideraciones morales, desde un punto de vista estrictamente económico, haciendo números, vemos que en España si ganas 120.000 euros pagas 54.000 euros de IRPF, y si ganas 20.000 euros pagas 4.800 euros. En cualquier organización económica, en el primer caso tendrías derecho a 11 votos, por 1 voto en el segundo caso. Pero en democracia todos los votos valen lo mismo, independientemente de la riqueza que aportes al conjunto.

¿Y desde el punto de vista de la justicia? ¿Es esto justo?. Habitualmente un directivo de una empresa que gane 120.000 euros ha tenido que estudiar carreras, másters e idiomas y muy probablemente nunca sale a su hora, se lleva trabajo a casa, viaja muchísimo, le suena el móvil hasta cagando y no duerme bien por el estrés y las preocupaciones. En cambio, el que gana 20.000 euros suele no haber estudiado, sale a su hora y desconecta incluso antes de salir del trabajo. No, no es justo, y además fomenta que el directivo, abrumado por los problemas, lógicamente piense en que no le merece la pena tanto esfuerzo, si su única recompensa es tener una casa y un coche un poco mejores que el que vive tan tranquilito. El demoledor mensaje a la sociedad es que el mérito, el talento, el esfuerzo y la dedicación no compensan.

¿Y desde el punto de vista político? Al establecer un sistema, con este evidente desequilibrio, en el que los políticos deben recabar el voto de todos por igual, por definición el sistema es ineficiente.

Es imposible que la política tienda a maximizar la expansión económica, porque las decisiones tomadas por la masa de menos productivos, lógicamente fomentan la improductividad. Mientras tanto, a los productivos se les extrae, entre gravámenes directos e indirectos, al menos el 70% de su producción para ser invertida en toda suerte de "políticas sociales" e inversiones innecesarias, absolutamente improductivas y dañinas para el desarrollo económico del país, pero muy rentables para que los políticos capten el voto de las masas.

Con esto no abogo por la supresión de las políticas sociales y de las inversiones improductivas en su totalidad, pero si parece evidente que los que producen los recursos deben ser los que tengan más peso en la toma de decisiones, mientras los que viven del sistema sin producir nada, o prácticamente nada, deberían estar a lo que se les diga, dando las gracias por disfrutar de muchísimos más recursos de los que producen. Es la Pagocracia. Con ella la sociedad sería más próspera y más justa.