El Parlamento de las SICAV

Mujer depositando su voto en las pasadas elecciones de diciembre. Denis Doyle Getty Images

Por Ángel Alonso Pachón

Mirando por el retrovisor, cada día que pasa, va confirmándose que plítica, partidos, agrupaciones, mareas... son sinónimos de SICAV o sociedades de inversión de capital variable; o lo que es lo mismo, “formas de inversión colectiva con una única finalidad: la adquisición, tenencia, disfrute, control general y mercantilismo de valores y activos financieros por interés gremial”.

El país, la comunidad autónoma, la provincia, la comarca, el ciudadano… forman el tablero donde maniobrar, bajo la lupa controlada por dichas SICAV, con el sobrenombre hipócrita de ONG “de interés gremial colectivo”.

Estamos viendo como todos ellos ciudadanos SICAV están retorciendo el auténtico sentido de dos palabras: partido y voto.

Los electores ya no dan su voto, en democracia, al programa ideológico de un prtido… no… entregan su voto a coaliciones formadas por intereses de grupos dominantes que mercantilizan utilitariamente las papeletas de unos ciudadanos cada vez más ignorantes del destino de su elección.

Por eso se puede decir que el panorama político español es lo más parecido al mundo societario de las SICAV: “agruparse para protegerse y beneficiarse colectivamente”.

Como consecuencia directa de esta situación aparece la figura más peligrosa de una democracia: la abstención, que en muchos casos se convertirá en el arma suicida del votante acorralado.

Mientras no cambie el sistema y cada partido sea un único sujeto de elección, el país caminará por la senda populista y engañosa de las “comunas”, de las “tribus”, de los “apartheid interesados” y de la decadencia moral como personas y como nación.