
El bar tradicional de Zaragoza que ha conquistado a Elena Rivera.
El bar tradicional de Zaragoza que ha conquistado a Elena Rivera con su bocadillo de calamares: "Es una pasada"
Se trata de un exquisito bocadillo con calamares fritos, crujientes por fuera y tiernos por dentro, servidos en un pan clásico, de corteza crujiente y miga esponjosa, y con una salsa brava especial.
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Aunque el bocadillo de calamares suele asociarse con Madrid, lo cierto es que Zaragoza también se ha ganado un lugar destacado en el mapa de los amantes de este clásico. En la capital aragonesa, hay una sorprendente cantidad de bares y restaurantes donde disfrutar de un buen bocata de calamares, preparado con mimo y con el inconfundible toque local.
El bocadillo de calamares es sencillo pero sabroso: pan crujiente, calamares rebozados y fritos al punto, y a veces un chorrito de limón o un poco de alioli. En Zaragoza, este bocado se reinventa en muchos locales, donde le dan su toque propio: pan de cristal, rebozados más ligeros, tinta de calamar, cebolla caramelizada o incluso toques picantes.
Lo primero es su sencillez bien ejecutada: calamares fritos, crujientes por fuera y tiernos por dentro, servidos en un pan clásico, de corteza crujiente y miga esponjosa. Pero el toque que marca la diferencia, y que crea auténtica adicción, es su salsa brava especial, una receta secreta que combina el punto justo de picante con un sabor intenso y cremoso, que se ha convertido en su seña de identidad.
No se trata de un bocadillo enorme ni recargado: es directo, sabroso y contundente, como esos clásicos que no necesitan florituras porque ya son perfectos como están.
Ubicado en la calle Cinco de Marzo, una de las más transitadas del centro de Zaragoza, El Calamar Bravo abrió en 1967 y desde entonces no ha parado de servir bocadillos sin descanso. El local es sencillo y funcional, casi siempre con colas en la puerta, sobre todo en fin de semana o a la hora del vermú. Pero el ritmo es rápido: los bocatas salen a buen ritmo y el servicio es ágil y amable.
Muchos zaragozanos tienen recuerdos ligados a estos bocadillos: el primero que probaron con amigos, esa parada obligada después de una noche de fiesta, o la visita con familiares que venían de fuera. Y es que su sabor no solo se disfruta, sino que se recuerda. No es raro oír frases como: “No puedes venir a Zaragoza y no comerte uno”.
En definitiva, el bocadillo de calamares de El Calamar Bravo es mucho más que un bocado rápido: es parte del alma gastronómica de Zaragoza. Un ejemplo perfecto de cómo algo tan sencillo puede convertirse en un auténtico símbolo de ciudad. Si estás por allí, no lo dudes: haz la cola, pide uno (o dos), y déjate sorprender.