Verónica Crespo, doctora en Comunicación

Verónica Crespo, doctora en Comunicación E.E.

Opinión

La generación Z rompe el guion

Verónica Crespo, doctora en Comunicación
Zaragoza
Publicada
Actualizada

La juventud española era progresista, abierta y liberal. Era. Los datos más recientes apuntan a un cambio profundo en el mapa ideológico. CIS de abril de 2025: el apoyo juvenil a VOX se sitúa en el 17,3% y en todos los tramos de edad por debajo de los 44 años el partido de Abascal supera al PP. Más encuestas respaldan esta conclusión. Los sondeos de 40dB (El País/Cadena SER) elevan el apoyo al 27,4% en los menores de 25 años, por delante de PSOE y PP. O la encuesta de SocioMétrica para este diario, que atribuye al voto joven la llave de las próximas elecciones, lo que podría dejar a Natalia Chueca al borde de la absoluta en 2027. El salto es abrupto cuando recordamos que en 2019 apenas un 4% de los jóvenes decían sentirse próximos a VOX. ¿Qué ha pasado?

El fenómeno no se limita a España. La extrema derecha ha ganado posiciones en la práctica totalidad de las democracias occidentales y donde más terreno logra es entre los menores de 30 años. No es una protesta puntual, no es un cambio coyuntural; es un fenómeno estructural, es un voto de identidad.

Y hay más datos que (a muchos) nos inquietan. La encuesta Calidad de la democracia (III) del CIS refleja que "en algunas circunstancias" un gobierno autoritario puede ser preferible a uno democrático, para el 17% de los españoles entre 18 y 34 años. En 2009 ese porcentaje era de casi diez puntos menos.

Y añado, más que una inclinación ideológica, estamos viviendo un alejamiento emocional del sistema democrático, una desconexión con sus instituciones y actores. Ojo, los jóvenes de hoy son los adultos de mañana.

VOX ha sabido capitalizar el descontento. Un discurso emocional y visualmente eficaz que triunfa en redes. TikTok, Instagram y YouTube son sus plazas públicas. Mensajes cortos, frases directas, estética desafiante. Y más importante, el contenido. Inmigración, identidad, ‘libertad’ y rechazo al feminismo institucional conectan, especialmente, con los hombres jóvenes (en las últimas europeas un 24% varones jóvenes votó a VOX, frente a una 14% de mujeres).

Más de la mitad de los chicos de entre 16 a 24 años cree que hoy se discrimina más a los hombres (CIS), precisamente en el momento de la historia con más políticas de igualdad. Háganselo mirar. Se observa un efecto rebote, una reacción que mezcla hartazgo y desconfianza hacia un discurso institucional e ideológico que perciben como impuesto.

VOX no solo usa bien las redes, ha sabido traducir los anhelos de los zetas en una narrativa que combina rebeldía y pertenencia al ‘anti sistema’ de la derecha. La gen Z no encuentra en VOX una forma de expresar su ideología, sino una afirmación de su identidad. A este debate se suma el sociólogo Luis Miller, autor de Polarizados (2023), que apunta a la creciente polarización emocional y la búsqueda de certezas simples en tiempos inciertos.

Parece que en el medio plazo este auge no será pasajero. VOX no ha sufrido todavía el desgaste del poder, lo que mantiene intacta su imagen de autenticidad (fíjense, por el contrario, en el recorrido de Podemos). Y en las nuevas generaciones, esa autenticidad pesa más que la experiencia en la gestión.

Votar a la extrema derecha es ‘lo guay’ y para alguien joven el sentimiento de pertenencia es fundamental. Aquí entra en juego lo que en psicología social se conoce como ‘efecto bandwagon’ (de arrastre). Se refiere a la tendencia a adoptar un determinado comportamiento porque se percibe como popular o mayoritario. Entre los jóvenes, especialmente en el ecosistema digital, esta lógica es determinante.

Por eso, cuando VOX aparece como el partido más viral, el más comentado o el que más rompe las normas, una parte de la juventud se sube al carro.

Las autonómicas que viviremos en 2026 pueden confirmar o refutar estas tendencias que reflejan las encuestas. Pero quizá ese momento sea demasiado tarde para que el resto de partidos articulen una propuesta que atraiga y enganche. O quizá la alternativa sea desactivarlos, desencantarlos, alejarlos. Que no vayan a votar en las próximas elecciones. Pero, cuando crezcan, ¿qué hacemos?