Sonia en el almacén de fruta.

Sonia en el almacén de fruta. E.E.

Economía

Sonia (49), frutera con 34 años de experiencia: "Aunque ofrezcas buenas condiciones, la gente prefiere cobrar el paro"

El sector frutícola está atravesando profundas transformaciones, que repercuten directamente sobre la falta de mano de obra.

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Zaragoza
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Sonia es la voz de una generación que ha dedicado su vida al sector de la fruta. Autónoma hasta hace año y medio y ahora gerente de almacén, lleva trabajando desde los 15 años: "Cuando empecé, todo era distinto. Había más movimiento, el esfuerzo se compensaba. Ahora trabajas mucho, pero no obtienes los mismos beneficios que hace unos años".

El sector frutícola tradicional, donde Sonia ha construido su carrera, atraviesa profundas transformaciones. El auge de los supermercados y el cambio en los hábitos de consumo han modificado radicalmente la dinámica de trabajo.

"Hoy en día los jóvenes van al supermercado, donde tienen de todo y eso nos resta muchísimo. Ya no valoran la cercanía ni el trato. Es cuestión de horarios y de rapidez", explica.

Uno de los problemas más graves es la contratación de personal: "Aunque ofrezcamos buenas condiciones laborales, hay gente que prefiere quedarse cobrando el paro". La cuestión va más allá del salario. "Se busca conciliar la vida familiar, tener los fines de semana libres, horarios estables… lo entiendo perfectamente. Incluso ofreciendo un buen sueldo y horarios, cuesta encontrar gente dispuesta a trabajar en el sector".

La rotación laboral y el cierre de negocios son señales de una crisis que parece no tener fin: "En el último mes han cerrado tres fruterías en pueblos cercanos. Nadie quiere traspasar, y nadie pregunta. Ya no se ve futuro en esto".

La gestión de pequeños negocios implica dedicación y constancia. Sin embargo, Sonia percibe que, en la actualidad, las nuevas generaciones priorizan aspectos diferentes y apuestan por un mayor equilibrio entre el trabajo y la vida personal.

"Hoy los jóvenes valoran más su tiempo, su casa y su familia. Ya no aspiran a jornadas como las que yo viví, de madrugar a las tres de la mañana, ir a Mercazaragoza, descargar y trabajar hasta la tarde, comer deprisa y seguir. Tienen otra mentalidad, y me parece totalmente lógico y comprensible", subraya.

De autónoma a asalariada

Tras más de diez años como autónoma, Sonia tomó una decisión importante hace poco más de un año: trabajar por cuenta ajena. "Es lo mejor que he hecho. Ahora hago mis horas, tengo mis vacaciones y un sueldo seguro. Además, sigo trabajando en lo que me gusta", relata.

Antes, sus jornadas eran "interminables de hasta 14 horas al día. Tenía que preocuparme por mis empleados y resolver problemas. Ahora cumplo mi jornada y me voy a casa".

Esta transición, antes vista con recelo, cada vez es más frecuente en el sector, sobre todo entre quienes han dedicado su vida y salud al oficio. "No digo que los jóvenes no quieran trabajar, claro que quieren. Pero no están dispuestos a sacrificarse de la misma forma, y eso es lógico", explica.

Un futuro incierto para la fruta

La desaparición de fruterías de barrio y la falta de relevo generacional plantea una preocupación seria: "Si se cierran los puntos de venta tradicionales, ¿quién moverá la fruta?".

En este sentido ha añadido que "es un sector que alimenta a la sociedad y merece ser valorado. Hay que cambiar el chip y encontrar nuevas formas de trabajar que no conviertan el campo en una esclavitud".

Sonia, como muchos profesionales, observa cómo se desvanece la tradición, arrastrada por la falta de mano de obra y la adaptación a las nuevas exigencias. Para ella, el futuro del sector depende de rejuvenecer la profesión y convencer a las nuevas generaciones de que aún merece la pena. "Quizá puedan actualizar el oficio, hacerlo de otra manera, ni mejor ni peor; simplemente diferente. Pero hace falta creer en ello", concluye.