Soberón celebra el gol del empate

Soberón celebra el gol del empate Real Zaragoza

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El Real Zaragoza saca sus garras en Eibar para aferrarse a la vida: remontada heroica tras jugar más de una hora con 10

El Zaragoza de Sellés se aferra a la vida con un triunfo de locura en Eibar.

Más información: Así hemos vivido el triunfo del Real Zaragoza en Ipurúa.

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Ante un Eibar invicto y poderoso en casa, encajando el 1-0, quedándose con 10 en el minuto 25, lesionado el único central del primer equipo, y con un arbitraje cuestionable de Fuentes Molina. Así de épica ha sido la victoria del Real Zaragoza en Ipurúa, donde por primera vez ha mostrado sus garras y su orgullo para traerse tres puntos de locura. Una victoria monumental con la que agarrarse a la vida, y mandar un claro mensaje: no den por muerto al león.

Quería Sellés un Real Zaragoza competitivo y que saliera dominante en Ipurúa, y su equipo mostró una gran puesta en escena, siendo dueño del balón durante el primer cuarto de hora, combinando bien en ataque, robando alto y merodeando el área rival, pero sin conseguir crear ocasiones.

La falta de peligro en ataque del Zaragoza dio alas a un Eibar que comenzó a mostrar sus garras tras el primer cuarto de hora, momento en el que el partido se volvió loco. Los locales protestaron unas inexistentes manos de Saidu, que, en medio de la locura, vio una amarilla tras hacerse un lío en salida de balón.

En medio de la locura, se lesionó Insua, único central sano y disponible en la primera plantilla, obligando a Sellés a dar entrada al juvenil Gomes junto a un improvisado defensa Saidu, y con amarilla. Una muestra más de la descompensada, improvisada y deficiente construcción de plantilla de Txema Indias en verano.

Fuentes Molina le birló un remate en la frontal a Guti -como leen- y señaló un penalti a favor del Eibar por mano de Valery. Andrada le ganó la partida a Bautista, pero sus compañeros se fueron a felicitarle y se olvidaron de defender el córner, dejando solo a Nolaskain, que, ahora sí, no perdonó de cabeza el 1-0. Y por si fuera poco, Saidu vio la segunda amarilla al cortar desde el suelo una carrera de Bautista.

Con 10, y con Gomes y Pomares como centrales, el Zaragoza sacó orgullo y logró forzar un penalti por una mano clarísima de Cubero, que cortó dentro del área un balón directo a la cabeza de Kodro. Fuentes Molina, esta vez, no estimó que fuera cartulina amarilla (era la segunda) pese a quitarle de la cabeza un remate al delantero zaragocista. Soberón no falló y puso el empate.

Tras estos 15 minutos de locura inexplicable, el partido entró en una tensa calma. El Eibar bajó el ritmo, sabiendo que tiene por delante una hora con un jugador más y que no debería tener prisas por buscar el gol. Emergió entonces la figura de Andrada, que espantó las dudas que se crearon sobre él con tres paradas descomunales, una de ellas de mucho mérito a un remate de cabeza de Martón.

Segunda parte

Con la calma del vestuario, Beñat San José no quiso sustos en la segunda mitad y retiró a tres jugadores con tarjeta amarilla: Cubero (que se jugó todas las papeletas para ver la segunda en el penalti), Sergio Álvarez y Marco Moreno. No movió el banquillo Sellés, pese a que su equipo no tardaría en mandar señales de necesidad de movimientos.

El Eibar se hizo con el dominio del balón, moviéndolo de lado a lado buscando la oportunidad de colgar centros al área, conociendo la debilidad natural del Zaragoza en su área, expuesta todavía más con Gomes -excelsos minutos del juvenil- y Pomares -fuera de posición- como centrales. Alkain perdonó prácticamente a puerta vacía tras una mano providencial de Andrada a un pase atrás desde línea de fondo.

Dio aire Sellés, quizá tarde, al equipo con la entrada de Juan Sebastián y Tasende, por Soberón y Valery, mientras Andrada pedía asistencias para detener el alto ritmo que ya había alcanzado el Eibar y que empezaba a ahogar a los zaragocistas. El Zaragoza resistía la lluvia de balones aéreos defendiendo seguro, pero el miedo era patente conocida la debilidad atrás de los aragoneses. En una de estas, Pomares regaló una falta en la frontal del área que no supo aprovechar Arbilla.

Llegaba el partido a los últimos 10 minutos con el campo volcado hacia la portería, pero, de la nada, ocurrió el milagro. Francho Serrano, omnipresente e hiperactivo, colgó el balón al área, no lo despejó la defensa del área, Toni Moya lo remató y Sinan Bakis -sí, Sinan Bakis- lo envió al fondo de la red ante el delirio de los 300 zaragocistas de Ipurúa y de todo el banquillo maño.

Se avecinaban ocho minutos más un largo alargue de puro sufrimiento para el Zaragoza. El Eibar se volcaba por todos los lados, por bandas, por dentro, tocando el balón y colgándola al área, pero hoy quizá tenía que ser el día de la resurrección.

Ocho minutos añadió Fuentes Molina, que estuvo toda la segunda parte advirtiendo a Andrada por perder tiempo. Pero iba a ser el día de la resurrección, de agarrarse a la vida, de soñar con que es posible, y de sentir de verdad el orgullo del Real Zaragoza. Añadió al final nueve minutos, pero hoy era el día del Real Zaragoza.