Jorge Molist, escritor.

Jorge Molist, escritor. E.E

Cultura

Jorge Molist, escritor: "Me dolió que en EE.UU. borraran el papel de España en su independencia"

En El Español, última novela de Jorge Molist, se rescata la figura olvidada de Jorge Ferragut, el único español que luchó en la guerra de Independencia de Estados Unidos bajo bandera americana.

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Zaragoza
Publicada

Con la bonita coincidencia entre el título de la novela y el nombre del medio, resultaba impensable no hablar con Jorge Molist. El escritor hizo una breve parada en Zaragoza, en plena celebración de la Feria del Libro, y aprovechamos la ocasión para compartir un café con él.

El Español, su última novela, rescata la figura olvidada de Jorge Ferragut, el único español que luchó en la guerra de Independencia de Estados Unidos bajo bandera americana.

La obra narra la apasionante historia de Jaime Ferragut, un marino menorquín movido por un deseo de venganza, y de Almudena de Zúñiga, una madrileña atrapada en una situación desesperada. Es la España del siglo XVIII, una nación que extiende su imperio a ambos lados del Atlántico, en un momento de esplendor político pero también de profundas sombras personales.

No se puede juzgar el pasado con la mirada del presente, y Molist, con gran maestría y una exhaustiva labor de documentación, logra transportarnos a aquella época.

Viajamos con sus personajes por Menorca, Madrid, Barcelona, Cádiz y hasta cruzamos el charco. Comprendemos su forma de vivir, las injusticias, su asombro, sus dilemas... y hasta su manera de amar.

Entrevista a Jorge Molist

Con El Español, Molist da un paso más en su empeño de reivindicar episodios olvidados de nuestra historia. El escritor catalán, autor de éxitos como Tiempo de cenizas o La reina sola, nos presenta ahora la historia de Jorge Ferragut, un marino menorquín real, casi borrado de la memoria colectiva, que luchó en la guerra de independencia de Estados Unidos bajo bandera norteamericana.

En esta novela profundamente documentada, Molist nos invita a descubrir una España desconocida, a reflexionar sobre la identidad, la esclavitud, la monarquía y el papel que jugaron nuestros compatriotas en la historia americana. Conversamos con el autor sobre su obra y el proceso de escribirla.

Jaime Ferragut es un personaje real muy poco conocido. ¿Por qué decidiste que él fuera el protagonista de tu novela?
Jorge Ferragut es real, aunque su historia es poco conocida. En cambio, su hijo, David Farragut, es un héroe nacional en Estados Unidos. Tiene calles, estaciones de metro, una ciudad, incluso un sello en España y un monumento en Ciudadela. Pero el que realmente debería tener el monumento en Ciudadela es su padre, que es el verdadero “español”. El hijo es el americano. Este olvido me pareció injusto y sentí la necesidad de contar su historia.

"Me sorprendió que España no aparecía mencionada en absoluto en el relato de la revolución americana."

¿Qué te motivó a contar la historia de Jorge Ferragut en particular?
Todo comenzó cuando trabajaba en Estados Unidos. Al irme, mis compañeros me organizaron una fiesta de despedida. Entre otros regalos, me dieron un gran cajón con cuatro libros enormes sobre las principales guerras estadounidenses. Tardé en leerlos, porque a los ingleses les encanta utilizar palabras complicadas. Pero al fin lo hice, y me sorprendió que España no aparecía mencionada en absoluto en el relato de la revolución americana. Sentí rabia, porque sin la ayuda española no habrían conseguido la independencia, al menos no en ese siglo. Entonces decidí escribir una novela para reivindicar ese papel, y empecé a buscar un personaje real que encarnara esa contribución.

¿Y cómo diste con Ferragut?
La opción más obvia habría sido Bernardo de Gálvez, que luchó bajo la bandera española. Pero encontré algo aún más curioso: una historiadora americana, en su libro sobre dieciséis líderes de la independencia que no nacieron en EE.UU., menciona a Jorge Ferragut como el único español que luchó bajo la bandera norteamericana. Lo describía como el más versátil: capitán de barco, de baterías de cañones y, al final, comandante de caballería. Incluso se dice que salvó la vida a George Washington en la batalla de Cowpens, aunque en realidad él no estuvo allí pero ¡estaba el primo, William Washington! Con esa vida de aventurero, supe que era el personaje perfecto.

Una vida así debió implicar una investigación compleja...
Cada paso requería documentación. El siglo XVIII tiene mucha miga. ¿Cómo era Menorca? Que era británica desde hacía 70 años. ¿Cómo era Barcelona en esa época? Él llega sin hablar castellano y no lo admiten en la Academia de Pilotos... Luego va a Madrid, muy distinta también. En cada ciudad tuve que documentarme: mapas, literatura, costumbres. También en La Habana, donde ocurre parte de la trama. Encontré incluso datos como el del cementerio protestante donde los cerdos se comían los cadáveres mal enterrados. Todo eso nutre la novela y la hace viva.

¿Cómo tratas el contexto político de entonces, especialmente la figura del rey Carlos III?
En esa época España vivía bajo una monarquía absoluta. Carlos III controlaba todo, incluida la Iglesia y la Inquisición, cuyo inquisidor general era su propio confesor. En la novela se refleja ese contraste entre la España autocrática y la nueva democracia americana. Para los anglosajones, la revolución era inevitable; para los españoles de entonces, el rey era una figura casi divina. Eso genera un choque de culturas. Ferragut, el protagonista, admira aspectos del sistema americano, pero siente que su deber es defender a España y a su rey.

También hablas del enfoque español hacia la esclavitud, distinto al de los británicos.
En España había esclavos de todos los colores: blancos, negros, indios... Pero se les reconocía alma. Los británicos y holandeses los trataban como cosas. Nosotros veíamos a los esclavos como personas, aunque fueran propiedad. Hasta los indios con poder tenían esclavos. Además, había condenados a galeras y a prisión que eran considerados esclavos. La diferencia es fundamental.

"Me consideraba catalán y español, pero allí no sabían ni dónde estaba España"

El título de la novela, El Español, plantea un tema de identidad. ¿Crees que aún hoy esa confusión persiste?
En Menorca, en aquella época, no sabían si eran españoles, ingleses o menorquines. A mí me pasó algo parecido en EE.UU. Yo me consideraba catalán y español, pero allí no sabían ni dónde estaba España. Algunos pensaban que estaba en Sudamérica. Eso me tocó. Reivindiqué que soy un español de España, de España de Europa. Cuando estás fuera, te das cuenta de lo que eres. Por eso, creo que muchos catalanes, vascos, gallegos, al salir al extranjero se sienten, ante todo, españoles.

La novela también plantea qué se defiende en una guerra: ¿el rey o la patria?
Exacto. Para Ferragut, no es lo mismo. Aunque simpatiza con las ideas democráticas, acaba defendiendo a Carlos III. Porque lo que busca es la felicidad del pueblo, no tanto si votan o no. Esa es la idea del absolutismo ilustrado: “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”. En el siglo XVIII, la religión era central, y el rey era visto como un elegido de Dios. Entender eso hoy cuesta, pero hay que situarse en su tiempo.

Pasa también con los personajes femeninos. Almudena vive un gran debate interno
Hay que entenderla desde su contexto. Almudena está casada, se siente atraída por otro hombre, pero no actúa. Hoy muchas dirán “qué tonta”, pero en su época, para ella, el matrimonio es sagrado. Yo he aprendido a pensar como pensaban ellos, y eso lo aplico a todos mis personajes.

La novela también toca Cuba y la relación entre América Latina y España. ¿Queda resentimiento?
Carlos III fue un gran rey, pero sus sucesores no. Nos vendieron a los franceses y rompieron el equilibrio. Muchos hispanoamericanos participaron en las Cortes de Cádiz. Pero con Fernando VII todo se torció. A eso se suma un discurso indigenista manipulado por populistas actuales. Sin embargo, los abusos no los cometimos nosotros, sino sus propios tatarabuelos. Nuestra relación con los indígenas fue integradora. En cambio, los anglosajones los marginaron. Nosotros los aceptamos desde el principio.