María Jiménez junto a voluntarios en la dana en Alfafar
María Jiménez, turolense en Alfafar durante la dana: "Soñaba que no podíamos salir del coche y nos ahogábamos"
El 29 de octubre se cumple un año de la tragedia de la dana que movilizó a cientos de aragoneses hasta Valencia para ayudar a reconstruir los pueblos.
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María Jiménez es turolense, pero aquel 29 de octubre estaba viviendo en Alfafar. Esta joven de 28 años tiene muy presente esa fecha y un año después, le cuesta recordar momentos de la tragedia que terminó con 229 fallecidos.
A María le pilló en su casa, un quinto, junto a su pareja. Aunque reconoce que pudo salvar sus pertenencias, el agua se llevó el coche y la moto. Como muchos de los vecinos de la zona ante el desconocimiento de lo que venía, se adentró en el garaje a rescatarlas, pero les pilló el agua: "Tuve que salir por la otra puerta del coche porque estaba todo lleno de agua", dice.
Reconoce que en ese momento solo podía pensar "me he salvado", pero también la otra cara de la moneda. Así, es un momento que "nunca dejas de olvidarlo" como ella misma lamenta. "Esos días tuve pesadillas, soñaba que no podíamos salir del coche y nos ahogábamos del todo", cuenta.
La gravedad de la situación ha hecho que María no consiga recordar ciertos episodios, pero hay otros que no se le borran: "Al día siguiente nos encontramos con fallecidos en la calle", confiesa.
En Alfafar, ahora todas las calles están abiertas y hay "cierta normalidad", pero hay locales que no han vuelto a abrir y bajos en los que aún queda barro: "Nadie se ha hecho cargo, incluso hay persianas rotas", dice.
En el caso de donde vive María, el ascensor funciona hasta la planta baja: "Hasta el garaje no llega, y las puertas todavía están llenas de barro, con días que están abiertas y otras cerradas, además huele mucho a humedad", dice.
Imagen de Alfafar tras la dana
Así, reconoce que durante los días más críticos fue crucial la ayuda de los voluntarios: "Fueron muy importantes porque ayudaron muchísimo", recuerda.
Aunque confiesa que a veces se pudo "entorpecer" su trabajo con el de las máquinas, su presencia fue sobre todo importante para el ánimo de los afectados: "No vinieron quienes les correspondía, pero supimos que a alguien sí que le importábamos", cuenta.
Además, explica que pese a las insistencias de invitar a los voluntarios a comer, ellos respondían que "solo querían ayudar". Por eso, María no se queda con lo "malo": "Era el punto de que la humanidad tiene algo de bueno", reconoce.
De Aragón a Valencia para ayudar
Entre los cientos de voluntarios que se desplazaron está Pablo, un turolense de 27 años, que todavía tiene presente un año después esos días: "Estaba todo destrozado, se notaba cómo el agua había acabado con todo", recuerda.
Ante tal perspectiva, se trasladó junto con ocho amigos y unos cuantos todoterrenos hasta Chiva, debido a la conexión que tienen con el municipio: "Tenemos muchos amigos y familia porque nuestro pueblo está al lado", cuenta.
Erik y sus amigos en Valencia tras la DANA.
Aunque solo iban a estar un día, tenían claro que "no podían parar ni un momento". De este modo, ayudaron a todo el que lo necesitaba: "Estuvimos sacando agua con cubos toda la mañana", relata.
Pero lo que se encontraron allí no fue solo destrucción, sino rostros de personas "muy asustadas": "Daba todo bastante pena, pero conforme pasaba el tiempo nos animaban más ellos a nosotros que al revés", confiesa.
Por eso, Pablo destaca lo agradecidos que fueron los afectados con ellos: "Nos ofrecían bebida o comida", recuerda. Y pese a que llegaron más tarde y no vieron lo peor, confiesa como le marcaron esos días: "No te podías imaginar lo que veías", dice.
Aun así, Pablo tiene claro que "volvería a ir" porque, como él mismo dice: "Cualquier día nos puede tocar y se agradecería la ayuda", añade.
Eso mismo piensa Erik, un zaragozano de 20 años que también fue a ayudar el 29 de octubre de un año atrás. En su caso, viajó también con amigos a las localidades de Masanasa y Algemesí.
Estuvieron dos días, pero durmieron en la localidad de Alzira: "Dormimos en una casa rural que nos dejaron por ser voluntarios y estábamos personas de todos los lados y militares", cuenta Erik.
Esos días los recuerda como "muy cansados" pero no olvida el objetivo de ayudar que les motivó a él y a tantos otros a desplazarse hasta Valencia: "Era ayudar, y fuimos casi todos jóvenes y muy trabajadores", reconoce.