Las psicólogas, durante la jornada.

Las psicólogas, durante la jornada. E. E.

Actualidad

Las psicólogas de la dana, cinco meses después de la catástrofe: "Cuando lo grave ya ha pasado queda la desolación"

Las profesionales han recordado cómo vivieron aquellos difíciles momentos en una jornada del Colegio Profesional de Psicología de Aragón.

Más información: Alberto, el aragonés clave para desatascar las alcantarillas de Catarroja tras la DANA: “Hemos encontrado hasta una puerta”.

Zaragoza
Publicada

Las psicólogas Sandra Onde, Marta Romance y María José Ochoa ayudaron hace ahora cinco meses a las víctimas de la dana. Lo hicieron sobre el terreno y sin un punto fijo de atención, recorriendo las calles e identificando a las personas que más lo necesitaban.

"Al principio era todo caos y solo podíamos ponernos a disposición tanto del 061 como de las personas en las calles y las casas. Al final, con un silencio abrumador, solo quedaba lo que quedaba: reconstruir”, relataban durante la jornada organizada por el Grupo de Intervención Psicológica en Emergencias y Catástrofes (GIPEC) del Colegio Profesional de Psicología de Aragón, donde se ha puesto de manifiesto la importancia de la atención psicológica en situaciones de crisis.

La experiencia de los profesionales desplegados en Catarroja tras las inundaciones provocadas por la dana ha evidenciado la urgencia de integrar psicólogos y psicólogas especialistas en los Servicios de Emergencias de manera estructural y no solo de forma voluntaria.

Durante un mes, los profesionales del conocido como GIPEC trabajaron en la zona acompañando a la población en un proceso que va más allá de la emergencia inmediata. Su labor consistió en ofrecer apoyo emocional, técnicas de regulación del estrés y detección temprana de posibles complicaciones psicológicas. “Muchas veces eran los voluntarios los que nos avisaban de las necesidades. Íbamos puerta a puerta”, explicaron.

En los primeros días, el trabajo se centró en la gestión del caos y la atención a quienes habían perdido sus hogares. Pero con el paso de las semanas, el equipo se reorganizó para atender casos más específicos, como el duelo por pérdidas humanas o la ansiedad generada por el trauma vivido.

Desde el Colegio recalcan que los profesionales de la psicología desempeñan un papel esencial en la atención a víctimas de catástrofes. Entre sus principales funciones se encuentra apoyar en las primeras horas tras el suceso, facilitando la activación de recursos personales para favorecer la adaptación, o reducir la sintomatología aguda para minimizar el riesgo de complicaciones psicológicas a largo plazo.

También está la de proporcionar información profesional y estrategias de afrontamiento, normalizando reacciones emocionales y aportando seguridad a los afectados, y la de ofrecer herramientas de autogestión del estrés, claves para evitar bloqueos emocionales en los días posteriores.

Entre sus cometidos está, igualmente, detectar casos que requieran seguimiento especializado, asegurando que quienes lo necesiten reciban atención prolongada y atender el duelo en sus primeras fases, ayudando a las personas a procesar su pérdida de manera saludable.

"Todos a disposición de todos"

El impacto de la intervención psicológica en emergencias queda reflejado en los testimonios de los propios profesionales y afectados. “Catarroja estaba muy bien organizada porque había un grupo grande coordinado y con un centro de mando único. Todos nos poníamos a disposición de todos. Fue el que mejor salió adelante porque estaba Aragón. Porque Protección Civil coordinó y gestionó”, relataron los y las psicólogas del GIPEC.

Uno de los momentos más emotivos fue el vínculo creado entre los diferentes equipos de emergencias. “Trabajamos codo con codo con bomberos, protección civil, policía local y nacional, forestales, el 061… La sensación cuando nos juntábamos era que volvíamos a Aragón. Comíamos juntos, compartíamos alojamiento, desplazamientos… Fue excepcional”, recordaban.

Desde el GIPEC subrayan que el impacto de la dana fue devastador, no solo en términos materiales, sino en la salud emocional de las miles de personas afectadas. “Uno de los momentos más duros fue cuando, después de semanas de trabajo, el pueblo quedó vacío. Ya no quedaban voluntarios, ni equipos de emergencia. Solo las familias frente a la realidad de la reconstrucción. Ahí es cuando más necesario se hace el apoyo psicológico”, expusieron.