Lluvias tras el incendio reciente en Ourense.

Lluvias tras el incendio reciente en Ourense.

Salud NATURALEZA

Alertan de posible 'chapapote de monte' atraído por las lluvias tras incendios como el de Alicante

Greenpeace propone una serie de medidas tras documentar el impacto de las cenizas postincendios arrastradas por las lluvias.

14 septiembre, 2022 13:45
Alicante

Tras los incendios de Bejís (Castellón) y la Vall d'Ebo (Alicante), dos de los más importantes del país, que han arrasado este verano 19.000 y 11.300 hectáreas de monte, respectivamente, llega otoño meteorológico y las posibles lluvias.

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¿Es posible que, ante este escenario, la ceniza quede arrastrada por el agua, provocando la contaminación de los ríos? Para Greenpeace, el conocido como 'chapapote de monte' no solo es posible, sino que ha documentado que ya ha pasado en algunos montes quemados, por lo que pide que se tomen medida de precaución 

Recuerda la organización ecologista que 2022 es el peor año en décadas, con 54 grandes incendios forestales y una superficie quemada estimada en 300.000 hectáreas. Actualmente preocupa el incendio de Los Guajares (Granada), con 5.000 hectáreas arrasadas.

Este problema derivado de los incendios forestales ha sido observado ya en zonas del interior de la provincia de Ourense, que Greenpeace ha documentado, afectadas por los grandes incendios del mes de julio, o el verano pasado tras el incendio de Navalacruz, en Ávila.

Esta situación ya se vivió, por ejemplo, a finales de agosto de 2017 tras el incendio de El Encinedo (León), cuando las lluvias arrastraron los terrenos calcinados por las llamas y tiñeron los ríos de negro. O incluso han llegado a afectar a los bancos marisqueros de las rías y ensenadas costeras, como ocurrió en 2013 tras los incendios del Monte O Pindo en Carnota (A Coruña).

Lluvias tras el incendio reciente en Ourense.

Lluvias tras el incendio reciente en Ourense.

¿Qué medidas se tienen que tomar?

Greenpeace propone realizar pequeños diques perpendiculares a la pendiente en laderas muy empinadas para evitar pérdida de suelo y frenar la escorrentía (los arrastres de agua). Se trata de retener el suelo, de poner obstáculos a la circulación del agua en las laderas e impedir la formación de regueros y cárcavas (socavones).

También considera necesario llevar a cabo construcciones provisionales en arroyos, ríos y lagunas para evitar que lleguen sedimentos y cenizas que contaminen los cursos de agua y afecten a la vida piscícola.

Sacar la madera quemada para evitar riesgo de plagas y enfermedades es otra de las medidas. Además, hay que extraer la madera sin arrastrarla para seguir con el objetivo fundamental de evitar erosionar el suelo. Esto es muy importante para no dañar la futura regeneración natural.

Otra opción es dar tiempo a los ecosistemas forestales para ver su capacidad de regeneración y, posteriormente, ver qué medidas es necesario implementar (siembra, repoblación, acotado al ganado, etc.); así como, y conociendo las adaptaciones de la vegetación, es importante esperar a repoblar para ver cómo evoluciona la superficie quemada y cómo se abre paso la regeneración natural de las especies con las estrategias mencionadas.

“En los incendios forestales seguimos perdiendo incluso después de las llamas, y es fundamental no solo la extinción del fuego, sino el seguimiento de las zonas incendiadas. Tras el paso de las llamas, se ponen en peligro los recursos hídricos por el arrastre de cenizas. En un país con sequías y procesos de desertificación agravados por el cambio climático, la prevención de los incendios y la protección de zonas incendiadas son claves para no agravar aún más el problema. Para ello, se necesitan recursos que lo garanticen”, aclara Mónica Parrilla, ingeniera forestal responsable de la campaña de incendios forestales de Greenpeace.

La organización ecologista recuerda que el fuego es un elemento natural que forma parte de los fenómenos que modelan el paisaje. Por ello, gran parte de las especies vegetales de la región mediterránea tienen algún tipo de adaptación al fuego (corteza gruesa para soportar altas temperaturas; capacidad para rebrotar tanto de copa, cepa, raíz; capacidad para germinar generando abundantes bancos de semillas que se desarrollan con elevadas temperaturas, como es el caso de los pinos). 

"Para ayudar a la recuperación de los bosques, es prioritario proteger el suelo para reducir los procesos erosivos agravados por las deseadas lluvias", asumen en un comunicado. 

Por tanto, las primeras actuaciones de emergencia se deben centrar en frenar los procesos erosivos actuales, controlar las posibles avenidas y posteriormente favorecer la regeneración natural de la cubierta vegetal. Sin olvidar recursos para reducir la siniestralidad (investigación, sensibilización, persecución del delito de incendio forestal), recordando que el 95 % de los incendios tienen origen humano

“Estamos ante un territorio más caliente, más seco, más inflamable y abandonado. Con agua escasa, contaminada y mal gestionada. Urge una estrategia nacional que gestione el territorio hacia masas forestales menos vulnerables al fuego para prevenir procesos erosivos que agravan la desertificación, poniendo en peligro un recurso tan escaso y valioso como el agua", concluye Mónica Parrilla, Ingeniera Técnica Forestal y responsable de campañas del Área de Biodiversidad de Greenpeace España.