Mario y Cristina, dueños de Petit Levain.

Mario y Cristina, dueños de Petit Levain.

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Cristina y Mario, dueños del nuevo horno de Elche: "Hemos reformado nosotros el local, con 13.000 euros de ahorros"

La pareja tenía claro que todos los productos los harían ellos mismos: "Con las nuevas técnicas, ya no hace falta empezar a trabajar a las 00h".

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Alicante
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Cada vez son menos los hornos tradicionales que resisten. En los últimos años, panaderías y pastelerías con obrador propio están desapareciendo en toda España, sustituidas por locales que venden producto congelado o precocido.

Elaborar pan y bollería a diario, con masa madre y fermentaciones lentas, se ha convertido en una rareza. Pero en Elche, una joven pareja de pasteleros ha decidido nadar contracorriente y devolver al barrio el aroma de pan recién hecho.

En el número 24 de la calle Poeta Miguel Hernández, 'Petit Levain' abre cada mañana con pan artesanal, bollería casera y un obrador a la vista. Sus dueños, Mario Vaqueiro Rejón (26 años) y Cristina García Altet (24), han apostado por hacer todo desde cero, con sus propias manos y sin recurrir a masas congeladas.

7 años en el 'horno'

Desde EL ESPAÑOL de Alicante, hemos hablado con ellos para conocer la historia detrás de este proyecto que ha nacido del esfuerzo, la formación y los ahorros de toda una vida.

El emprendimiento juvenil en Elche se consolida en la panadería artesanal gracias a esta pareja, que inauguró Petit Levain el pasado 8 de septiembre, coincidiendo con la vuelta al cole. La idea llevaba siete años gestándose.

El origen del proyecto se remonta a sus años de formación en cocina. Mario recuerda un episodio complicado en Santa Pola: "Viví un episodio de estrés allí en cocina y entonces me refugié en la pastelería".

El exterior de Petit Levain

El exterior de Petit Levain

A Cristina ya le apasionaba el mundo dulce, y juntos encontraron en la pastelería su vocación. Su formación fue exhaustiva: dos años de pastelería en Alicante, otros dos de especialización y panadería en Santa Pola, y un grado medio de cocina centrado en el área dulce. También realizaron prácticas en diversos negocios y continuaron formándose por su cuenta.

"Poco, pero de calidad"

Uno de los pilares de Petit Levain es su obrador propio, donde elaboran pan, bollería y galletas a diario. Una decisión que contrasta con la tendencia actual del sector, dominado por el producto congelado.

"Decidimos tener poquito y dar calidad, sabiendo que todo lo que hacemos es casero. Entregamos el 100% a cada producto", explica Mario.

Gracias a las fermentaciones largas en frío, la pareja logra mantener un ritmo sostenible sin renunciar a la calidad. Su jornada comienza a las 6:30 horas, tienen un descanso a las 14h para comer y después retoman la tarde hasta las 20h.

"Ya no hace falta trabajar toda la noche", añade Vaqueiro. "Dejamos todo listo, ajustamos temperaturas y solo llegamos para hornear y terminar".

"El pan tiene que pesar"

La pareja lamenta que la profesión de panadero se esté perdiendo y que cualquiera pueda abrir una panadería sin formación. Aun así, defiende que con "cariño, amor, paciencia y buena organización del tiempo" se puede sacar un negocio adelante.

También enseña a sus clientes a reconocer un pan de calidad: "El pan tiene que pesar, y no puede durar eternamente. Si ves una panadería con pan a las ocho de la tarde o con 60 tipos de hogaza, sospecha", bromea Vaqueiro.

La apuesta por lo casero también tiene un motivo de salud. Cada vez más clientes llegan con intolerancias o problemas derivados del consumo de ultraprocesados. "Hay gente que nunca ha probado una crema de pistacho de verdad", comentan. "La mayoría llevan chocolate blanco o edulcorantes".

Reforma autodidacta

El local donde hoy se levanta Petit Levain fue durante años una tienda de estética y uñas. Mario y Cristina lo reformaron ellos mismos para poder abrir con un presupuesto ajustado.

Algunos de los dulces que elaboran en Petit Levain

Algunos de los dulces que elaboran en Petit Levain

"Lo hicimos todo nosotros: pintura, suelo, montar muebles. Aunque una arquitecta nos ayudó con la normativa", cuentan.

Querían un espacio transparente y acogedor, por eso instalaron un muro acristalado que permite ver cómo trabajan.

La inversión total, incluyendo licencia, maquinaria y género inicial, ascendió a entre 12.000 y 13.000 euros, todos procedentes de sus ahorros.

"Tuvimos que elegir entre comprar una casa o montar el negocio. Apostamos por esto porque creemos en él y nos entregamos cada día para que funcione", afirma Mario.

"Nos lanzamos a la piscina"

El riesgo fue grande, pero la ilusión, mayor. "No queríamos llegar a los 40 con el pensamiento de no habernos atrevido", dicen. Y la apuesta ha salido bien: la acogida en Elche ha sido incluso mejor de lo esperado.

"La gente repite, nos encargan tartas personalizadas y valoran el producto", celebra García.

Sin embargo, el camino no ha estado libre de críticas.

"El 80% de la gente nos dijo que era una locura", recuerda Vaqueiro. "Nos advertían que pagaríamos más de lo que ganaríamos o que metiéramos congelado".

La joven, de 24 años, lamenta que en España aún persista la idea de que emprender "es una locura, que es difícil, que es sacrificado".

A pesar de los comentarios, la pareja sigue firme: "Hay que estar convencido, hacer oídos sordos y seguir adelante", concluyen.