Vixca, vixca, vixca
El pasado jueves, en el espacio televisivo de El escenario que dirige Tomás Moya en Alacantí TV conversamos acerca de la polémica surgida tras la presentación de la campaña de 9 d'Octubre de la Generalitat Valenciana. La verdad, y lo expliqué allí, me importa un bledo la polémica como me importa un bledo el tema de la identidad, más allá de que como analista político tengo que reflexionar sobre los comportamientos, actitudes e ideas de quienes giran toda su ideología bajo los parámetros de este término.
Me importa un bledo a mí y le importa un bledo a la inmensa mayoría de los alicantinos, ésta y otras polémicas identitarias y lingüísticas. Hagan la prueba. Salgan a la calle o introduzcan el tema de conversación en cualquier charla con amigos y vecinos. La mayoría no sabrán de qué les están hablando o pasarán del tema en cuanto puedan.
Sin embargo, salen de cualquier estación del Tram de Alicante verán los espacios rotulados con esta campaña del 9 d'Octubre de 2025 donde se utiliza el término "vixca" en vez del normativo "visca" en la comunicación oficial de la Generalitat en referencia directa a la manera original en que está escrita esta palabra en el himno regional valenciano, que cumple este año cien años como símbolo identitario.
En las últimas elecciones celebradas en la Comunitat el nacionalismo valenciano o pancatalanista, como prefieran, es decir el nacionalismo que representa Compromís, logró en la provincia de Alicante un 5,7% del voto. En las generales anteriores, un 13%. En las autonómicas anteriores, las que se supone que son su objetivo prioritario como nacionalistas, un 10,3%. O lo que es lo mismo, que de cada 10 alicantinos, solo uno le da cierta importancia al asunto de la "identidad nacional" o lingüística.
Se podrán poner como quieran, pero la realidad es que a los alicantinos no nos importa si se escribe "vixca" o "visca". Tenemos otras preocupaciones como la falta de vivienda para nuestros hijos, los sueldos congelados mientras nos suben el precio de la cesta de compra, la falta de inversiones e infraestructuras, las listas de espera en Sanidad...
En las últimas semanas mis lecturas se han centrado en un extenso ensayo titulado Nacionalismo. Una historia mundial (Crítica, 2025), del historiador Eric Storm. Un enciclopédico volumen que analiza cómo se ha extendido ese sentimiento de "identidad" nacional a lo largo de los últimos siglos. Dos siglos y medio, para ser exactos. No nos creamos que esto de la "identidad" nacional viene de la Antigüedad Clásica o de la Edad Media.
El nacionalismo surge al albur de conceptos como ciudadanía o parlamentarismo. Cuando se acaba, o más bien, se vislumbra que se va a acabar el Antiguo Régimen. Cuando los ilustrados franceses empiezan a teorizar sobre la "nación", que es algo muy diferente a los reinos con monarcas absolutos que gobiernan sobre sus súbditos. Así que, como afirma mi maestro Pepe Álvarez Junco en Mater Dolorosa, se trata de algo bastante reciente.
El concepto y sus consecuencias históricas han sido muy estudiadas desde la Ciencia Política, la Filosofía, la Historia e incluso la Economía. El loable intento de Storm de compendiar todos esos estudios en un texto es brillante y entretenido. Incluso permite hacer reflexiones ajustadas al tiempo actual. Por ejemplo, que el concepto nación fue reivindicado por los monarcas absolutos (contra quienes se había fraguado), para justificar el desgaste humano y material de recursos en sus guerras. Toda una perversión de los fines a partir de los cuales se construyó.
Y como señala el autor, "el nacionalismo ha ido en aumento desde finales de los años 70, cuando el liberalismo y la política de identidad iban a menudo de la mano y ambos ponían mayor énfasis en etnicidad, cultura y religión, lo que podría tener fuertes efectos polarizadores". Lo cual es curioso porque la izquierda que abominó del nacionalismo en sus primeros momentos a favor de la internacionalidad, ahora es la que lleva la bandera de todas las identidades que considera minoritarias.
Así que el nacionalismo es cosa de izquierdas, las mismas que aquí se enfadan por el "vixca". No porque constituya una visión tradicionalista y simbólica de la lengua valenciana, de su propia "nación", sino porque va en contra de la "nación que les gustaría ser", la catalana. En fin, para curarse los complejos está psicología y la psiquiatría, no la política.