Insostenible
Lo que vive España no es un gobierno: es una agonía en diferido. Pedro Sánchez no dirige el país; se aferra al poder como náufrago a una tabla, arrastrando con él la institucionalidad, la credibilidad del Estado y la paciencia de los ciudadanos. Su gobierno es un castillo de cesiones, chantajes y escándalos que se tambalea a cada hora. La situación es insostenible. Y lo sabe todo el mundo, empezando por él mismo.
España está intervenida políticamente por una minoría de socios radicales e independentistas que escriben la hoja de ruta del Ejecutivo a golpe de exigencia. Junts manda. Bildu aprieta. Esquerra cobra. Y Sánchez paga. ¿Con qué? Con impunidad, con privilegios, con reformas a medida, con el deterioro del Estado de derecho y con la dignidad nacional. El Congreso ya no legisla: se subasta.
Mientras tanto, el Gobierno se hunde en una ciénaga de corrupción y escándalos familiares. La esposa del presidente bajo investigación, el hermano salpicado por gestiones opacas, el “caso Koldo” que se extiende como una mancha de aceite, y José Luis Ábalos convertido en símbolo de una descomposición moral que ya no se puede disimular. Cada semana aparece un nuevo foco de podredumbre. Y la respuesta es siempre la misma: silencio, victimismo o ataques a la oposición, a los medios y a los jueces.
A esto se le suma la gestión —si es que puede llamarse así—. El caos ferroviario es crónico: trenes que no llegan, sistemas que colapsan, un apagón eléctrico que dejó en vilo a toda España y parte del extranjero y un gobierno que ni comparece ni se inmuta. Barajas, la puerta de entrada al país, parece una terminal del tercer mundo, desorganización total y una imagen internacional a las puertas de verano, bochornosa. No hay presupuestos, no hay reformas, no hay dirección. Solo propaganda, resistencia y miedo al día siguiente.
Este gobierno no tiene proyecto. No tiene autoridad. Y ya no tiene excusas. Es un poder muerto en pie, sostenido por los hilos de quienes no creen en España, por burócratas que solo piensan en su escaño, y por un presidente que se parapeta detrás de monólogos televisados para esquivar la realidad.
España necesita estabilidad, claridad y liderazgo. Necesita un Ejecutivo que escuche, que explique, que rinda cuentas y que gobierne pensando en el país en su conjunto, no en la aritmética parlamentaria del día a día. La política de resistencia permanente no puede sustituir a un proyecto de país. Gobernar no es resistir, es asumir responsabilidades.
Lo verdaderamente insostenible no es solo la situación actual, sino seguir actuando como si nada ocurriera. Es hora de que la política recupere su sentido de Estado y su vocación de servicio público, por España y por los españoles, merece la pena.
Agustín Almodóbar Barceló es senador del Partido Popular por Alicante