El pianista Josu de Solaun en el concierto dirigido por Josep Vicent.

El pianista Josu de Solaun en el concierto dirigido por Josep Vicent.

CRÍTICA

Un extraterrestre en el ADDA

Alicante
11 diciembre, 2022 06:30

Para el último concierto de abono del año, eligió la orquesta de Adda Simfònica un variado e inusual programa de obras que, aun siendo coetáneas y partiendo de una misma formación de clásica tradición europea, presentan características estilísticas de gran divergencia.

Se abrió la noche de manera rotunda e impactante con Jubilee variation on a theme by Eugene Goossens de Aaron Copland, compositor estadounidense de orígenes rusos, alumno de la maestra de maestros, Nadia Boulanger, con la que profundizó en el estudio del impresionismo y neomodalismo francés, aunque su más clara y decisiva influencia vino determinada por la música de Stravinsky.

Esta brevísima pieza forma parte de un conjunto de variaciones escritas por diversos compositores sobre un tema del compositor y director de orquesta Eugene Aynsley Goossens, para conmemorar el cincuenta aniversario de la Sinfónica de Cincinnati de la que Goossens fue director titular. Resultó una apertura espectacular, magnífica elección que se tradujo en máxima expectación del público desde el primer acorde.

[En el ADDA Simfònica de Alicante la mano que mece la cuna nunca es baladí]

Y expectante entró el público en la sala por escuchar, observar, y deleitarse con uno de los grandísimos pianistas del panorama musical actual, Josu de Solaun. El Concierto para piano número 3 de Bartók fue su propuesta, y a tenor de lo visto y oído, fue una propuesta tan arriesgada como acertada. Sin aliento quedó el respetable ante semejante despliegue de música con mayúsculas.

En pocas ocasiones se tiene la oportunidad de vivir y experimentar en directo esa mágica conexión y unánime comunión entre todos los poderes fácticos logrando alcanzar esa atmósfera integral. Intrascendente y simplista sería comentar la inconmensurable calidad técnica, su asombroso virtuosismo totalmente desprovisto de amaneramientos innecesarios o teatralidad fingida. Y si asistimos a un Bartók de infarto, en el que solista y director llevaron a cabo un exhaustivo trabajo de profundización en la esencia y las raíces del compositor húngaro, y de esta obra en particular, su ejecución de los preludios Ondine y Feux d’artifice de Claude Debussy, fue de otra galaxia.

Comenzó la segunda parte de la velada, dedicada exclusivamente a la música estadounidense, con otra fantástica obra de Aaron Copland. Quiet city se estrenó en 1941 y está basada en la novela de Irwin Shaw. Destaca su carácter intimista, y para ello, la orquesta exhibió su amplia gama de sutiles matices y sonoridades oníricas.

El gran colofón, rebosante de vitalidad y espectacularidad, llegó con la más famosa y aclamada obra del compositor y director de orquesta Leonard Bernstein, su poema sinfónico West Side Story, apuesta infalible. Y aquí vimos a un Josep Vicent, que admite estar en un momento de iluminación mutua con su orquesta, en pleno dominio de su terreno. No por conocida y baqueteada deja de ser esta obra impactante. Bernstein logró reunir en un todo sinfónico de absoluta calidad los diferentes estilos callejeros surgidos en Norteamérica, creando una pieza de referencia para la posteridad.

Disfrutó el público a rabiar, pero, sobre todo, se vio a una orquesta divertidamente entregada a ello. Se hizo gala de un apabullante despliegue de fuerza y medios, confirmando la gran superioridad que ostentan las secciones de viento y percusión de Adda Simfònica con respecto a otras formaciones nacionales. Asimismo, la orquesta puso en valor su enorme versatilidad y asimilación de estilos, dando una magistral muestra de formación clásica con un swing al más puro estilo de nightclub. "¡Bravo!", se oyó antes de cerrar.

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