
El escritor Gaspar González Jurado-Gutiérrez.
Gaspar González, escritor alicantino: "Nadie se ha atrevido nunca a poner una palabra para definir la pérdida de un hijo"
El autor reflexiona sobre el duelo en su última obra Un viaje de amor y pérdida.
Más información: Ernesto Pérez Zúñiga, escritor: "No hay nada más contrario a la guerra que amar la vida"
En la vida existen dramas y problemas a resolver. En cuanto a los primeros, agrupan todos aquellos asuntos realmente difíciles de afrontar y superar. Mientras que los segundos engloban todo lo demás, lo "menos importante".
Gaspar González Jurado-Gutiérrez, escritor alicantino, se enfrenta, como "cualquier persona" a aquellos problemas a resolver, pero también tuvo que confrontar un drama que sacudió su vida hace ya dieciocho años.
Gasparín, su hijo, nació en 2007 con cardiopatía congénita, una enfermedad que los médicos le detectaron a los cuatro meses tras comprobar que el pequeño tan solo tenía la mitad de su corazón. Tras una primera operación para tratar de salvarle la vida, el pequeño falleció.
Desde entonces, Gaspar ha querido entender este dolor a través de la escritura, plasmada en su última obra Un viaje de amor y pérdida.
Una lucha para convivir con ese dolor indescriptible y que, según sus propias palabras, "nunca se puede superar". En una conversación con este periódico, el escritor reflexiona sobre el duelo que se instala tras la pérdida de un hijo: "Cuando uno pierde a sus padres, uno se queda huérfano, cuando pierde a su pareja, se queda viudo, pero nadie se ha atrevido nunca a encontrar una palabra para definir la pérdida de un hijo, porque es lo más antinatural que existe".
¿Cómo salir de ese dolor?
Para empezar, González lo tiene claro: uno no puede huir ni escapar del dolor. "Como es sabido, el duelo tiene sus respectivas fases, y es importante atravesar y abrazar cada una de ellas para poder recuperar la esperanza poco a poco", asegura. Aunque enfatiza en lo versátil que puede llegar a ser este proceso: "Hay tantos duelos como huellas digitales, cada persona vive este proceso de una forma distinta".
Otra de las premisas de la filosofía de vida del escritor y que ha querido reflejar en su libro es la de relativizar la vida. No nos equivoquemos, pues no estamos hablando de idealizar la vida y de sumergirnos en un océano de positivismo.
Para González, relativizar la vida conlleva diferenciar lo que realmente son dramas de lo que son asuntos que resolver. Para ello, asegura que si uno quiere saber si aquello que no le deja dormir ni concentrarse, es lo primero o lo segundo, basta con "levantarse, irse a la planta de ontología infantil de un hospital, recorrer el pasillo entero y, al terminar, reflexionar si lo que pensamos ser un problema grave, merece realmente esa atribución de gravedad o si tan solo se trata de un asunto que podemos resolver con relativa facilidad".
Y es que ser positivo y optimista no es algo que nos pueda salir del día a la mañana. Según el escritor, para lograr serlo, primero debemos aprender una lección de vida, y en segundo lugar, hemos de trabajar mucho en decidir ver la vida de esta forma.
"Somos especialistas en quejarnos y en no valorar lo que tenemos", asegura, a la vez que enfatiza en trabajar esa valoración: " Si yo he podido convivir con el dolor de la pérdida de un hijo y volver a tener esperanza, cualquiera puede trabajar en querer ver el lado bonito de la vida".
Un optimismo tabú
Quejarnos de nuestros problemas es una de las actividades que más disfruta el ser humano y con la que más cómodo se siente. Pues la negatividad y ver el vaso medio vacío es algo que todos podemos experimentar con facilidad en algunos momentos de nuestra vida.
Sin embargo, el optimismo y el positivismo suelen ser filosofías de vida que no son tan bien vistas a ojos de la sociedad. En palabras de González, "tenemos que dejar de ver el optimismo como algo raro y anti natural". Y advierte: “El miedo que tengo es que un día mis nietos me reprochen que nosotros, como sociedad, permitimos el abrumador silencio de las personas buenas y positivas”.
En definitiva, Un Viaje de Amor y Pérdida no va dirigido solo a personas que hayan tenido que pasar por la partida de un ser querido, sino que se trata de una lectura enfocada a todas aquellas personas que estén afrontando la vida en general, "personas comunes", que quieran reflexionar sobre lo relativa que es la vida y darse cuenta de la "absoluta vulnerabilidad del ser humano".