“Todos nuestros esfuerzos están centrados en el rescate de los cuerpos con todas las medidas de seguridad”. El ministro de Defensa, Pedro Morenés, recalcó ayer la importancia de no cometer imprudencias en la operación en torno a los tres militares españoles fallecidos en un accidente aéreo en aguas del Atlántico. El operativo desplegado en la zona aspira a recuperar los cadáveres lo antes posible, pero no lo harán si esto supone algún riesgo para las unidades operativas. En concreto, son cuatro los problemas con los que se encuentran para llevar a cabo la actuación.

1. Dificultades técnicas

El hallazgo de la cabina del helicóptero accidentado, en cuyo interior se encuentran los cadáveres, supuso una semana de trabajo. El grueso del operativo estuvo centrado en su localización, más allá de que todavía se efectuasen labores de investigación en todas las embarcaciones que navegaban por la zona y en los principales puertos de la región -siguiendo el protocolo ante un hipotético secuestro-. Varias pistas, sin embargo, apuntaban que los cuerpos estaban hundidos junto con la cabina; entre ellos, los chalecos salvavidas y unos relojes equipados con GPS que llevaban los militares, que dejaron de emitir señales poco después de registrarse el accidente.

Los esfuerzos se centran, ahora, en el rescate de esta pieza de la aeronave. El ministro Morenés señaló que el objetivo de la misión es subir la cabina a bordo del Rayo, un Buque de Acción Marítima de 94 metros de eslora. Una patrullera marroquí, equipada con dos redes de grandes dimensiones, trabaja para izar el aparato del fondo del mar, hundido a una profundidad de 45 metros. En cualquier caso, se estudian otras operaciones para proceder con el rescate.

2. Climatología adversa y marejada

La climatología adversa ha dificultado todo el operativo desde su puesta en marcha, el jueves pasado, 22 de octubre. Ese fue el día en el que el Superpuma que procedía de Senegal con rumbo a Gran Canaria se estrelló en el océano Atlántico por motivos que aún se desconocen. Los indicios señalan que, pese a esta marejada, los tres efectivos -el capitán José Morales Rodríguez, el teniente Saúl López Quesada y el sargento Jhonander Ojeda Alemán- consiguieron hacer un amerizaje forzoso: en caso de choque directo, los restos de la aeronave se encontrarían dispersos en un radio mucho mayor del que se encontraban.

Esta marejada, con olas que han superado los cuatro metros de altitud, ha dificultado las labores de los equipos de rescate. Esta circunstancia ha entorpecido a los buques desplegados en la zona, pero fundamentalmente a los dos robots de búsqueda y a la veintena de submarinistas que, por turnos, rastreaban el fondo marítimo. El oleaje obstruye ahora la precisión de los operativos que tratan de izar los cuerpos de los tres militares.

3. Suciedad natural

La climatología adversa ha levantado una capa de suciedad natural -fundamentalmente, arena, otras partículas y sedimentos- que dificulta la visibilidad bajo el mar. Este es el principal problema que han encontrado los equipos en localizar la cabina, episodio que tuvo lugar este miércoles. A pesar del hallazgo, no se pudo confirmar la presencia de los cadáveres de los tres militares hasta un día más tarde. “Una vez inspeccionados los restos se ha certificado la presencia de los cuerpos”, apuntó ayer Pedro Morenés.

Desde Defensa se detalla que recuperar la cabina es una operación delicada. Si su localización fue un proceso complejo, asegurar los restos de la aeronave, izarla y certificar que los cadáveres no sufran ningún daño, lo es todavía más. Los efectivos desplegados han recibido la orden de que, ante todo, deben velar por su seguridad. Esta es la mayor prioridad; por delante, incluso, del rescate de los cuerpos.

4. Presencia de tiburones

Un tirador de precisión acompaña a los efectivos a bordo de una zodiac de alta capacidad. Su misión es la de disparar contra los escualos que, desde que se desplegó el operativo, han entorpecido la labor de rescate. Los submarinistas son los que están más expuestos a los animales, que habitan las aguas del Atlántico. El accidente tuvo lugar en el océano, a unos 75 kilómetros de las costas del Sáhara, después de un repostaje en tierras mauritanas.

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