Repetir en Lanzarote es poner a prueba, de fuego claro, tu capacidad de sorpresa, el vibráfono interior. Sorprenderse con el paso de los años es motivo de alegría, te mueve por dentro y te veras a ti mismo riendo en silencio una hora antes que en la península.

La Graciosa no se ríe. El Mirador del Río está cerrado por obras y el viajero que regresa tiene que bajarse la carretera sorteando ciclistas para soñar que cruza. En Lanzarote se pedalea mucho, con riesgo de muerte, entre tanto coche de alquiler con pegatina en la popa. A La Graciosa se cruza con solo mirarla, su pequeño puerto de postal parece la embajada de África en las Canarias. Como no tengo tiempo para coger el ferry me compró el librito de Elza Carrozza y Nick Wagner, La Graciosa (Ediciones Remotas. 105 pag), una joven pareja alemana de realizadores de documentales que a finales de los sesenta fotografiaron la isla antes de que el turismo la incorporase al circuito.

La Graciosa no está sola, le cubre las espaldas la isla Alegranza, parte del archipiélago Chinijo, con Montaña Clara, y los Roques del Oeste y del Este. Prometo navegarla, atracar en Caleta del Sebo (29º 13,45’ N 13º 30,10’ W), y leerme la antología de Pepe Hierro editada por Visor (Poesías Completas 1947-2002) cuando haya mala mar y no se pueda salir.

Lanzarote es Manrique y Manrique es Lanzarote. Este anagrama es de mentirijilla porque Manrique puso la isla en el mapa mediático, con su arte y su inmenso don para las relaciones públicas, y también con su lucha por mantener el entorno protegido de la especulación feroz, pero Lanzarote es 20 millones de años anterior al artista. Para mí Manrique es Diego y no Cesar, así que cada vez que el viento dobla una esquina y se pronuncia Manrique me cuesta dejar de pensar en el maestro de periodistas y reviso su cuenta de Twitter. Si no le sigues en redes hace tiempo que te desconectaste. Para Lanzarote Manrique es César, el emperador vitalicio de esta isla de 845 km cuadrados.

Como repetidor recomiendo la visita a su casa en Haría, un hogar rico en personalidad, humilde en fastos, con sus libros, su vinilo de King Crimson, su Trinitron Sony, sus pequeñas piscinas encaladas y su cama. Me da por pensar en los amores de César sobre este colchón. A algún que otro amante se le adivina en las fotografías de su casa museo. Sus fotos de adolescente en la ventosa playa de Famara apuntan a que debió ser un artista de alto voltaje erótico.

Logotipo sobre el cielo de Lanzarote, en El Mirador del Rio.

Logotipo sobre el cielo de Lanzarote, en El Mirador del Rio.

Mi rincón favorito es el baño principal, con sus azulejos con una monstera deliciosa pintada de azul y esos lavabos Dolomite. Si tienes que elegir algo que ver de Manrique -Cesar- su casa de Haría con su piedra de filtrado de agua (el método tradicional para depurar la lluvia recogida en el aljibe) en el patio es el lugar. En la misma calle si tienes suerte verás a Eulogio Concepción (89), el célebre cestero del pueblo, trabajando en su taller y protestando porque ya nadie le trae ramas de palmera para seguir trenzado y quejarse de la radio, que en cuanto pone el fútbol se pone nervioso y la apaga. La radio tiene una funda, también trenzada, todo en la vida de Eulogio parece haber sido trenzado previamente, incluso su viudedad. Nada pude comprarle. No tenia ni un cesto que vender, ni palma para trenzar. ¿Cómo es posible?

Jose Antonio García García, ingeniero zamorano, es un ex convicto, un fugado laboral. Dejó Ferrovial cuando se detuvo ante una casona centenaria en el pueblito de Haría (4900 habitantes). Como buen ejecutivo estudió el terreno, las estadísticas turísticas (Lanzarote tiene un flujo casi constante de turistas el año entero), quiénes eran los vendedores (dieciséis herederos, descendientes del ilustrado del pueblo, y sus correspondientes sociedades patrimoniales) e hizo una oferta.

Cinco años después, tras haber arreglado personalmente, puerta a puerta, pasillo a pasillo, cada detalle de esta casona de 8 habitaciones y haber replantado alguno de los 30 naranjos que le dan nombre, regenta este hotel -Hotel Los Naranjos- que dice ser el único alojamiento del norte de la isla de Lanzarote. No dejen de ir. No tiene perdida. El olor del azahar les guiará. El huésped sentirá como en esta isla volcán dormida el tiempo se detiene y se sentirá viajero de viejo, siglos atrás desayunando frente a la Enciclopedia Espasa de 1936 o querrá ser Agatha Christie si sube a escribir a la biblioteca del antiguo propietario. No deje de pedir al casero que le deje fisgar en la colección de revistas de época y deleitarse con la publicidad. Imposible no soñar con crear una obra maestra de madrugada en una biblioteca tan sabia.

Lanzarote no se repite. El mojo tampoco. Yo soy del verde pero los hay del picón. El mejor me lo tomé bajo el ficus gigante de la Bodega Santiago (ojo no abre los lunes). Se puede uno jugar una comida intentando averiguar cuantos años tiene el ficus (Ficus carica) o discutir por el precio de venta de la casa al otro lado de la carretera (17.000 metros de terreno, 300 de casa a reformar totalmente por 350.000 euros no negociables). Refrescar el picón con un blanco Masdache (28 euros) de Puro Rofe de Vicente Torres, Pedro Umpierrez, Ascensión Robaina, bien frío. ¡Qué bien se come en esta bodega!

Alguna de las revistas de la biblioteca de El Hotel de Los Naranjos.

Alguna de las revistas de la biblioteca de El Hotel de Los Naranjos.

Lanzarote es vetusta y modernísima: los cangrejos albinos en Los Jameos del Agua a los que los turistas cafres lanzan monedas son diseño natural; la imitación de las sillas de Harry Bertoia con sus cojines de plástico naranja recuerdan a la arquitectura del mejicano Luis Barragán. Los Jameos vigilados por helechos, monsteras y aspidistras con sus tres bares, -el bueno depende de cual sea en el que de el sol- vivieron tiempos de guateques y de conciertos new age. Hay días que son decadentes y otros que de modernidad te dejan ciego. Me enfado con los nombres escritos a navaja en los cactus, que sobrevivirán a muchas de las parejas que aquí apuntaron su amor a golpe de navaja.

Si vas a Lanzarote compras. Yo me traje unos cuadernillos de cactus, editados por Barco Print, de papel reciclado fabricados en Lanzarote de manera artesanal, unos vinos del Grifo y me quedé sin salmón de Uga porque los fines de semana cierra que para eso en esta isla se vive a ritmo africano. Y también algunos libros de jardinería: el dossier sobre la construcción de El Jardín de Cactus de Naturaleza, Arte y Cultura de Pascal Garbe y también Lanzarote, Jardín de Cactus (Premio Internacional Carlo Scarpa per il Giardino 2017).

Para Ebay ya en el foro me deje la zambullida en los libros de arte que sobre Cesar Manrique fueron editando en los setenta y los ochenta, los más interesantes (En sus propias palabras, en conversación con Fernando Aguilera). Lastima no encontrar las reproducciones en juguete de sus esculturas móviles en carretera espero que las reediten.