El futuro, decididamente, llega a varias velocidades. Google se ha convertido en la compañía no eléctrica que más energía adquiere de fuentes renovables en el mundo, con la idea de poder anunciar en no mucho tiempo que toda la energía que consume, incluyendo la que alimenta sus enormes centros de datos, proviene de instalaciones de generación renovable, fundamentalmente solares o eólicas.

En el año 2015, Apple anunció que el 93% de su consumo eléctrico, incluyendo el 100% de la energía que consumían sus centros de datos, provenía también de fuentes renovables. Facebook anuncia que llegará al 50% de abastecimiento mediante energías renovables en 2018 utilizando parques eólicos en Texas, los mismos que abastecen a Salesforce.com, mientras Amazon anuncia la construcción de un gran parque eólico de cien turbinas en Texas, que se une a iniciativas previas en Indiana, Carolina del Norte y Ohio, y una planta solar en Virginia.

¿Qué lleva a que estas compañías tecnológicas, no dedicadas a la generación de electricidad, destinen tanto empeño e inversión a las energías renovables? ¿Simplemente una cuestión estética? Si fuese así, bienvenida sea la estética... Más de la mitad de la producción de las instalaciones de producción de energía renovable en los Estados Unidos no están disponibles para ser adquiridas por compañías eléctricas, simplemente porque ya fueron adquiridas por compañías de otro tipo. ¿Simplemente para hacer bonito en la memoria corporativa? No, la cuestión, obviamente, va bastante más allá.

Mientras algunos aún creen que las energías renovables son simplemente una cuestión estética, otros invierten agresivamente en adquirirla, o incluso se integran creando sus propias instalaciones. Que una nueva sede corporativa o un centro de datos tenga sus techos tapizados de paneles solares o incluya en sus instalaciones un área dedicada a aerogeneradores empieza a ser ya relativamente habitual, parte de un cambio de mentalidad que, contrariamente a lo que sería razonable, no está siendo liderado por compañías eléctricas.

En España, el caso es aún más preocupante: en un país con enormes posibilidades para la generación de energías renovables, hemos presenciado operaciones para retrasar su implantación o para dificultar su desarrollo a nivel residencial con excusas absurdas e intentos de crear inseguridad jurídica, todo para seguir quemando unos combustibles fósiles que lastran absurdamente nuestra balanza de pagos. Mientras las compañías más punteras trabajan agresivamente para abastecerse de energías renovables y mientras la tecnología va ofreciendo cada vez mejores rendimientos, nuestro país, que ofrece posibilidades amplísimas en este ámbito, sigue buscando excusas peregrinas para no hacerlo.

¿Para cuándo un verdadero cambio de mentalidad?