El verano se presenta interesante en el panorama de adquisiciones tecnológicas, también conocido eufemísticamente como M&A: la joya de la corona británica, ARM, comprada por los japoneses de Softbank; una vieja gloria como Yahoo adquirida por Verizon, la alemana Daimler tomando posiciones en el futuro de la automoción comprando Hailo para unirlo a MyTaxi, los chinos de Didi Chuxing adquiriendo las operaciones de Uber China, la posibilidad de que la naciente estrella del comercio electrónico Jet.com sea comprada por Walmart... y vendrán más!

Las adquisiciones están a la orden del día: ves fuera de tu compañía algo que te interesa, y te lanzas a comprarlo como si no hubiera mañana. Son algo habitual en la vida corporativa: hay compañías que las han convertido en auténticos elementos centrales de su estrategia, y que han creado departamentos especializados en este tipo de operaciones, llenos de genios de la hoja de cálculo capaces de retorcer los números hasta que canten. Proyecciones de cash flows descontadas con tipos totalmente arbitrarios, multiplicadores misteriosos establecidos en función de “lo que se lleva en la industria”... la inmensa mayoría de los departamentos a cargo de adquisiciones siguen criterios exclusivamente financieros y pensados para lo mismo: adquirir al precio más bajo posible.

¿Qué adquirimos realmente cuando nos hacemos con una compañía? Las empresas no son más que las personas que las componen: todo lo demás es accesorio. Ni siquiera los activos más especializados funcionan sin las personas adecuadas detrás. Por tanto, lo que deberíamos hacer cuando nos planteamos adquirir una compañía debería ser lo que ocurra con la compañía y sobre todo, con las personas que trabajan en ella, una vez adquirida, no tanto el precio que paguemos por ella.

De nada vale obtener un precio adecuado si, tras pagarlo, todas las personas que hacían que la compañía adquirida funcionase como funcionaba toman el dinero y corren, y nos encontramos con un esqueleto sin alma, repoblado con sangre nueva recién llegada, y sin ningún tipo de conocimiento específico. O peor, cuando los que eran realmente importantes se han ido y te has quedado únicamente con los que carecen de valor de mercado, con los que no valen para nada en ningún otro sitio. O con un fundador obligado a quedarse en contra de su voluntad, pero dispuesto a dejar pasar el tiempo hasta que termine el acuerdo que firmó.

Las adquisiciones son un elemento de la estrategia empresarial que necesita un claro replanteamiento. Mientras no sea así, seguiremos tirando el dinero y comprando cosas que no valía la pena comprar.