Lo más preocupante del debate electoral del pasado día 7 es que el protagonismo no se lo llevó ninguno de los candidatos que supuestamente debatían y exponían sus ideas, sino los chistes y memes que se fueron creando a lo largo de la noche.

Que Twitter sea hoy una red indispensable para entender la actualidad es algo que no escapa a nadie. La red del pajarito azul podrá estar pasando dificultades y tener problemas de crecimiento, pero si no existiese, habría que inventarla. Como es habitual con muchos contenidos televisivos, muchos fueron los que se sentaron a ver el debate con el smartphone o el tablet en la mano, simultaneando la televisión con lo que otros comentaban en la red.

Bien está la bidireccionalidad, bueno es que podamos expresar nuestras opiniones según se nos ocurren cuando escuchamos a un candidato, o que podamos hacer gala de agilidad e ingenio creando un meme ingenioso basado en ello... pero la política debería ser algo más. Twitter está muy bien, pero no es el fin, sino el medio.

Tengo la incómoda impresión de que en la política española nos hemos instalado en la superficialidad, en el consumo rápido de ideas, en el chiste ingenioso, en el tuit. Y 140 caracteres, siendo un formato muy interesante, no es el más adecuado para el análisis de ideas políticas, o para decidir un voto.

Que se considere a un candidato como ganador en función de una encuesta abierta me parece patético, porque nadie responde en función de lo que los candidatos hayan dicho, sino de sus sesgos y simpatías personales. Como métrica no solo es completamente inválida, sino directamente absurda. Que se pretenda dar por victorioso a un candidato en función del número de tuits que se han generado sobre él me parece demencial. Twitter es genial, sí... pero no sirve para eso.

Lo que hace falta en España es menos memética y más análisis riguroso. Alguien debería pararse a pensar si se puede dar el voto a quienes están implicados en algunos de los escándalos de corrupción más graves de la historia de la democracia. O a quien decide no acudir a un debate y mandar a su segunda porque le da miedo. En cualquier país normal, eso sería causa ya no para perder unas elecciones, sino para un escenario de hecatombe electoral. Aquí, hacemos unos cuantos memes divertidos, y la cosa se queda ahí.

A ver si lo que pasa es que con tanto meme nos están tomando por memos. O peor aún, lo estamos siendo.