Los pujoles siguen descojonándose de la España "discutida y discutible"; los pujoles siguen con su saga/fuga desde las alturas de Andorra o desde el pico del monte Aneto, donde se inmortalizaron con el patriarca en una fotografía que es todo un tratado de cómo extrapolar Sicilia al Pirineo y reactivar a la vez el tejido económico y la empresa familiar. Haciendo país.

Los pujoles viven, pactan, roban, viven, pactan de nuevo y paren patriotas como conejos; bien recordaba Vázquez Montalbán aquellos cursos matrimoniales que Jordi Pujol impartía hace algunos años con su planta imborrable de buen católico. El catalanismo burgués ha sentado a un pobre en su mesa, a Baños, que igual se monta una semana trágica y rupturista por el Paralelo que te abre una revistilla castellanohablante. Dicen que Baños tiene encanto, que te "camela en los postres", y así lo quieren traer a Madrid a darnos un desayuno.

Y luego Forcadell hablando de justicia a la España toda. Carme Forcadell con las gafas en el tetamen, solemne en su disparate y pasándose por el forro la democracia, la Transición, el avión de Tarradellas, la realidad del número y la mínima cortesía parlamentaria. La desconexión pasa por entender la legalidad conforme y según, por relativizar la verdad de los plebiscitos y constituir una república .cat enfangada hasta las trancas.

La unidad popular por Cataluña es una locura transideológica donde se desbarra, donde se vive al día y donde los políticos van en americana o directamente en camiseta, que en eso consiste la convergencia y el derecho a la autodeterminación de los pueblos. Todo y más se permite en el nuevo estado -europeo o no, ya se verá-.
Conforme la "firmeza" de Rajoy deriva en cachondeo y peinetas, España queda en estado de gaseosa, vacía ante la estupefacción de Europa.

Lo de la Junta de portavoces del martes no rozaba el esperpento, directamente iba más allá: lo del martes fue un festejo del surrealismo. Y la moción soberanista, entretanto, que hace camino al andar.

España tiene algo trágico que siempre ha arreglado al borde, casi, del precipicio. Pero el monstruo catalán ya resulta ingobernable. El problema de Cataluña es el hijo histórico de Rajoy y de su curioso concepto de patria y eficacia. Advierte Fernández Díaz que no va a enviar a los picoletos "a desfilar por la Diagonal" y que el presidente es el prototipo de "prudencia y fortaleza". Tan fuerte como el amigo tesorero.

Incluso más.