Benny Gantz en la sede de su partido en Tel Aviv, Israel, el 3 de marzo de 2020.

Benny Gantz en la sede de su partido en Tel Aviv, Israel, el 3 de marzo de 2020. Corinna Kern Reuters

Oriente Próximo

Biden se salta a Netanyahu y llama a su enemigo político, Benny Gantz, para pedirle un alto el fuego

Kamala Harris se reunió este lunes con el ministro de Defensa israelí para acercar posturas de cara a un posible acuerdo con Hamás. 

5 marzo, 2024 02:30

Joe Biden se ha hartado definitivamente de Benjamin Netanyahu. Después de décadas de amistad solo alterada el año pasado por los intentos del primer ministro israelí de controlar el Tribunal Supremo de su país, el presidente estadounidense ha dicho basta y lo ha escenificado de la manera más pública posible. El desencuentro ahora mismo entre ambos gobiernos es absoluto. Las explicaciones de Israel en torno a la masacre de más de cien palestinos el pasado jueves en Gaza City no han convencido a la Casa Blanca, donde no se olvida el “papelón” que su presidente hizo la semana pasada al anticipar un alto el fuego mientras sostenía un helado.

La hostilidad diplomática entre ambos países se ha hecho tangible en las últimas horas en tres contextos diferentes: para empezar, Netanyahu ha decidido no enviar delegación propia a la cumbre de El Cairo pese al énfasis de Estados Unidos en cerrar de una vez un alto el fuego que permita la entrada de ayuda humanitaria en Gaza y la liberación de los rehenes. Israel argumenta que Hamás no les ha entregado una lista con los secuestrados que quedan vivos y eso, en su opinión, solo puede significar dos cosas: que Hamás no sabe quiénes han muerto y quiénes no… o que ni siquiera sabe dónde están. 

En cualquiera de los dos supuestos, pero especialmente en el segundo, la negociación se convierte en un absurdo, pues una de las partes no va a poder cumplir con su parte del acuerdo. Ahora bien, hay más cosas que negociar en El Cairo y, al fin y al cabo, estas reuniones auspiciadas por Estados Unidos, Egipto y Qatar son la tenue esperanza a la que se aferra la comunidad internacional. No molestarse siquiera en enviar delegados es una manera de afear el esfuerzo tanto de los anfitriones como, sobre todo, del aliado estadounidense.

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La extraña reunión de Kamala y Gantz

Este desprecio ha sido la gota que colma el vaso. La Casa Blanca ha decidido saltarse a Netanyahu en sus negociaciones y la vicepresidenta Kamala Harris se reunió este lunes con Benny Gantz, exjefe de las Fuerzas Armadas de Israel, miembro del Consejo de Guerra y ministro sin cartera del gobierno hebreo, para acercar posturas de cara a un posible acuerdo con Hamás. 

El encuentro no tiene ninguna utilidad práctica. De entrada, Gantz no es el tipo más pacifista del mundo. Es cierto que siempre ha tenido una sensibilidad hacia la cuestión palestina de la que Netanyahu ha carecido y que personifica un centrismo difuso frente a los aliados de extrema derecha del primer ministro israelí. Ahora bien, Gantz es un militar y a la disciplina militar se debe. Recientemente, manifestó en su país que Israel debía atacar Rafah durante el mes de Ramadán para acabar la guerra si no se cumplían todas las condiciones de Tel-Aviv, incluida la rendición total de Hamás. Como se ha visto y como la propia Harris sabe de primera mano, esa es una opción que los terroristas no contemplan.

Benny Gantz y Kamala Harris durante su reunión este lunes en la Casa Blanca.

Benny Gantz y Kamala Harris durante su reunión este lunes en la Casa Blanca. X

¿Para qué reunirse con Gantz, entonces? Da la sensación de que hay más de propaganda que otra cosa. A Gantz, en términos de política interior, le viene muy bien. Tanto él como su partido se sienten marginados de los acuerdos del Consejo de Defensa y, en tiempos convulsos, esta publicidad le permite presentarse como un hombre leal a Israel, pero capaz también de negociar con sus aliados y convertirse en una alternativa real a Netanyahu. A su vez, a Harris y Biden les sirve para mandar un mensaje rotundo al primer ministro: si sigue sin hacer caso a Estados Unidos, pronto se puede encontrar con un apoyo a la oposición más grande del que imaginaba.

Ante el revuelo por su viaje a Washington, el propio Gantz ha tenido que reconocer que no representa al estado de Israel en su visita, sino que solo se representa a sí mismo. De hecho, el embajador israelí, Michael Herzog, ha recibido órdenes de no acercarse a la Casa Blanca para no dar legitimidad alguna al encuentro. Debe de ser la primera vez que una vicepresidenta de Estados Unidos se reúne sin más con un político israelí sin representación oficial alguna. 

El frente de Hezbolá en Líbano

Más allá de la reunión con Gantz, Harris fue muy contundente en su evaluación del conflicto de Gaza. En un acto conmemorativo de la matanza en 1965 de varios activistas por los derechos raciales en Selma, Alabama, la vicepresidenta utilizó un lenguaje y un tono especialmente agresivos con la administración Netanyahu. “El gobierno israelí debe esforzarse más en aumentar la entrada de ayuda humanitaria de forma significativa. Sin excusas”, afirmó Harris, quien utilizó los términos “catástrofe humanitaria” para referirse a la situación actual en la Franja.

Como se ve, el enfrentamiento es de tal dimensión que cada vez es más complicado ponerle freno. Al desencuentro de El Cairo y las palabras de Harris, hay que añadirle la visita del enviado especial de Estados Unidos, Amos Hochstein, a Beirut para negociar directamente con los líderes libaneses la situación en la frontera con Israel, donde tropas de las IDF y terroristas de Hezbolá mantienen sus escaramuzas. Desde el inicio de la guerra, cuando Hasan Nasrallah, líder de la milicia chií, amenazó con apoyar a Hamás en caso de intervención militar israelí en respuesta de los brutales atentados del 7 de octubre, Estados Unidos ha intentado evitar la expansión del conflicto al norte.

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Irán parece haber dado órdenes a Nasrallah de que no provoque una guerra abierta, pero a veces da la sensación de que el gobierno israelí no vería con malos ojos un segundo frente. Tel-Aviv insiste en que Hezbolá debe retirarse a las posiciones marcadas por la resolución de la ONU de 2006 que puso fin a la guerra entre la guerrilla y el estado hebreo. De lo contrario, entrará en Líbano y creará por su cuenta y riesgo una zona de exclusión. 

En Beirut, la visita se entiende como una garantía de seguridad cuando se va a cumplir un año y medio de la dimisión del presidente Michel Aoun que dejó al país sin líder reconocible, en medio de la lucha entre distintas facciones cristianas, sunitas y chiíes. También hay quien ve un intento de forzar una tregua en Gaza a través de Hezbolá y saltándose de nuevo a Netanyahu, pero eso, sencillamente, no es posible. Biden y Harris se quieren vender como aliados de Israel… pero enemigos de Netanyahu. Por convicción y por conveniencia política. Si estos gestos tendrán consecuencias de entidad es lo que está por ver. De momento, no parece.