Imagen de las protestas durante las manifestaciones en La Habana el pasado noviembre.

Imagen de las protestas durante las manifestaciones en La Habana el pasado noviembre. Efe

Mundo EL AÑO QUE SE VA

Cuba, del "Patria o muerte" al "Patria y vida"

Las protestas de julio en la isla al grito de “Abajo la dictadura”, aunque reprimidas concontundencia por el régimen, han dado esperanzas a la oposición en su lucha a largoplazo para lograr la democracia multipartidista. Mientras, el Partido Comunista se haenrocado en el inmovilismo tras el relevo de Raúl Castro en abril.

24 diciembre, 2021 05:49

Cuba ha sido un punto rojo bien marcado en el mapa de la geopolítica mundial desde que los hermanos Fidel y Raúl Castro y sus compañeros de la guerrilla de Sierra Maestra entraron en La Habana en el Año Nuevo de 1959 y derrocaron la dictadura de  Batista. En el contexto de la Guerra Fría, su revolución social derivó enseguida en otra dictadura aún vigente, la del Partido Comunista.

Después de unos años de aparente tranquilidad, la antigua isla española ha vuelto a las portadas en 2021 por las protestas de julio contra el régimen. Aunque el Gobierno las sofocó rápidamente, muchos ven en ellas el inicio de una oposición más amplia y organizada que acabará por provocar (más bien a largo plazo) un cambio en el sistema de partido único y la instauración de una democracia real, multipartidista.

Los movimientos políticos de calado comenzaron en abril, cuando el Partido Comunista de Cuba (PCC) celebró su VIII Congreso entre el 16 y el 19 de ese mes y aprobó que Miguel Díaz-Canel, de 61 años, que ya ejercía como presidente del país desde octubre de 2019, asumiera también el liderazgo del PCC en sustitución de Raúl Castro, de 90 años. Este relevo generacional dentro del sistema no ha supuesto de momento ningún cambio. De hecho, Raúl sigue vigilando como tutor “con un pie en el estribo”, como dijo al despedirse. El inmovilismo de este enroque ha contribuido a aumentar la frustración entre los cubanos de dentro y fuera de la isla que aspiran a una revolución democrática.

La prueba de que el régimen no aflojaba la mano frente a la disidencia sino todo lo contrario se vivió pocos días después del VIII Congreso. El 30 de abril, en la calle
Obispo, en La Habana Vieja, detenían a 12 personas acusadas de “desórdenes públicos” y “resistencia” por manifestarse pacíficamente en apoyo de Luis Manuel Otero Alcántara, que estaba en huelga de hambre en su casa mientras fuera lo cercaba la Policía. Los detenidos eran gente tan peligrosa como activistas de derechos humanos, periodistas, artistas... Lo recuerda Amnistía Internacional, que denunció el caso y ha declarado a varios de ellos como presos de conciencia.

No habían pasado aún 100 días de la subida de Díaz-Canel al cargo de Primer Secretario del PCC cuando, para sorpresa de muchos, el 11 de julio decenas de miles de
cubanos se echaban a las calles, la inmensa mayoría pacíficamente, al grito de “Abajo la dictadura”. Las protestas se extendieron por más de 50 ciudades de punta a punta de la isla, de Santiago de Cuba a Pinar del Río. En La Habana, se concentraron más de 2.000 junto al edificio del Capitolio, la sede de la Asamblea Nacional del Poder Popular.

En Cuba, el Estado permite criticar los fallos en los servicios públicos, siempre que la queja no implique reclamar un cambio del orden legal. En cuanto la protesta se hace colectiva y se articula, la corta de raíz. Es lo que pasó entonces. El presidente Díaz-Canel recurrió al tono más agresivo para llamar a los partidarios del sistema a aplacar y silenciar en las calles a los manifestantes, tildados de agentes exteriores y saqueadores, al tiempo que enviaba como refuerzo a los boinas negras, las fuerzas especiales del Ejército, para atajar las manifestaciones y los puntuales disturbios que se produjeron.

La Policía detiene a una persona en La Habana durante las protestas de este domingo en Cuba.

La Policía detiene a una persona en La Habana durante las protestas de este domingo en Cuba. Reuters

Esos días, se vieron imágenes de algunos coches policiales volcados. Algo inédito. También se vio a policías azuzando a sus perros de presa para meter en los furgones a los detenidos. Los relatores de Derechos Humanos de la ONU pidieron explicaciones al gobierno de Díaz-Canel.

Los manifestantes de julio denunciaban la combinación de pobreza y falta de libertades, agravadas por la pandemia. Paradójicamente, mientras las autoridades y los científicos cubanos se distinguían por inventar su propia vacuna, llamada Abdala, y colocarse entre los países del mundo con mayor vacunación, en las farmacias no había antibióticos, que sólo se conseguían en los hospitales.

Millones se han quedado sin apenas más recursos que los alimentos de las cartillas de racionamiento, debido a la caída casi total del turismo por el coronavirus. El país depende para subsistir de las divisas que ingresan los turistas y las que envían a sus familias los emigrados o exiliados en el extranjero (de los 11,3 millones de cubanos, 1,65 -el 14,6%- vive en el exterior, sin contar los descendientes cubanoamericanos de anteriores éxodos).

Estallido social

En esta situación de carestía que ahonda la habitual del país, lo raro es que no se produjera un estallido social. Pero a diferencia de otras crisis anteriores, como la de los balseros de 1994 durante la etapa del periodo especial tras la caída de la Unión Soviética, esta vez el régimen no puede usar tanto la solución migratoria como espita para aliviar la presión. Fidel Castro respondió al Maleconazo del 5 de agosto de 1994 permitiendo que quien quisiera se fuera en balsas hacia Estados Unidos, usando así la emigración como arma arrojadiza frente al rival “imperialista” del norte. En cambio, desde 2013, cuando se eliminó el permiso previo del Estado para abandonar el país, cualquier cubano puede salir de la isla. El problema ahora es tener dinero para el viaje y que lo acepten en algún destino.

Se calcula que en julio hubo entre 7.000 y 8.000 detenidos, la mayoría de los cuales quedaron libres pero con condenas rápidas y multas desorbitadas por “desórdenes”, “desacato” o “atentado”. Aún quedan en las cárceles, condenados o a la espera de juicio, medio millar de detenidos políticos, de los que varias decenas son menores de edad acusados de vandalismo.

El presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, habla atiende a los medios durante las protestas en San Antonio de los Baños.

El presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, habla atiende a los medios durante las protestas en San Antonio de los Baños. Reuters

La magnitud de estas protestas alimentó la expectativa de que fuera el desencadenante de una revolución. El régimen impidió su desarrollo con una represión contundente, empezando por prohibirlas. El lunes 15 de noviembre, las marchas convocadas en todo el país para continuar las protestas quedaron en nada, a la fuerza, por la vigilancia policial y la intimidación de los seguidores del Gobierno.

El caso más conocido lo sufrió el dramaturgo y opositor Yunior García, de 39 años, a quien los agentes de seguridad impidieron salir de su casa para realizar la valiente marcha en solitario que había anunciado. Días después se exilió en España, donde la oposición cubana está cobrando fuerza. Siguió el destino de otros disidentes, como los presos políticos que retrata la película documental Plantados, estrenada en España el 19 de noviembre, o como el periodista Raúl Rivero, que murió el 6 de noviembre en Miami.

Para silenciar las marchas convocadas para el 15 de noviembre, el gobierno cubano retiró las credenciales a los periodistas locales de la agencia Efe, en un incidente que evidencia el acoso y presión que sufren los informadores. Antes, el 11 de julio, cortaron internet para abortar la extensión de las protestas a través de las redes sociales, en un país que ha sido de los últimos del mundo en permitir, de forma controlada, el acceso de la población a internet.

El activista cubano Yunior García.

El activista cubano Yunior García. EFE

Como lema de las movilizaciones, muchos coreaban “Patria y vida”, la canción premiada con un Grammy que se ha convertido en el himno de los que piden democracia real. Su título da un irónico giro copernicano al “¡Patria o muerte! ¡Venceremos!”, eslogan del castrismo que puede verse por toda Cuba, como frente a la legación de Estados Unidos en La Habana. De forma elocuente, uno de los coautores de la canción, el músico y activista de derechos humanos Maykel Castillo Pérez, El Osorbo, está desde el 18 de mayo encarcelado por su activismo.

El 25 de noviembre, los actos de conmemoración por el quinto aniversario de la muerte de Fidel Castro, el líder supremo de la Revolución, sirvieron como exhibición de fuerza de sus partidarios. Para ellos, la dictadura es un modelo de poder popular socialista frente al imperialismo. En La Habana abrieron un museo dedicado a la vida y obra del Comandante en un acto presidido por Raúl Castro, Díaz-Canel y el aliado venezolano, Nicolás Maduro. Y una manifestación masiva de “300.000 personas” desfiló por las calles de Santiago, según subrayó a EL ESPAÑOL Fidel Castro Smirnov, nieto de Fidel, mientras descalificaba las protestas de los cubanos opositores como irrelevantes en tamaño y obra de una manipulación extranjera.

Como el pueblo cubano no es unánime sino plural, la única manera de que pueda saberse a quién apoya cada uno es dejar que todos puedan expresar su voluntad
libremente. Para ello, habría que cambiar la Constitución de 2019, que consagra el dominio exclusivo del Partido Comunista.

La evolución de los acontecimientos en 2022 probará si las protestas de 2021 han sido un brote aislado de descontento que se diluirá cuando se reactive la economía por el turismo, o si han sembrado las semillas para una transformación política inclusiva. Los ejemplos de otros países latinoamericanos, de Chile a Bolivia, donde la izquierda gobierna tras llegar al poder en elecciones libres deja sin argumentos a los defensores de la única dictadura comunista del hemisferio occidental. Con el bloqueo comercial de Estados Unidos como su última excusa, la pregunta es cuánto tiempo más podrá justificar la represión de los opositores.