En julio, Madrid, una ciudad boyante en cuanto a la oferta escénica se refiere (los amantes del teatro se suelen frustrar porque no llegan a todo lo que le interesa), se torna casi en un páramo. Las temporadas regulares de las salas privadas y, sobre todo, públicas, ya se han terminado. La actividad se desplaza a los festivales de verano con particular protagonismo para Grecia y el Siglo de Oro. Ahí están Almagro, Mérida, Olmedo, Chinchilla, Niebla…

En Barcelona tienen un festival muy potente, como es el Grec. Y en Madrid, donde en su día cayó el Frinje que se hacía en Matadero, tenemos los destellos de los Veranos de la Villa. Pero lo cierto es que en la capital no hay mucho donde escoger. Para enriquecer ese panorama y ofrecer opciones culturales frente a la monopolizadora rutina de las terrazas, la Sala Cuarta Pared, espacio histórico nacido en los agitados tiempos de la Movida, han desplazado la tercera edición de su Festival Essencia al mes más candente del año.

“Es cuando tenemos más tiempo, los días se estiran y se puede dedicar más margen a cosas que nos apetecen, darse un gusto participando en actividades que necesitan un poco de calma”, explica Javier G. Yagüe, director de esta cita estival. “Esa calma que no tenemos el resto del año. Además, hay gente que puede venir a Madrid si algo le interesa. Hemos podido convocar también un encuentro de profesionales, el Observatorio Teatral, que en otro momento hubiese sido imposible. Creemos que julio es un buen mes para hacer una inmersión en el teatro”.

[Sala Cuarta Pared, premio Nacional de Teatro]

Son pues diversos focos de atracción los que ofrece Essencia, un nombre que tiene su ‘apellido’: Festival de la Teatralidad. Yagüe enuncia las razones de este bautismo: “Creíamos que valía la pena encontrarse para ver, hablar y pensar el teatro. Un festival que no quería ser un mero contenedor de espectáculos sino que fomentase el encuentro entre espectadores y creadores. Que ayudase a reflexionar sobre los lenguajes teatrales, a responder a la curiosidad de los espectadores inquietos”.

Son una variedad de cuestiones las que ponen sobre el tapete: ¿qué es el teatro? ¿cuál es su esencia?, ¿cuál es la esencia de los diferentes géneros teatrales?, ¿qué tiene el teatro de diferente?, ¿qué hace que la gente salga de la comodidad de su casa para encerrarse un sitio oscuro y alejado?... “Preguntas tan difíciles de contestar como esas que nos acompañan desde siempre: ¿quiénes somos?, ¿a dónde vamos?, ¿de dónde venimos? Quizá no encontremos la respuesta, pero es bueno preguntarse por todo ello. Y mejor hacerlo juntos, es más divertido”, apunta Yagüe, cofundador.

La idea es alinear espectáculo que sean difíciles de etiquetar, que rompan, de algún modo, los moldes. Estos días, podremos ver en la sala de la calle de Ercilla, piezas como La caja, finalista en los premios Max y adscribible al teatro documental. Pero hay más ‘teatros’ representados. El transdisciplinar, con La casa vacía. El inmersivo: Leviatán. Y el -describe Yagüe- “ecosocial”: Quiero colapsar a tu lado.

En el Ciclo Experiencias han escogido trabajos que “permiten a cualquier espectador conocer en el teatro por dentro, y participar en él. Ahí encontramos Leviatán, de Luis Sorolla; Cuerpos que escriben en el espacio, de Sanchis Sinisterra; Te invito a mi fiesta, de Aldara Molero; y 10 mujeres que pusieron a bailar el mundo, de Colectivo Doos. Ya se puede decir que el teatro, en Madrid, no cierra por vacaciones. Al menos no entre el 29 de junio y el 23 de julio.