El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, durante su visita a la capilla de la Inmaculada Concepción, en la Colegiata de San Isidro.

El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, durante su visita a la capilla de la Inmaculada Concepción, en la Colegiata de San Isidro. Carlos Luján Europa Press

Salud

Acostarse con una momia para espantar los males: la delirante ciencia curativa de los reyes de España

De Felipe III a Fernando VII, varios reyes y reinas de España se han metido en la cama con una momia cuando se les acercaba la hora de expirar.

24 octubre, 2022 01:26

Si bien ahora conocemos un gran número de enfermedades y cómo curarlas, no hace mucho que estos males se asociaban a la interferencia de malos espíritus o de la magia negra. Ahora, diseñamos fármacos eficientes y sofisticados robots quirúrgicos, pero antes se pensaba que las pócimas y los objetos sagrados eran la máxima vanguardia. No sólo el pueblo llano, sino algunos de los reyes más poderosos de la historia de España. A su alcance estaba una de las terapias más codiciadas del pasado: la momia de un santo.

Concretamente, se dice que varios reyes de España se metían en la cama con el cuerpo incorrupto de San Isidro Labrador, patrón de Madrid. Pero, ¿cómo pasó el bueno de Isidro de trabajar el campo a compartir lecho con la élite? San Isidro murió en el año 1172, pero no fue considerado oficialmente como santo por Roma hasta 1622. Ahora bien, durante esos 450 años que distan de una fecha a otra su cuerpo fue idolatrado tanto por el pueblo como por los monarcas con mucho fervor.

Quizás, demasiado. Juana Manuel, mujer del rey Enrique II de Castilla —que gobernó entre los años 1366 y 1379, con un reinado entre medias de Pedro I—, fue la primera que desató la locura por esta momia: al parecer le arrancó el brazo para uso y disfrute de sus milagros, aunque terminó devolviéndolo. Más famosa que ella es Isabel la Católica. Esta monarca fue a venerar el cuerpo con unas damas y una de ellas, aprovechando que besaba los pies de la momia, le arrancó de un mordisco uno de sus dedos, que también terminó devolviendo.

Un milagro para un rey

¿Qué había hecho San Isidro para merecer esto? Pues aparte del simple hecho de aparecer su cuerpo incorrupto —un signo que se relaciona con la santidad—, se le asociaban milagros tales como provocar la lluvia cuando había sequía, castigar a los incautos que no creían en él, originar una fuente con propiedades sanadoras y muchas curaciones. Este santo siguió siendo un referente del pueblo hasta el momento en el que la corte española se asentó en Madrid y, a partir de ese momento, su candidatura para la canonización ganó unos amigos muy influyentes.

El más influyente de todos fue Felipe III, uno de los reyes Austrias en posesión del Imperio español en su máxima extensión. Este monarca es, presuntamente, el receptor de uno de los milagros de San Isidro. Volviendo de un viaje desde Portugal en 1619, Felipe III comenzó a sentirse indispuesto: experimenta fiebre, vómitos y diarreas. Además, según recoge la Real Academia de la Historia (RAH) en su página web, en ese momento y hasta su muerte se encontraba en un estado depresivo. Quienes lo acompañaban temieron que el rey no llegara a Madrid con vida y pararon en Casarrubios del Monte, en Toledo.

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Deciden entonces llevar la momia de San Isidro hasta esta localidad cuando todavía era beato para hacerle una visita a Felipe III en la cama. Este extraño ritual resultó funcionar, el monarca comenzó a sentirse mejor y se consideró a San Isidro artífice del fenómeno. Eso sí, Felipe III terminaría muriendo en 1621 de una infección bacteriana en la dermis, que ahora se ha observado como un agravamiento de la enfermedad de dos años antes. Esto no fue óbice para que al año siguiente en la celebración de su canonización —el pobre Felipe III se la perdió— se colocase una gran pintura del milagro de San Isidro a este rey como decoración y una de las pruebas del gran poder del labrador, como se explica en el artículo Canonizar a un santo medieval en la Roma de la Contrarreforma: Isidro Labrador, patrón de Madrid, de la historiadora María José del Río Barredo.

Su caso más complejo

A partir de entonces, otros reyes de España se apuntarán a hacerle la cucharita a Isidro al enfermar. De hecho, el siguiente en hacerlo no fue otro que Carlos II, el hechizado. El semblante de este rey, inmortalizado en muchísimos cuadros, ha quedado para la posteridad como el terrible efecto que tiene la endogamia extrema en los descendientes. De hecho, un gran número de investigadores recientes se han apuntado a descubrir qué enfermedad padecía este rey del que se decía que había sido víctima de un maleficio.

Lo más probable es que este rey padeciera el síndrome de Klinefelter, que consiste en que el portador tiene un cromosoma X de más. Esto se traduce en bajos niveles de testosterona, unos genitales pequeños e infertilidad. Según este estudio publicado en Historia de la Urología, el rey podía haber tenido genitales intersexuales y eyaculación precoz. Además, en su infancia padeció raquitismo, episodios de epilepsia, fiebres y hematuria. Si no fuera poco lo que le tocó por genética, se dice que contrajo paludismo y padeció experimentos dolorosos con el fin de que pudiera engendrar un hijo, sin éxito.

En la corte recibía aguas ferruginosas con vino y lavativas que, según la RAH, no hacían otra cosa que empeorar su estado. Teniendo en cuenta las perrerías por las que le hicieron pasar, ponerle a la momia de San Isidro en la cama fue, probablemente, una de las más benévolas. También se dice que un cerrajero llegó a arrancarle un diente a la momia para dejárselo a Carlos II debajo de la almohada con la esperanza de que le quitase todos sus males. A partir de 1698, el estado del rey empeora mucho y termina muriendo, según el artículo de Historia de la Urología, de una insuficiencia renal crónica.

Normalmente, a los reyes no suelen hacerles una necropsia, pero la convicción de que Carlos II estaba maldito era tal que con él hicieron una excepción. Como se explica en este artículo de EL ESPAÑOL: "Cuando le abrieron en canal, el cuerpo de Carlos II se asemejaba al de un fantasma: 'No tenía el cadáver ni una gota de sangre; el corazón apareció del tamaño de un grano de pimienta; los pulmones corroídos; los intestinos, putrefactos y gangrenados; un solo testículo, negro como el carbón, y la cabeza llena de agua'". De hecho, en este artículo se recoge un estudio científico que considera posible que el monarca padeciera también una hidrocefalia.

Se apuntan los Borbones

Con la muerte de Carlos II se produce el cambio de dinastía en España a los Borbones, que también se suben al carro de la terapia con momia. Lo siguiente que se sabe de los dones de San Isidro es que la mujer de Felipe V, María Luisa de Saboya, llegó a decir en cierto momento que había cierta duquesa que había conseguido un dedo de San Isidro, lo había triturado para hacer una pomada y se la había untado a su hijo afectado por una grave dolencia, con buenos resultados. 

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La siguiente en pernoctar con la momia milagrosa fue María Amalia de Sajonia, esposa del rey Carlos III. Esta reina llegó a sus últimos años de vida cansada por los múltiples partos que tuvo, la presión psicológica a la que se vio sometida e, incluso, una caída de un caballo. Además, se dice que le gustaba fumar buen tabaco traído de Cuba. Finalmente, cayó enferma de unas fiebres muy violentas y fue llevada al palacio del Buen Retiro donde recibió la visita de San Isidro en carne mortal (y tiesa). Por desgracia, la momia no tuvo en este caso la efectividad que se esperaba de ella y la reina murió en 1760.

De todas formas, esto no le quitó el ánimo de probarla a su marido, Carlos III. El monarca con fama de ser el mejor alcalde de Madrid finalmente se acostó con su patrón en 1788 cuando, finalmente, agonizaba víctima de una viruela que había afectado a más miembros de su familia. La Biblioteca Nacional de España recoge este episodio en su página web: "Con profunda veneración y respeto lo acercaron [al santo] a la cama de Su Majestad. El sumiller de Corps se puso de rodillas, inclinándose para que sobre su cuerpo descansase el del Santo y pudiera el Rey venerar. El confesor del rey le dijo que pidiera al santo por su salud corporal pero el monarca, según el periódico Memorial literario, dijo lo siguiente: 'Lo que deseo y os pido Santo Mío es la salud espiritual y que me alcancéis del Señor la salvación de mi alma, que la del cuerpo y todo lo de este mundo me importa poco'".

Después de esta visita, la momia volvió a acudir al lecho real del que es, probablemente, el monarca de España con peor reputación: Fernando VII. La Congregación de San Isidro apunta en su página web que la momia fue expuesta del 18 de septiembre al 15 de octubre de 1832, durante la enfermedad de este monarca. Sin embargo, el Rey Felón no murió hasta el 29 de septiembre de 1833 después de haber sufrido fuertes episodios de gota. Tras este episodio, no se encuentran más datos sobre reyes de España que acudieran a la momia de San Isidro en sus peores horas.

Por suerte, el conocimiento sobre las enfermedades ha aumentado considerablemente desde esa última fecha del siglo XIX. La momia de San Isidro sigue en Madrid, en la Colegiata de San Isidro de la céntrica calle Toledo, probablemente disfrutando de uno de los períodos más tranquilos de su descanso. Este año fue expuesta en primavera coincidiendo con el IV aniversario de su canonización, pero de momento se puede ir a visitar su iglesia, por fe o por acercarnos a un testigo excepcional de nuestra Historia.