Hiroshi Kobayashi.

Hiroshi Kobayashi. E. E.

Ciencia Robótica

“La emoción en los robots no es real, sólo se puede programar”

Hiroshi Kobayashi, creador del 'traje de músculo', es muy escéptico sobre la inteligencia de las máquinas del futuro.

31 enero, 2016 02:46
Pablo Romero Vídeo: Gonzalo Gómez

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Si uno teclea el nombre de Hiroshi Kobayashi en Google, el buscador devuelve información sobre un reputado sumiller afincado en España, un director de producciones anime y un veterano boxeador japonés. Pero a nosotros nos interesa hablar con otro Hiroshi Kobayashi, experto en robótica, catedrático en la Universidad de Ciencias de Tokio y de visita en España con motivo de la Global Robot Expo de Madrid.

Kobayashi ha venido a mostrar su traje de músculo, una estructura en forma de mochila con apoyos en los muslos que, gracias a unos émbolos neumáticos -los músculos artificiales-, ayuda a levantar peso sin que la espalda se resienta demasiado.

Los robot llega a Madrid en la primera gran feria

El científico afirma llevar 15 años desarrollando su invento, movido sobre todo por dos ideas: su deseo de crear algo realmente útil y el terror que le produce la idea de perder movilidad. "Lo peor que me podría ocurrir sería perder autonomía, tener que quedarme en la cama sin poder hacer nada", afirma. "Entonces decidí crear una tecnología que ayudase a las personas a moverse".

Su creación, muy práctica, en realidad no es algo nuevo. Existen exoesqueletos desde los años 60 del siglo pasado, y los músculos que usa -de un tipo llamado McKibben- llevan desarrollándose desde hace más de 70 años. Éstos funcionan de actuadores de la estructura; un actuador es el dispositivo o elemento que ha de ser capaz de transformar la energía eléctrica, neumática (presión de gas) o hidráulica (presión de líquidos) en energía mecánica para que una máquina funcione.

Kobayashi es investigador en la Universidad de Ciencias de Tokio. Allí se formó como ingeniero de mecánica. En un momento dado, se interesó por todo lo que tenía que ver con el reconocimiento facial, así que comenzó a sumergirse en el mundo de la robótica.

"Cuando era estudiante, lo primero que quería estudiar era todo lo relacionado con las expresiones faciales, para lo se necesita profundizar en inteligencia artificial", cuenta Kobayashi. "Eso me motivó para solicitar una plaza en la Universidad de Zurich, entre los años 1996 y 1997, en el laboratorio de inteligencia artificial, para profundizar sobre esta materia".

Me di cuenta de que la inteligencia de los robots tenía un límite, que no se podía llegar a una inteligencia robótica integral

No obstante, la primera decepción llegó muy pronto. "Tenía que pasar dos años como investigador en Zurich, pero resulta que al mes me di cuenta de que la inteligencia de los robots tenía un límite, que no se podía llegar a una inteligencia robótica integral, un poco como imagina la gente, ¿no?", recuerda este ingeniero. El problema era que el programa obligaba a permanecer dos años en Suiza.

En ese momento, su escepticismo sobre la capacidad de la inteligencia artificial comenzó a forjarse, así como su pragmatismo. "Cuando volví a Japón, tomé la decisión de seguir con mi carrera como ingeniero y fabricar cosas que realmente fuesen útiles".

Porque ¿se puede hablar en robótica de inteligencia? ¿Existen robots inteligentes? "Para que la inteligencia artificial en una máquina sea real, un robot tiene que ser capaz de reconocer por sí solo el entorno y, sobre todo, tener identidad propia", responde, y añade: "Creo que, a día de hoy y por lo menos mientras viva, esto no va a ser posible con la tecnología de la que disponemos".

Robots con depre

En la trayectoria profesional de Kobayashi pueden encontrarse algunos desarrollos robóticos que tratan de imitar conductas muy humanas, que buscan incluso una comunicación "emocional" entre humano y máquina. El caso de Saya, un robot femenino que saltó a los titulares de medio planeta en 2009 por tratarse de la primer robot-profesora para alumnos de quinto y sexto grado. También tuvo otro empleo, como recepcionista. Pese a su complejidad, no era más que un androide cuya cara hiperrealista, animada por 18 motores bajo su piel de látex, era capaz de imitar algunas expresiones faciales.

Sin embargo, quizá el reto más complicado para este científico fue deprimir a un robot. Mejor dicho, conseguir que un androide imitara las expresiones y la conducta de una persona deprimida.

"Estoy sorprendido porque nadie me pregunta por eso", comenta Kobayashi. "Tengo un amigo psiquiatra que estudia sobre los problemas de esta índole que pueden tener las personas", explica. Normalmente, cuando un profesor enseña a estudiantes de Medicina sobre este tipo de trastornos, utiliza vídeos en donde aparecen actores que representan las reacciones, las expresiones y el comportamiento de alguien que sufre depresión. De esta forma, los médicos aprenden a captar y detectar que alguien tiene ese problema.

"El problema era que, al final, todo el mundo sabe que son actores, es todo una actuación y no es real", apunta Kobayashi. "Entonces, mi amigo me pidió que tratase de desarrollar un robot que expresara y reflejara las expresiones y las conductas propias de una persona que tuviese depresión".

La razón para utilizar un paciente-robot era ofrecer una formación estandarizada y reproducible a los aspirantes a psiquiatras. Otro motivo era brindar a los alumnos la posibilidad de experimentar una entrevista médica más realista que con un actor gracias al aprovechamiento de las características del androide, que en principio fue especialmente programado para simular un conjunto de síntomas de la depresión unipolar por ser un trastorno mental común en todo el mundo.

Dos imágenes de alumnos de medicina practicando con el robot deprimido.

Dos imágenes de alumnos de medicina practicando con el robot deprimido. TUS

¿Cómo se deprime un robot? "Bueno, en realidad no sé si conseguí reflejar toda la realidad de la depresión con sus múltiples matices en el robot", confiesa Kobayashi, "pero por lo menos intenté programar cada tipo de reacción y de expresión según cada conducta, porque existen una serie de modelos, de patrones de conducta, en estos pacientes".

En cualquier caso, este investigador prefiere centrar su carrera en dispositivos para ayudar a la movilidad, más que en androides hiperrealistas que buscan la empatía humana. "Lo cierto es que la emoción en robots no es real, sólo se puede programar", zanja el científico.

¿Androides con poco futuro?

De hecho, Kobayashi prefiere alejarse de la robótica que imita a los seres humanos. "El tema de los androides no lo veo muy real, la verdad", apunta. "Vuelvo a decir que la inteligencia artificial no está suficientemente desarrollada como para que los androides nos sirvan realmente para algo útil de verdad". El experto cree que, de momento, "serán máquinas muy limitadas, inútiles para muchas tareas".

Fiel a su feroz pragmatismo, el ingeniero japonés asegura que la tecnología robótica camina hacia el desarrollo de funcionalidades que no vemos en aparatos llenos de tecnología robótica, que nos sirven y que son útiles en nuestro día a día.

"Por ejemplo, puede tratarse de una lavadora completamente automática, o bien un aparato de aire acondicionado también totalmente automático... Todo eso lleva tecnología robótica", recuerda. "Por eso, seguirá integrándose en nuestra sociedad incluso sin que nosotros nos demos cuenta", añade.

Los androides serán de momento máquinas muy limitadas, inútiles para muchas tareas

Así, según Kobayashi, parece que no hay razones para temer un futuro plagado de máquinas inteligentes conscientes, al estilo de Blade Runner, o que incluso terminen levantándose contra sus creadores humanos, como sucede en Terminator, The Matrix y otras fantasías de ciencia ficción.

"Como conclusión, yo diría que no va a ocurrir, y la razón es que la inteligencia artificial no está suficientemente desarrollada", afirma Kobayashi apenas cinco días más tarde de la muerte de Marvin Minsky, considerado padre de la inteligencia artificial, y dos después de que un potente algoritmo venciese a un jugador profesional del milenario juego chino de tablero Go. Y a continuación confiesa: "Hace muchos años que no creo que la inteligencia artificial pueda llegar a ser como nos la imaginamos".