Introspectiva

Por Manuel Mañero

El mundo litiga un capítulo habitual que de viejo no se recordaba más que en las hojas caducas de los árboles: el debate sin fondo de lo bello y de lo idóneo de su atribución a una belleza canónica perceptible por el tipo ideal medio concebido por la mayoría de las personas conscientes. En otras palabras, lo que acertaríamos a llamar belleza mediocre.

Una belleza para todos, única y con las aristas justas para bordear sensibilidades. Todo esto lo ha conseguido el fútbol y la fina impostura estética que Leo Messi y Luis Suárez aplicaron a la humillación fatal de la pena máxima al rival, consagrando el espectáculo al recreo visceral y el rechazo moral, otra tirantez, para nada liviana, del siglo de las luces de led: en su estertor querubín, idearon una filigrana para goce sobre todo de los propios y para escándalo de los muchos ajenos, ateos en su mayoría, que se resisten tanto al cambio como a perder las formas en la mesa. Cuando elevamos triquiñuelas cómodas, con su cuota justa de riesgo tomado, a la cada vez más barata categoría de arte, no estamos más que etiquetando una objeción personalísima dentro y fuera de nuestros círculos para granjearnos lo que consideramos bienestar rutinario, esto es, la aprobación mecánica de nuestros gustos siempre expuestos a los que sabemos que no van a rebatirlos por encima del límite que imponemos a nuestra paciencia.

Y esto ha pasado con el penalti de Leo y Luis: ha conchabado a los entusiastas del verso suelto y la revolución y ha abierto las heridas de los caballeros que, subjetividades formales aparte, valoran otra manera de ganar. Que obraran bien o mal sólo pesará en sus conciencias si las tienen, pues el juicio de los suyos es transparente y el de los extraños les es imperceptible: el valor que cabe otorgarle a esa valentía exhibicionista sin oposición no se sujeta en el ancestral trasiego de lo correcto, sino en todo caso sobre la generosa abertura que han dejado a las interpretaciones que todos quienes estén en posición delicada de machos alfa estén dispuestos a aplicar. También la historia desprendió retratos de asesinos a quienes se destacó, no por hábil o universal sino por diferente, su manera de secar vidas, interpretando así las libertades más ampliamente que ningún otro sobre la tierra. Claro que esto ya es subir otro peldaño.