La mediana edad tiene mala fama. Suele identificarse con uno de los periodos menos felices de la vida de una persona, entre la euforia de la juventud y la tranquilidad (y el tiempo libre) posterior a la jubilación.
Trabajo, cargas familiares, ser el que ayuda y no el ayudado. Entre los 40 y los 60 años, las responsabilidades aumentan y parece haber poco tiempo para el disfrute.
Por eso es la edad en que muchas personas sufren el llamado síndrome de burnout o de desgaste profesional, una condición registrada en guías como la Clasificación Internacional de Enfermedades, elaborada por la Organización Mundial de la Salud.
Esta, en su decimoprimera edición (la más actual), define este síndrome como el "resultado del estrés crónico en el lugar de trabajo que no se ha manejado con éxito" y se caracteriza por un sentimiento de falta de energía, el aumento de la distancia mental con respecto al trabajo y una sensación de ineficacia.
Para Arthur C. Brooks, profesor de la Escuela de Negocios de Harvard y uno de los mayores expertos en felicidad del mundo, el síndrome de burnout tiene que ver con quedarnos anclados en un tipo de inteligencia que hasta entonces no han impulsado pero ahora pierde protagonismo.
"Antes de los 40 años, la gente tiene mucho de lo que se conoce como inteligencia fluida", explica en vídeo de su cuenta de Instagram, que siguen más de 400.000 personas.
"Es la memoria de trabajo, la capacidad para concentrarte, la resolución de problemas, etc. Así que, si eres inteligente y trabajador, te va a ir bien mientras dependas de ti mismo".
Este tipo de inteligencia "tiene su momento álgido a los 39 años". Al pasar la barrera de los 40, sin embargo, "la gente tiende a estar quemada porque lo que antes era sencillo ahora es difícil, y lo que antes solía ser difícil ahora parece imposible, y te cansas de no estar haciendo ningún progreso real".
Aquí está la clave, según Brooks. La inteligencia fluida decae, sí, pero "hay otro tipo de inteligencia llamada inteligencia cristalizada que llega después. Aumenta de forma astronómica a lo largo de los 40 y los 50 años y se mantiene alta en tus 60, 70 y 80 años".
Esta no tiene que ver con la innovación, la memoria del trabajo o la capacidad de concentrarse sino que "va de la capacidad de enseñar, del reconocimiento de patrones, de motivar y ejercer de mentor".
Es ahí donde se puede destacar a partir de la mediana edad. "¿Por qué? Porque tienes una gran biblioteca en tu cabeza y sabes cómo usarla".
Brooks hace un llamamiento a cambiar el chip. Sí, en la treintena eres más rápido haciendo cosas, pero son cosas que conoces. "Serás mejor haciendo cosas que nunca has visto a los 50, porque una es inteligencia fluida y la otra es cristalizada".
Por eso, el experto de Harvard lanza un reto: "Con 30 años, sé el innovador. Cuando llegues a los 60, transfórmate en el instructor".