La canción. Esa canción. Esos acordes que suenan y resuenan en nuestra cabeza. Esos acordes que evocan a las etapas más felices de nuestra vida. O que rememoran a esa persona que adoramos. Esa letra que nos pone la piel de gallina y nos hace cantar como si estuviéramos en un concierto cada vez que vamos a la ducha. Y es que hay pocas cosas que estimulen tanto nuestro cerebro como lo hace la música. 

La música, tal y como han demostrado las investigaciones científicas a lo largo de los años, es increíblemente terapéutica. De hecho, escuchar música puede reducir la ansiedad, la tensión arterial y el dolor, así como mejorar la calidad del sueño, el estado de ánimo, la agudeza mental y la memoria. También puede disminuir la percepción del dolor en los seres humanos sin necesidad de medicamentos, un proceso que se conoce como hipoalgesia.

Ahora bien, ¿qué tipo de música tiene un mejor efecto para reducir la sensibilidad al dolor? Unos investigadores de Canadá han tratado de responder a esta pregunta. Los resultados del estudio, publicados en la revista Frontiers in Pain Research, sugirieron que, para los participantes en la investigación, la música tenía un efecto mucho mayor en la reducción del dolor térmico agudo si era elegida y conocida

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“Descubrimos que las respuestas emocionales desempeñan un papel muy importante a la hora de predecir si la música tendrá un efecto sobre el dolor”, explicó en un comunicado Darius Valevicius, estudiante de doctorado de la Universidad de Montreal y uno de los autores del estudio. 

El tipo ideal

Para determinar el tipo de música más eficaz en este ámbito, los participantes recibieron estímulos térmicos moderadamente dolorosos en la cara interna del antebrazo, que producían una sensación similar a la de sostener una taza de té caliente contra la piel. Estos estímulos se emparejaron con fragmentos de música, cada uno de los cuáles duró aproximadamente siete minutos.  

En comparación a las pistas de control o el silencio, escuchar su música favorita redujo considerablemente la intensidad del dolor y el malestar de los participantes. Sin embargo, las canciones relajantes desconocidas no tuvieron el mismo efecto. Luego los investigadores analizaron temáticamente la experiencia emocional, que agruparon en cuatro estilos: conmovedor/agridulce; calmante/relajante; feliz/alegre; y energizante/activador. 

"Descubrimos que los informes de experiencias emocionales conmovedoras o agridulces parecían dar lugar a valoraciones más bajas de lo desagradable del dolor, lo que se debía a un disfrute más intenso de la música y a más escalofríos musicales", explicó Valevicius. 

Y aunque todavía no está bien definido lo que es un escalofrío musical, parece indicar que se trata de un proceso neurofisiológico eficaz para bloquear las señales de dolor. En algunas personas, estos escalofríos se presentan como una sensación de hormigueo, escalofríos o piel de gallina. 

Aun así, para los investigadores, son muchos los caminos que se abren de investigación. En su caso, la principal limitación vino por la corta duración de las muestras de música. “Por ejemplo, escuchar música relajante durante más tiempo podría tener efectos más potentes que las pistas más cortas que escucharon los participantes en este estudio”, señalaron los autores. 

Otra cuestión a estudiar es si escuchar música favorita es también eficaz con otros estímulos no térmicos del dolor, como la estimulación mecánica o el dolor crónico. No obstante, para los autores, los resultados son prometedores. “Los datos de los que disponemos son limitados, aunque los resultados preliminares son bastante sólidos”, concluyó Valevicius.