Infinitas playas de fina y blanca arena. Atardeceres recortados en el horizonte desde un castillo, un arroz con la compañía del Mediterráneo o un paseo por barrios pintorescos llenos de color, luz y vida. Son los rincones que esperan a quien visite Alicante, donde el peso de la historia, del mar y de la montaña forjan un carácter único que dará para hacer, guardar y compartir una y mil fotos con el móvil y con la memoria.

Es Alicante un enclave que une a este aspecto más 'instagrameable' argumentos de peso para vivir una experiencia inolvidable que muchos han compartido en redes sociales, rememorando sus días en la ciudad y dando ideas a los futuros visitantes. Opiniones reales de personas reales que son una invitación abierta para que cualquiera que busque un lugar que lo tiene todo descubra y nos cuente cómo es vivir de primera mano las excelencias de uno de los destinos turísticos por excelencia de España.

Playas de Alicante: disfrutar del verano todo el año

Como en todas las ciudades bañadas por el mar y en las que el sol está casi siempre en lo alto, Alicante ofrece al visitante una nutrida oferta de actividades en las que el Mediterráneo es el protagonista. Las playas son el escaparate más obvio. Es imposible no pensar en ellas, sea en verano o en invierno, cuando el clima es aún benigno, si en torno a la ciudad se pueden encontrar algunas de las más bellas del país, cuya estampa nos llenarán de 'me gusta' las redes sociales.

Las banderas azules ondean por doquier para dar fe de la calidad de sus aguas cristalinas. Pero más allá del baño, pasear por las arenas blancas infinitas, deleitarse con el paisaje que acompaña al mar o disfrutar –cámara en mano o no- con los mejores atardeceres, son algunas de las escenas que se nos quedarán en la retina y pondrán en riesgo la memoria -y la batería- del móvil. La zona tiene innumerables playas por descubrir, como la de San Juan o la de Urbanova, las calas del Cabo de la Huerta, la del Postiguet o la de Aguamarga, en la que también los perros son bien recibidos.

En todos estos entornos también se puede practicar todo tipo de deportes acuáticos. Por el excelente estado de conservación de los fondos marinos el buceo parece una práctica obligada para cualquier aficionado. Pero en superficie, el clima y las infraestructuras abren el abanico a actividades como el kayak, la vela o el piragüismo. O, si uno opta por algo más reposado pero igualmente emocionante, para presenciar las múltiples competiciones deportivas que se celebran en estas aguas a lo largo de todo el año, tales como The Ocean Race, la vuelta al mundo a vela que tiene como puerto de salida Alicante.

Isla de Tabarca, una experiencia única

Panorámica de la isla de Tabarca.

En este extenso catálogo de puntos singulares que ofrece Alicante y su entorno, uno de los más especiales y retratados es la isla de Tabarca, la única habitada de la Comunidad Valenciana. Dista unos 22 kilómetros de Alicante y ocho de Santa Pola, aproximadamente. En apenas 30 hectáreas de superficie rocosa se concentran un Conjunto Histórico Artístico y Bien de Interés Cultural y una Reserva Marina de Interés Pesquero con la que gozarán especialmente los amantes del buceo, que podrán 'volar' en las aguas turquesas sobre una de extensa pradera de posidonia oceánica.

La visita a la isla constituye un plan diferente que, pese a su reducida extensión, también esconde un pintoresco entramado de callejuelas y de pequeñas calas que sirven para enmarcar un día de playa muy especial. Además, la experiencia incluye el desplazamiento en las famosas tabarqueras, pequeños barcos que hacen el trayecto entre Tabarca y Santa Pola y que permiten una visión espectacular de la costa alicantina.

Mar-montaña, un maridaje perfecto en la mesa

Otro de los principales representantes de Alicante es la gastronomía, en la que el arroz es el gran protagonista. Es el ingrediente en torno al cual giran buena parte de platos en los que el maridaje entre mar y montaña aportan una variedad inusitada de platos. En ellos el marisco y los pescados aportan sustancia, sabor y presencia en guisos y calderos tradicionales que siguen en plena vigencia. Casi tanto como las variedades de vinos blancos y tintos con denominación de origen que hablan, en cierto modo, de la historia de la ciudad desde el mantel y la mesa.

Son comidas que se paladean con placer y que invitan al paseo tras la sobremesa. Qué mejor momento entonces para disfrutar con otra de las especialidades culinarias más refrescantes de la región, los afamados helados con sabor de la tierra, a Alicante o Jijona.

Arte, fiestas e historia: cultura en todo su esplendor

Y si de paseos hablamos, Alicante se multiplica. Sea por el puerto o por la Explanada por el puro placer de andar o por buscar alguno de los museos de una oferta sorprendentemente amplia y variada. Una de las recomendaciones más recurrentes, no obstante, es la visita al Museo de las Fogueres. En él uno se puede imbuir de la fiesta alicantina más importante del año, las Hogueras de San Juan, una celebración declarada de Interés Turístico Internacional. Las salas del recinto hacen un repaso por toda su historia al tiempo que asombrarse con la extensa colección de ninots que sobrevivieron, vía indulto, a las llamas más especiales y mágicas del Mediterráneo.

El arte tampoco se deja de lado en otros puntos de la ciudad y por eso, lo que sería una ruta por los museos y centros culturales de Alicante también debería incluir las exposiciones del Museo de Arte Contemporáneo (MACA), las del Museo Arqueológico Provincial de Alicante (MARQ) o en centros culturales como el de Las Cigarreras.

Que Alicante es una ciudad abierta y cálida es una realidad que trasciende al clima o al fuego de su celebración más significativa. Muestra de ello es la manera en la que se acoge al visitante en otras fechas señaladas del calendario festivo: Semana Santa, Moros y Cristianos o la Romería de la Santa Faz son algunas de estas fechas en las que las calles se llenan de color y alegría.

Estampa del barrio de Santa Cruz.

Frente al carácter festivo de estas citas, la solemnidad de la arquitectura alicantina es otro argumento de peso para explorar sus rincones más conocidos y descubrir otros nuevos. El peso de su historia es patente en algunos de sus edificios más emblemáticos, caso del Ayuntamiento de estilo civil barroco del siglo XVIII, o de la Plaza de Toros, que actualmente es la más antigua de la Comunidad Valenciana aún en funcionamiento.

Alicante mira al mar pero, como en el caso de la gastronomía, también lo hace a la montaña. Esta geografía caprichosa ha facilitado que se alzaran en el pasado dos imponentes centinelas que tutelan la ciudad desde las alturas: el emblemático Castillo de Santa Bárbara, situado en la cumbre del monte Benacantil, y el Castillo de San Fernando, sobre el monte Tossal.

En sus dominios se despliegan barrios de pura vida y rincones pintorescos que unen la modernidad de los espacios o el sabor más añejo de la urbe. Destaca el de Santa Cruz, escenario ideal para las stories de Instagram, si bien todo Alicante está lleno de sorpresas y monumentos, zonas verdes o mercados que, en definitiva, definen una ciudad viva y en continuo movimiento. Una ciudad infinita y sorprendente que merece una y mil fotos para ver, compartir y recordar.