Verbalmente, enviar a alguien muy lejos es la forma más rápida de dar por finalizada una conversación. Lo único importante es que el nombre del lugar suene tan remoto que el enviado no pueda regresar en mucho tiempo.

Mandar a alguien a la Conchinchina o a Pernambuco ha sido frecuente a lo largo de muchas décadas. La cultura popular asociaba esos nombres a lugares desconocidos, alejados, inhóspitos o, incluso, inexistentes. En realidad, lo importante era conseguir la desaparición inmediata del interlocutor y tan nimio detalle carecía de importancia. Pero los lugares existen y las frases tienen un origen y una historia.

Llegar a la “Conchinchina”

Sigue resultando difícil viajar a la “Conchinchina”, especialmente porque el nombre no existe. Se trata de una deformación de Cochinchina o Cochinchine, el vocablo con el que los franceses bautizaron a una hermosa región del sudeste asiático. España añadió una “n” que facilitó su pronunciación. Y tiene historia.

Mercado flotante en el Delta del río Mekong.

En el Siglo XIX, españoles y franceses compartían la colonia en el extremo de Indochina. Finalmente, y después de una guerra, fueron los galos quienes se anexionaron esa zona del sur de Vietnam, llamándola Cochinchine. La región se encuentra en la actual Vietnam y es uno de los destinos turísticos del sureste asiático. Casi 40.000 kilómetros cuadrados de tierras fértiles a las que el río Mekong dota de una exuberante vida.

En sus orillas aparecen junglas, pantanos, bosques y una gran variedad de animales, plantas y aves. Sobre el agua se deslizan los sampán, las barcas de pescadores y comerciantes, mientras la vida humana se refugia en los palafitos, las viviendas en el agua que se sustentan sobre postes de madera. Los mercados flotantes del Delta de Mekong son una de esas grandes atracciones que los visitantes nunca se resisten a esquivar y la Bahía de Ha-Long es, sin duda, la imagen más reconocible. Entre sus más de 1.600 islas aparecen algunas con formas realmente inspiradoras.

Vietnam en ese destino que luce el verde intenso en las terrazas de arroz y el blanco brillante en la arena de sus playas.

Y Hanói, la capital de Vietnam, aún conserva el sello francés en el barrio más moderno de la ciudad. Calles anchas, pequeñas construcciones de aire colonial y hoteles de alto estanding. La antigua ciudadela también mantiene edificios del siglo XIX, aunque su verdadera función tenía un origen bien diferente.

La ciudadela de Hanói, Thang Long, fue un recinto amurallado repleto de palacios y fortalezas utilizada como residencia de las dinastías imperiales a lo largo de trece siglos. Sin embargo, las diferentes guerras han sepultado la mayor parte del patrimonio de aquel inmenso complejo. La ciudad prohibida, que servía como residencia privada de los emperadores, fue declarada Patrimonio de la Humanidad y está considerada el lugar de gobierno más antiguo del mundo.

Desaparecer en Pernambuco

En el siglo XX, los Tebeos de Ibáñez enseñaron a varias generaciones que Pernambuco estaba tan lejos, y era tan desconocido, que nadie sería capaz de volver a encontrar a los agentes más patosos del cómic español. Era el recóndito lugar al que Mortadelo y Filemón huían para escapar de su jefe, después de alguna de sus trastabilladas aventuras. Y, Pernambuco se convirtió en el lugar al que mandar a cualquiera que se pretendiera perder de vista.

Ahora, pocos se resistirían a atravesar el Atlántico y perderse en aquella región brasileña. 185 ciudades, playas infinitas para elegir y un archipiélago volcánico considerado uno de los mayores santuarios ecológicos del mundo.

Fernando de Noronha está compuesto por 21 islas e islotes de naturaleza mágica y salvaje. Aguas de color esmeralda, peces, delfines, tortugas, esponjas y una gran muestra de los corales más hermosos del planeta. Un lugar fantástico para practicar el buceo. El archipiélago fue declarado Patrimonio Natural de la Humanidad y el número de visitantes está limitado. Algunas de sus playas como la Praia dos Porcos y la Bahía de Sancho se clasifican entre las más bellas de Brasil y las mejores del mundo.

Recife es la capital del estado brasileño de Pernambuco. Es una de las ciudades más pobladas de Brasil y las playas aparecen a pie de asfalto. Una urbe con cinco ríos, más de 30 puentes y 50 canales, en la que los altos y modernos edificios, de cristal y acero, conviven con las antiguas y pequeñas casitas de pescadores. Fuertes contrastes que se aprecian, también, al comparar el mayor parque tecnológico de Brasil, Puerto Digital, con los edificios coloniales portugueses, que aparecen ordenados en hileras cerca del puerto y en las orillas de los ríos.

Una gran área verde rodea el Instituto Ricardo Brennand. El complejo cultural cuenta con biblioteca, pinacoteca y el Museo de Armaria, un castillo que custodia la mayor colección de armas blancas del mundo, cuenta con más de 3.000 piezas.

En el Recife Antiguo es fácil tropezar con edificios del siglo XIX o un fuerte defensivo con aires holandeses. Los mercados tradicionales como el de Sâo José, que ocupa un edificio de hierro llegado desde Europa en el siglo XIX, o el de Boa Vista ofrecen productos típicos. Pero, la feria de artesanía más singular se encuentra en la cárcel. Un antiguo centro penitenciario reconvertido en centro comercial y en el que cada tienda ocupa una celda. Objetos de madera, cerámica, cuero y artesanía, en general, que comparten espacio con la Oficina de Turismo de la ciudad.

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