La ruta que proponemos aquí abarca varias ciudades de la Provenza francesa, ciudades natales de los citados artistas o lugares donde vivieron temporalmente, parajes que les inspiraron en el desarrollo de su actividad creativa. Quién no vincula aunque sea muy sutilmente a Van Gogh con Arlés, ciudad representada en sus lienzos los últimos años de su azarosa vida. En sus principios fueron rechazados y despreciados, pero hoy sus cuadros alcanzan cifras millonarias, cabe preguntarse si existieron esos paisajes tal como lo plasmaron en los lienzos. Adelante, conozca las ciudades que inspiraron a esta gran generación de artistas

Aix-en-Provence, Route Cézanne

De origen romano, la ciudad fue fundada en el 122 a.C. y uno de sus máximos reclamos turísticos es el buen tiempo que reina en toda la región durante todo el año. El sol. Es el elemento clave, y junto a las fuentes que hay repartidas por toda Aix-en-Provence, suponen los verdaderos baluartes como destino a visitar.

Si somos rigurosos, Aix-en-Provence no posee los grandes monumentos de otras ciudades limítrofes, pero nos permite empezar la Ruta Cézanne y culminarla tras cuatro kilómetros de caminata en el pueblo de Tholonet. Hay cinco caminos señalizados y por cualquiera de ellos veremos lo que vio el artista francés cuando paseaba por las callejuelas de Aix-en-Provene. Veremos así que cada plaza por pequeña que sea está coronada en su centro por una fuente, las hay de todos los estilos y tamaños. La ruta está marcada con la letra C en aquellos lugares donde vivió y pintó Cézanne, desde la casa natal hasta la última de las casas donde permaneció, ubicada en la callle Boulegon, nº 23.

Una de las céntricas calle de Aix-en-Provence.

Cézanne también vivió en l’Estaque, fue este lugar el que le inspiró para trazar la pintura Golfo de Marsella visto desde l’Estaque. Este pueblo estuvo lleno de vida a finales del siglo XIX algo que fascinó incontrolablemente a los artistas de la época.

Arles y Saint Rémy, Van Gogh en estado puro

Van Gogh, al igual que Cézanne, buscó inspiración en la Provenza y la encontró en Arles primero y luego en Saint Rémy. En Arles el artista holandés tuvo una de sus etapas más prolíficas llegando a pintar más de 300 cuadros en 15 meses. De Arles la vinculación más reconocida con Van Gogh es el Puente de Langlois plasmado por el artista varias veces; era allí donde iban las lavanderas con sus canastas llenas de ropa a lavar; las escenas de la vida cotidiana de la gente del pueblo en sus quehaceres, bien en el campo sembrando, segando, recogiendo patatas, bien lavando la ropa en el río. Reproducimos aquí el puente original y la visión de Van Gogh. Arles fue también lugar de inspiración para Paul Gaugin.

Le Pont de Langlois en la actualidad.

Le pont de Langlois visto en el siglo XIX por Vincent Van Gogh.

Saint Rémy es un destino forzado para el artista tras el célebre incidente del corte de su oreja. Allí, fascinado por la calidad de la luz y el colorido de los paisajes que rodean Saint-Rémy, el pintor realizará cerca de 150 cuadros y numerosos dibujos en tan sólo un año, obras maestras de la pintura: Los lirios, Jardín del asilo Saint-Paul, Autorretrato, La habitación del pintor...

Saint Tropez, la ambición de Matisse

Antiguo pueblo de pescadores y concebido en el siglo XIX como centro de reunión de artistas, Saint Tropez es actualmente un destino lujoso y exclusivo. Desde luego lo que más atrajo a Matisse fue la Vielle Ville o ciudad vieja de Saint Tropez, donde pudo empaparse de un bonito patrimonio cultural: la Iglesia de Saint-Tropez, de estilo barroco y famosa por su bello campanario de 1624 en el que hay sólo tres relojes para evitar dar la hora al enemigo que venía por mar; o la antigua fortaleza Tour de Portalet a través de la cual sin duda llegaría a la playa para disfrutar de las noches estrelladas.

Lujo, calma y voluptuosidad, de Matisse.

El verano de 1904, el mentor de Matisse, Paul Signac quiso enviarle a Saint-Tropez y allí el joven pintor descubriría la pincelada divisionista y el trazo grueso con el que consiguió el color que el quería plasmar en obras tan conocidas como Lujo, calma y voluptuosidad, título tomado del poema La invitación al viaje de Baudelaire, que remitía a un edén exótico y lejano.