La Carreta es un autobús discoteca que recorre los principales bares nocturnos de San José.

La Carreta es un autobús discoteca que recorre los principales bares nocturnos de San José.

Con la colaboración de

Viajes

Montando en carreta por El San José canalla

26 septiembre, 2017 10:42

Son las 8 de la tarde y La Carreta está preparada para ir de fiesta. Un grupo de bellas josefinas montan escandalosas en un autobús escolar maqueado con vivos colores. Celebran una despedida de soltera. Por los altavoces suena ‘Despacito’ a todo trapo. Al fondo de La Carreta, Valeria prepara en su barra de bar chiliguaros, una potente bebida a base de aguardiente de caña, tabasco, salsa de tomate y pimienta.

“Subirse a la carreta’ es una forma criolla para decir que se va de fiesta, que se va a tomar”, explica Amaral Sánchez, un curioso guía de la empresa Carpe Chepe, y director de teatro, que esta noche nos guiará en el tour de la cerveza por los principales bares de San José. “La Carreta hace un recorrido por la zona periférica de la capital pasando por más de 22 clubes, bares, restaurantes. Se procuran bebidas, hay karaoke, se baila, es como una fiesta ambulante, sin necesidad de coger el carro”, añade.

El origen de la expresión ‘subirse a la carreta’ es peculiar. Ya a mediados del siglo XIX, las carretas de bueyes eran utilizadas para transportar el grano de café desde el valle central, en las montañas, a Puntarenas, en la costa del Pacífico. El viaje requería de 10 a 15 días. Las carretas tenían ruedas sin radios, un híbrido entre el disco usado por los aztecas y la rueda de radios introducida por los españoles, para avanzar en medio del fango sin atascarse.

Amaral Sánchez posa junto a La Carreta.

Amaral Sánchez posa junto a La Carreta.

Amaral continúa su narración sobre los orígenes: “Como las calles de San José eran empedradas las carretas hacían un ruido infernal. Los vecinos se quejaron, así que las carretas no podían entrar en la ciudad entre las 5 de la tarde y las 5 de la mañana. Los carreteros comenzaron a reunirse en las plazas de sesteo, donde se emborrachaban. Algunos bares míticos de San José nacieron al calor de esas plazas. Por la mañana estaban perdidos de borrachos. Se subían sobre los sacos de producto y se desmayaban allí mismo. Desde entonces, ‘montarse en la carreta sinónimo de ir a tomar”.

Escalante, el barrio de moda

Entre chiliguaro, karaoke y baile, La Carreta nos lleva hasta el barrio josefino de moda, Escalante, en el límite este de la ciudad, el último en levantarse. Comenzó a ponerse en pie en 1929 y no se terminó hasta los años 60. Sus tres décadas de construcción permitieron que diferentes tendencias arquitectónicas de todo el mundo fraguaran en sus edificios. Hoy, los alrededores de la Calle 33, conocida como el Paseo Gastronómico La Luz, se han convertido en el centro gastronómico costarricense.

Un grupo de chicas se prepara para celebrar una despedida de soltera en La Carreta

Un grupo de chicas se prepara para celebrar una despedida de soltera en La Carreta

“El Paseo Gastronómico La Luz, así llamado porque aquí se instaló una de las primeras luminarias públicas del mundo, está conformado por una serie de restaurantes, bares y cafeterías cuyo objetivo es proveer una experiencia culinaria de calidad, con diversidad de propuestas para todos los gustos. Hay restaurantes peruanos, finlandeses, mediterráneos, asiáticos, africanos…”, comenta Amaral mientras degusta una última cerveza negra artesanal de 11 grados maridada con un cebiche (en Costa Rica se escribe con b), elaborado con pequeños trozos de pescado macerados en zumo de limón y especias. Es hora de montarse por última vez en La Carreta para volver a casa.

A la mañana siguiente, con algo de resaca y como cada sábado, nos acercamos hasta la Feria Verde de Aranjuez, un fabuloso mercado ecológico donde cada semana, desde 2010, se reúnen artistas y agricultores josefinos. Instalado en un parque del extremo norte del barrio de Aranjuez, podemos encontrar café ecológico, chocolate artesanal, harina de ojoche, papayas del tamaño de un balón de rugby, joyería, productos agrícolas frescos sin pesticidas…

Cada sábado se celebra en San José la Feria Verde de Aranjuez, centrada en los productos ecológicos

Cada sábado se celebra en San José la Feria Verde de Aranjuez, centrada en los productos ecológicos

Merece la pena también darse un paseo por el centro de San José, visitar el Teatro Nacional y el Museo del Oro, uno de los tres que hay en Latinoamérica, que cuenta con una de las colecciones arqueológicas más importantes de Costa Rica. Posee 3.567 objetos de oro, cerámica y piedra, así como una pequeña colección de objetos etnográficos que pertenecieron a los grupos indígenas que han habitado el país, entre los que se incluyen misteriosas esferas de piedra de los Diquís, declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

De ahí vamos al otro gran centro de exposiciones que hay que ver en San José, el descomunal Museo del Jade, que posee la colección más grande del mundo de esta piedra semipreciosa. Tanta belleza precolombina desata el apetito. No muy lejos se halla el mercado Central de San José, el lugar idóneo para probar una dilatada variedad de platos tradicionales y bebidas (refrescos) de piña, fresa, mora, papaya, maracuyá, guanábana, carambola o tamarindo.

El Museo del Jade posee la colección más grande del mundo de esta piedra semipreciosa

El Museo del Jade posee la colección más grande del mundo de esta piedra semipreciosa

En sus ‘sodas’, bares o cantinas, se sirven las ‘bocas o tapas’, bocadillos tradicionales para acompañar la cerveza, el ron o el guaro, el ‘chicheme’ (preparado con maíz, jengibre y dulce negro), el ‘chinchiví’ (caldo de caña de azúcar), el vino de ‘coyol’ (palma fermentada).

Es recomendable acompañar la bebida con un ‘gallo pinto’, una agradable conjunción de arroz con frijoles negros o rojos, cebollas y ajos. Se puede aderezar con unos huevos fritos o revueltos, tortillas de maíz, sopa de ‘mondongo’, la ‘olla de carne’ (sopa elaborada con verduras, yuca, papa, plátano verde y trozos de res) y los ‘picadillos’ (carne molida, tomate, cebolla, ajo, cilantro y la cáscara de plátano verde bien picada). De postre, podemos tomarnos un buen café costarricense, uno de los más aromáticos y sabrosos del mundo.

Sarchí, cuna del ‘boyeo’

Por último, conviene acercarse hasta Sarchí, a 48 kilómetros al noroeste de San José por la Carretera 1, para aprender un poco más del ‘boyeo’, el arte de decorar las carretas costarricenses, declarado Patrimonio de la Humanidad. Enrique Villegas, un artesano del taller Eloy Alfaro, uno de los primeros y más importantes del país, nos habla de su oficio.

Enrique Villegas es artesano de carretas en el taller Eloy Alfaro, uno de los primeros y más importantes del país

Enrique Villegas es artesano de carretas en el taller Eloy Alfaro, uno de los primeros y más importantes del país

“Sarchí era un punto clave en la ruta del café, por lo que a principios del siglo XX empezaron a hacer pequeños talleres para reparar las carretas. Las reparaciones eran cada vez más sofisticadas: quitaban peso, utilizaban maderas nuevas y agregaban piezas de metal para hacerlas más resistentes. Lo último fue la decoración. Al principio se decoraban con flores naturales y después se copiaron el diseño de unos alemanes, añadiendo motivos y colores nuevos”.

Originalmente, cada región de Costa Rica tenía su propio diseño, lo que permitía identificar el origen del boyero dependiendo de los dibujos de las ruedas, así como por el canto que entonaba la carreta al surcar los caminos. “Se organizaban concursos anuales para premiar a los artistas más creativos, costumbre que aún perdura hoy día. En la actualidad, al convertirse en un medio de transporte obsoleto, la carreta ha pasado a ser un producto artesano”, concluye con añoranza Enrique Villegas mientras mezcla vivos colores en una paleta de madera.