Elena del Amo Luis Davilla

Su halo de destierro las convierte en un mundo aparte. Con sus violentos cerros tapizados de vegetación anclados en mar abierto, no hay lugar más alejado de cualquier continente que las Marquesas. Este archipiélago de renegridas hechuras volcánicas rompe por completo con la imagen de postal de los Mares del Sur. Tahití, la isla principal de la Polinesia Francesa, queda a unos 1.500 kilómetros. Es decir, a más de tres horas de avión. De su capital, Papeete, parten vuelos a varias islas de la también llamada Tierra de los Hombres o Fenua 'enata. Pero para visitarlas todas, salvo que se tenga yate propio, no queda otra que embarcarse en el Aranui, un peculiar híbrido entre carguero y crucero cuya llegada aguardan como agua de mayo las gentes de este rincón perdido del Pacífico.

Mientras el pasaje desciende del barco para empaparse de la ingenuidad de sus aldeas, emprender caminatas entre sus picachos o recorrer los centros ceremoniales de los antiguos marquesianos, la tripulación suda la gota gorda cargando en sus bodegas la cosecha de cocos y frutos de noni que le traen los isleños. A cambio, la marinería les despacha desde el correo hasta las cajas de cerveza, las lavadoras o los sacos de cemento que encargaron a la gran ciudad. Apenas seis de estas doce islas están habitadas y, para la mayoría, el Aranui es su única conexión con el resto del mundo. Todo un acontecimiento que sólo ocurre una o dos veces al mes.

Tras zarpar de Tahití y recalar brevemente por el paraíso de las Tuamotu, al cuarto día de navegación se avistan las cascadas y acantilados a la vertical de la isla principal de Nuku Hiva. Si su bahía de Hatihe'u encandiló a Stevenson, fue en su valle de Taipivai donde un joven y aventurero Melville, tras desertar del barco ballenero que le había traído hasta tan lejos, vivió medio cautivo entre los indígenas que inspiraron su novela Taipi: 'un edén caníbal'. Porque, sí, hasta la llegada de los misioneros, la fea costumbre de zamparse al enemigo era práctica habitual en este archipiélago descubierto en 1595 por la expedición capitaneada por el leonés Álvaro de Mendaña.

Los a lo sumo 250 pasajeros del Aranui recorrerán en todo terreno las sierras de Nuku Hiva, le presentarán sus respetos a los tikis erigidos en piedra para honrar a los viejos dioses polinesios y probarán los guisos cocinados durante horas en un horno bajo la arena para, después, enfilar hacia las todavía más rurales Ua Pou y Tahuata, donde aguardan encuentros con sus artesanos y más naturaleza en estado puro. En Hiva Oa oirán contar cómo Gauguin, despechado con un mundo que no sabía reconocer su genio, pintó sus cuadros más famosos inspirado por el universo primitivo de sus últimos salvajes, y también cómo un ya muy enfermo Jacques Brel se retiró igualmente a este confín. Al cantautor todavía se le recuerda a bordo de su avioneta Jojo, a la vista en un centro cultural en su honor, haciéndole los recados a sus nuevos vecinos o transportando a alguno que necesitara un médico con urgencia. Uno y otro reposan bajo los frangipanis en el cementerio de la mínima ciudad de Atuona.

Antes de culminar la singladura en la isla de Ua Huka y emprender el regreso hacia Bora-Bora y Tahití, habrá de atravesarse de punta a punta la más lujuriante de todas, Fatu Hiva, en una emocionante caminata al filo de los acantilados que condensa toda la fuerza de estas tierras que, tras los estragos que causó la llegada de los europeos, están en pleno renacimiento cultural. Se han ido recuperado las danzas, la música, los rituales y todo cuanto prohibieron los misioneros, tatuajes incluidos. Aunque su simbología de antaño se haya perdido, sus hombres vuelven a lucirlos como rasgo de identidad. Lo que todavía anda muy lejos de recobrarse es la población, diezmada dramáticamente por las enfermedades que trajeron los primeros blancos. Las Marquesas, que debían superar los 100.000 habitantes cuando se las tropezó Mendaña, hoy apenas suman 9.000, como detallan los expertos en la Polinesia que, a bordo de este barco tan poco convencional, cada tarde imparten conferencias para adentrar a sus viajeros en estas islas de la cara 'b' del mundo a las que el turismo, todavía, llega con cuentagotas.

Guía práctica



Cómo llegar



Vuelos a Papeete a partir de unos 2.000 €, con dos escalas desde España, con Air France, Air Tahiti Nui, Air New Zealand o LAN. Air Tahiti cuenta con pases aéreos para desplazarse a varias islas de la Polinesia Francesa, incluidas las Marquesas.

Aranui



En la web del Aranui aparecen todos los detalles del barco y su recorrido. Las reservas suelen hacerse a través de operadores. Con Catai o Mundo Explora, el precio parte de unos 5.000 €, con los vuelos desde España así como las comidas y excursiones durante las dos semanas abordo.

Más información



Turismo de las Islas de Tahiti y Turismo de Francia.

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