Elena del Amo Luis Davilla

La ciudad más cara de Estados Unidos y la séptima del ránking mundial le pone la alfombra roja a todo el que se le presenta con la billetera repleta de dólares. No les faltarán a sus niños mimados restaurantes o boutiques donde dilapidar. Sin embargo la Gran Manzana no es ni de lejos un coto privado para presupuestos desenfrenados, y menos en verano, cuando sus increíbles parques se llenan de festivales y conciertos a los que cualquiera está invitado. Voilà dos puñados de ideas para exprimirle el jugo sin abrir la cartera.

Cruzando el puente de Brooklyn

Las mejores vistas del Lower Manhattan las tienes, y gratis, caminándote este icónico puente colgante; el primero de acero que se construyó en el mundo allá por 1883. Ideal llegarse en metro hasta el comienzo de Brooklyn para darse una vuelta por el barrio Dumbo o curiosear las mansiones de Brooklyn Heights antes de meterle mano al puente. Con cuidado de no adentrarse en su carril-bici porque los ciclistas aquí no tienen piedad, serán casi dos kilómetros ante una panorámica que sigue hipnotizando a pesar de haberla visto en tantísimas películas. Y si lo que buscas es hacer la mejor foto nocturna del skyline de la Gran Manzana, haz entonces la ruta a la inversa para terminar al atardecer en el Brooklyn Bridge Park, por cuyos miradores se apuestan cámara en ristre los que quieren captar esa hora bruja en la que los bosques de rascacielos comienzan a iluminarse.

Música y cine en el parque

Hasta finales de septiembre, el festival SummerStage lleva un verano más la música, el teatro y la danza a casi una veintena de parques de los cinco boroughs neoyorkinos: Brooklyn, Queens, Staten Island, el Bronx y, cómo no, Manhattan, cuyo escenario de Central Park alberga algunos de los más sonados. Casi todos son gratuitos, al igual que los que acoge la nueva edición del Celebrate Brooklyn! o el cine al aire libre que se proyecta en el precioso Brooklyn Bridge Park, además de en muchos otros parques. Aquí puedes consultar la programación de lo que se cuece cada día en todos ellos.

¿Al Guggenheim o al MOMA?

La ristra de museos gratuitos de NY apabulla: algunos medio anónimos, pero también otros como el de la Reserva Federal o la Hispanic Society, dueña y señora de una colección de Sorollas para quitarse el sombrero. También los grandes se apiadan de los amantes del arte más pelados. Así, el MOMA abre gratis cada viernes de cuatro a ocho y en el Guggenheim, los sábados por la tarde, se paga sólo la voluntad. Igualmente al Metropolitan –donde además hay recorridos guiados por sus highlights sin coste alguno e incluso en español– puede accederse en cualquier momento al precio que uno decida, aunque en su web sugieren abonar 25$ por adulto y apuntillan “por favor, sea todo lo generoso que pueda”.

Un picnic en Central Park

Con el buen tiempo, nada como hacerse con unos bagels o unos perritos calientes comprados allí mismo para improvisar un picnic por el pulmón de la ciudad. Sobre el césped de su Great Lawn o el Sheep Meadow, junto al castillo de Belvedere o el Bow Bridge, con vistas al lago o a Strawberry Fields, el jardín en memoria de John Lennon quien, por cierto, vivía allí al lado… ¡Unas horas sobre sus explanadas como un neoyorkino más!

Recorridos por la patilla, o casi

Una legión de voluntarios o de guías que funcionan “con la voluntad” se presta a desvelarte los secretos de su ciudad: desde barrios esenciales como Greenwich Village, Chinatown o Harlem hasta los alrededores de la estación de Grand Central y los bosques de Central Park, las galerías de Chelsea o la destilería de cerveza de Brooklyn. Puedes localizarlos pinchando aquí.

Iconos de la Quinta Avenida

Desde la espectacular tienda de Apple o la histórica juguetería FAO Schwarz, presidida por el piano gigante sobre el que hacía el gamberro un jovencísimo Tom Hanks en la película Big, hasta todas y cada una de las de las firmas del exceso que en el mundo hay, Tiffany –la mítica joyería de Desayuno con diamantes– incluida. Pecar en ellas queda a gusto del consumidor, pero disfrutar sus escaparates y de las idas y venidas del personal por los siete kilómetros largos de la arteria más célebre de Nueva York, sale gratis. Además, sin abrir en ningún momento la cartera, por ella podrá también entrarse a curiosear el vestíbulo del Rockefeller Center, la catedral de St. Patrick o la elegancia clásica de la Public Library, admirar desde abajo las alturas del Empire State o el si cabe más bonito Flatiron, o colarse en la estación de Grand Central, en la que tantas películas se han rodado, para pasmarse con el ajetreo de los que vienen a trabajar en las oficinas de la zona. Y es que la Quinta, aunque cueste creerlo, no es sólo lujo y esplendor.

Coger bronce en las tumbonas del High Line

Hasta los ochenta, los trenes sobrevolaban por las casas del antaño barrio industrial de Meatpacking District a través del de Chelsea. Gracias a un proyecto de crowdfunding, en sus vías de los años treinta abrió en 2009 este originalísimo parque elevado de más de dos kilómetros de largo. Unos vienen a hacer footing, otros a dar clases de tai-chi, a tomar el sol en las tumbonas dispuestas aquí y allá con vistas al río Hudson o, los martes de abril a octubre, a observar las estrellas de la mano de la Asociación de Astrónomos Amateur de Nueva York. No te pierdas a sus pies las tiendas y bares del espectacular Chelsea Market, en la antigua fábrica de Oreo.

El ferry a Staten Island

Si reservar alguno de los cruceritos que le dan la vuelta a medio Manhattan te descabala el presupuesto, siempre podrás tomar el transbordador a Staten Island –sí, el mismo que Melanie Griffith cogía cada mañana en Armas de mujer para ir a trabajar–. El recorrido es más corto, claro, pero le pasa muy de cerca a la Estatua de la Libertad y las vistas del distrito financiero son muy parecidas a las que verán los que aguardan colas kilométricas en Battery Park para abordar los barcos que llevan hasta la dama de la antorcha. El ferry es del todo gratis gracias a que su dueño le cedió los derechos de la línea a la ciudad a cambio de que no le costara a los usuarios más de 25 centavos. Ante el engorro de darles el cambio por tan poco beneficio, acabó saliendo más a cuenta no cobrarles nada. Se toma en la Whitehall Ferry Terminal, también conocida como South Ferry, y se recomienda, eso sí, evitar las horas punta, porque no cabrá un alfiler.

Hacer de cla en la tele

Poco convencional y, además, gratis. Para asistir como público a un programa de televisión conviene solicitarlo con antelación. ¿Te hace más Good Morning America o The Tonight Show Starring Jimmy Fallon?

Jazz en la casa de Marjorie

Cada domingo a partir de las 15:30, la veterana pianista Marjorie Eliot abre su apartamento de Harlem a cualquier amante del jazz. No hace falta reservar –simplemente dejarse caer– y nunca se sabe a qué músicos habrá invitado en esta ocasión, pero nunca decepciona. Los asistentes se apiñan como pueden por el salón y el pasillo, entran y salen de la casa cuando les apetece sin necesidad de esperar a que termine la sesión –unas dos horas después–, y contribuyen con lo que les viene en gana cuando de vez en cuando “se pasa la gorra”. ¡Sólo en Nueva York ocurren estas cosas!

Guía práctica

Cómo llegar

Vuelos directos a Nueva York desde Madrid, a partir de unos 800 € en agosto con compañías como Iberia o Air Europa, o desde Barcelona con Delta. Más conexiones, a través de buscadores como Skyscanner. Comprando el billete con antelación suelen conseguirse mejores precios.

Más información

Turismo de Nueva York.

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