Viajes

El Globe y los otros teatros de Shakespeare

Antes de que se inventaran los musicales del West End, se reía, lloraba y se lanzaban tomates en las casas de comedias del Bankside. Un recorrido irreverente por los barrios de Shakespeare en el 400 aniversario de su muerte.

17 junio, 2016 22:06
Elena del Amo Luis Davilla

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El Bankside londinense, en los tiempos del bardo, era la ciudad sin ley. Ya una vez cruzado el Támesis se imponía el orden pero, a esta otra orilla, ni entraban los hombres de la reina ni se pagaban impuestos, de ahí que a finales del XVI hubieran florecido por sus seguro inmundas callejas negocios de todo pelaje, incluidas casas de juego, burdeles, unas doscientas tabernas y los teatros más divertidos. En este barrio tan poco respetable tocó la gloria William Shakespeare, de nuevo su protagonista gracias a las celebraciones que por toda Gran Bretaña están conmemorando el cuarto centenario de su muerte.

Lástima no ser bilingüe para apreciar en toda su dimensión el ingenio y la socarrona malicia de las nada menos que 1.700 palabras de su invención que le regaló a la lengua inglesa este genial dramaturgo, poeta y, aunque sea una faceta menos conocida, también actor. Fue sobre las tablas donde Shakespeare empezó a ganar fama y dinero en el alegre mundillo escénico de aquellos días. Para su troupe, “The Lord Chambelain’s Men”, se erigió en 1599 el Globe, probablemente el teatro más célebre del planeta. Sobre su planta circular, al aire libre y ante 3.000 espectadores, se estrenaron piezas para la historia como Julio César, Hamlet o Macbeth.

Hubo un segundo Globe después de que un cañonazo de los efectos especiales se les fuera de las manos durante Enrique VIII y redujera el primero a cenizas. Reconstruido de inmediato, en él siguió llevándose a escena todo cuanto salía de la pluma del prolífico William hasta que la administración puritana, en 1642, prohibió cualquier diversión, teatros claro incluidos. El nuevo Globe, levantado en los noventa a imagen y semejanza de aquellos, depara a la vera del río toda una experiencia para los fetichistas del teatro, con incluso recorridos en los que actores reciclados en guías desvelan los entresijos más escabrosos de sus viejos protagonistas. En el teatro principal –hay otro más pequeño a cubierto–, el telón se alza de abril a octubre aunque caigan chuzos de punta. ¡Es lo que tiene estar a la intemperie en una ciudad de clima tan peliagudo! Al igual que antaño, los que pagan más se sientan bajo el techo de paja en las bancadas de sus tres pisos mientras que, en el patio y al ras, se hacinan de pie los que apenas desenfundaron 5 libras. Todo un dineral si se compara con el penique escaso que le costaba al populacho o los “stinkards” –algo así como los malolientes–, como por razones fáciles de imaginar les llamaban los comediantes cuando a la gleba no le gustaba la obra y les lanzaban insultos y cascos de botellas.

Aunque el Globe acapara toda la gloria, no deja de ser una réplica. A dos pasos, el mucho más secreto The Rose fue el primer teatro en abrir por el Bankside. Aquí sí se conservan los cimientos del original, milagrosamente salvados de la voracidad urbanística gracias a una sonada campaña que apoyaron intelectuales, vecinos y hasta gurús de la talla de sir Laurence Olivier. La atmósfera de la sala se diría de arte y ensayo, aunque tras el escenario queda a la vista el lugar exacto donde se representara en el siglo XVI la versión de Shakespeare de Enrique VI o su Titus Andronicus.

Si mapas y rutas se afanan en localizar por el hoy gentrificado Bankside el rastro del dramaturgo más aclamado de la historia, a un par de horas de Londres, todo en Stratford-upon-Avon es un tributo a su memoria. Le llueven los shakespeareadictos a este pueblito de traza medieval donde abre a los visitantes la casa-museo que le vio nacer y la granja de sus suegros, la escuelita donde aprendió de niño a escribir o la iglesia en la que se casara con Anne Hathaway; él con apenas 18 años y ella con 26 y escandalosamente embarazada. Aquí y allá, actores en traje de época declaman sus versos, mientras que en la calle principal se espera como agua de mayo la inauguración en julio del Shakespeare’s New Place, sobre la mansión que se mandó construir tras hacer fortuna en Londres. Y, como guinda del peregrinaje, cómo no, la sede de la Royal Shakespeare Company. Modernísima, eso sí. Aguardan en ella desde tours guiados entre bambalinas donde espiar el trajín previo a la función hasta, una vez en las primorosas butacas de sus dos auditorios, Shakespeare y solo Shakespeare sobre las tablas.

Guía práctica

Cómo llegar

Vuelos directos a Londres desde casi una veintena de aeropuertos españoles con desde Iberia hasta EasyJet. Pueden localizarse todos ellos y sus precios –en algunas fechas por incluso menos de 100 €–, a través de buscadores como Skyscanner.

Dónde dormir

Si uno no quiere vérselas con los precios prohibitivos de los hoteles londinenses, una opción razonable es el London St. Pancras, situado justo enfrente de la British Library donde, hasta septiembre, se mantiene una exposición sobre la evolución de la obra de Shakespeare a través de cuatro siglos.

En pleno centro de Stratford, el hotel-boutique The Arden o, a cinco minutos del pueblo, la mansión decimonónica reciclada en hotel de lujo The Welcombe Hotel, con el sabor más british impregnando sus salones y aristocráticos jardines.

Dónde comer

Por el Bankside ha sobrevivido una taberna del XVI en la que seguro Shakespeare y su troupe se corrieron más de una farra: The George Inn, a la que acercarse a comer o, sin falta, tomar una pinta. Antes de una representación de la Royal Shakespeare Company, nada para entrar en ambiente como una cena en el restaurante en lo alto del teatro ante las mejores vistas de Stratford.

Más información

En Turismo Británico.