Llega el verano y, con él, las incuestionables listas. Como creo firmemente que todos somos un cliché con patas, me voy a permitir el lujo de hacer la mía.

He metido en la marmita algunos libros que considero imprescindibles y, como resultado, tengo una colección ecléctica en contraste con unas recomendaciones teledirigidas y que, de verdad, creo que de darle la importancia adecuada a las lecturas, saldríamos todos muy beneficiados.

Nos pasamos el día mirando el dedo que señala la luna y eso, del todo, es culpa nuestra. Del vulgo. De la plebe. De la mansedad con la que vivimos en la tierra de la cañita, el plato de queso y las gambas al ajillo. Que tenemos lo que nos merecemos. Que poco pasa en un país donde pasar de curso suspendiendo sea normal según las normas de las leyes de educación.

Así, los líderes (SIC) son igual de palurdos que la muchedumbre. En búsqueda de volver a quedarme solo ladrándole a la luna, como un orate que se cansa de señalar que lo importante no es el dedo acusador, me despido hasta pronto con una decena de recomendaciones.

1.- Para la cúpula del Poder Judicial: La Divina Comedia (Dante Alighieri, c. 1321). El inventor del dolce stil nuovo, exiliado por las mismas rencillas políticas que hoy nos suenan tan familiares, decidió un día cartografiar el Más Allá para colocar en cada círculo del Infierno a sus enemigos y a los pecadores de su tiempo.

Y lo hizo con una fiereza elegante y abrumadora. La obra es un meticuloso catálogo de culpas y castigos, especialmente detallado en lo que respecta a quienes siembran la discordia, pervierten la justicia o sirven a intereses bastardos.

Se olvida en parte de los pecados capitales y se centra más en los pecados morales. Se recomienda su lectura a los miembros del Consejo General del Poder Judicial y a los magistrados de nuestras más altas cortes, no como amenaza, que no soy nadie, sino como útil guía de campo.

Un Vade Mecum para que, mientras navegan las procelosas aguas del lawfare y los pactos de moqueta, puedan al menos identificar el círculo que les correspondería y así no ir del todo a ciegas. También les recomiendo una buena dosis de antiácidos porque tela.

2.- Para el presidente de la GVA Carlos Mazón: Compórtate (Robert Sapolsky, 2017). En este manual de más de mil páginas, un neurobiólogo de Stanford se toma la molestia de explicarnos, con paciencia de santo, por qué los seres humanos hacemos las idioteces que hacemos, desde el tribalismo más cerril hasta el altruismo más inexplicable.

Detalla cómo nuestras reacciones más viscerales, las que confundimos con el carácter, son en realidad un cóctel de hormonas, neurotransmisores y herencia evolutiva. Una lectura recomendada para Mazón, a ver si así entiende la base biológica de su propio ecosistema y sepa entender que si llegan sus victorias, más que ideológicas, son zoológicas.

3.- Para Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, conjuntamente: Ensayo sobre la ceguera (José Saramago, 1995). De repente la gente dejaba de ver, y esa ceguera blanca, lechosa, lo inundaba todo y la civilización, esa fina capa de barniz, se resquebrajaba mostrando la bestia que aguardaba dentro.

Uno piensa en esta fábula y mira el hemiciclo, y ve que la ceguera también está ahí, solo que no es blanca sino del color de cada parte. Selectiva y voluntaria, impide ver un solo argumento, una sola brizna de razón en el adversario, que ya no es adversario sino enemigo.

Se les recomienda a los dos líderes de esta España a oscuras, por si en un descuido, al pasar una página, recordaran que en el libro de Saramago, al final, alguien recuperaba la vista, y que la primera cosa que veía, con insoportable claridad, era la inmensa ruina que habían provocado entre todos.

4.- Para el periodista Antonio García Ferreras: El pintor de batallas (Arturo Pérez-Reverte, 2006). Un fotógrafo de guerra, ya retirado del mundo en una torre junto al mar, se ve confrontado por un fantasma de su pasado: un hombre al que fotografió en medio de una batalla y cuya vida, quizás, quedó arruinada por ese instante eterno.

La novela es una larga y amarga reflexión sobre la mirada, sobre la responsabilidad de quien encuadra la realidad y la convierte en un icono, en una noticia, en un arma. Se la recomiendo vivamente.

Tan dado a narrar la política con la épica de un corresponsal de guerra, cabría pensar en meditar sobre cuántos rostros anónimos han quedado atrapados en sus ‘fotos’, en sus exclusivas y en sus pactómetros. Después de tanto pintar las batallas de otros, ¿no ha acabado él mismo por ser uno de los más feroces combatientes?

5.- Para los barones del bipartidismo: Auge y caída de los dinosaurios (Steve Brusatte, 2018). Este ensayo narra con un brío admirable la historia de cómo unas criaturas formidables llegaron a dominar el planeta durante millones de años, adaptándose, creciendo, diversificándose, sintiéndose invulnerables en la cima de la cadena trófica.

Y cómo después, un suceso imprevisto llegado del cielo los borró del mapa en un abrir y cerrar de ojos geológico. Es una lectura que se prescribe con urgencia a esa generación de líderes territoriales de los dos grandes partidos, esos saurios de la política autonómica, no por afán de ofender, sino como un manual de humildad paleontológica.

Para que recuerden que ningún reinado es eterno y que el meteorito, a menudo, no se ve venir hasta que ya es demasiado tarde. Eso sí, el último de esas dimensiones dejó una costa caribeña de rechupete.

6.- Para la presidenta del Banco Europeo de Inversiones, Nadia Calviño: La pesca del salmón en Yemen (Paul Torday, 2007). La novela es la crónica de un disparate sublime: un jeque yemení, millonario y visionario, se empeña en la empresa de introducir la pesca del salmón en un desierto, obligando a toda la maquinaria burocrática británica a colaborar en un proyecto que desafía la lógica, la biología y el más elemental sentido común.

Se recomienda su lectura detallada a la exministra, ahora que gestiona las grandes inversiones europeas, como el perfecto manual para entender el espíritu de nuestro tiempo. Una parábola sobre cómo los proyectos más absurdos, desde los PERTE hasta los corredores interoceánicos, pueden ponerse en marcha si se cuenta con la narrativa adecuada y, sobre todo, con una cantidad indecente de dinero ajeno.

La fe, al parecer, no solo mueve montañas, también salmones. Y luego, las justificaciones, como el Excel, permiten trócolas enjundiosas.

7.- Para Josep Borrell: El mundo de ayer (Stefan Zweig, 1942). Nadie ha descrito con tanta melancolía y lucidez el fin de una era. Zweig evoca su mundo de la seguridad, la Europa culta, cosmopolita y civilizada de antes de 1914, y narra cómo la vio desintegrarse bajo la marea del nacionalismo, el populismo y la sinrazón.

Un siglo después y vivimos lo mismo, porque como humanidad somos bastante indignos. Es el testamento de un hombre que amaba un ideal y tuvo que presenciar su demolición.

Se lo recomiendo a Borrell porque es un hombre al que admiro, con su templanza y perspectiva, no para que encuentre soluciones, que ya no las hay en ese libro, sino para que tome consuelo.

Para que, mientras contempla el resurgir de las mismas fuerzas tribales en el continente, sepa que no está solo en su triste privilegio de ser el último testigo de un mundo que, una vez más, agoniza. En el caso de nuestra admirada Europa, claro, más si cabe.

8.- Para Santiago Abascal: Ensayos (Michel de Montaigne, 1580). Un noble francés del siglo XVI, harto de las guerras de religión y de las certezas absolutas que llevaban a sus compatriotas a matarse entre sí, decidió retirarse a la biblioteca de su castillo para dedicarse a la más extraña de las actividades: dudar.

Dudar de todo y, sobre todo, de sí mismo. De esa duda nació esta obra monumental, un ejercicio de escepticismo, humanismo y autoconocimiento. Se le receta al líder de Vox como un tratamiento de choque.

Una sola página al día, en ayunas, para ver si el virus de la introspección logra inocularle algo de humildad y prudencia, propias del viejo Montaigne. Aunque es uno consciente de que hay dogmas, sobre todo cuando el pecunio y la vidorra dependen de seguir solazándose al quejido de la minoría ruidosa, que son más inexpugnables que cualquier castillo.

9.- Para el jefe de gabinete de la Comunidad de Madrid, Miguel Ángel Rodríguez: Cristiandad (Peter Heather, 2023). Este libro no es un tratado de fe, sino de poder. Narra con una precisión de cirujano cómo una pequeña secta judía, perseguida y minoritaria, se convirtió en la religión que dominó el Mundo.

Explica las claves de su triunfo: un mensaje potente, una organización jerárquica implacable, la creación de una narrativa de buenos contra malos, y la purga sistemática de la disidencia interna hasta lograr una cohesión absoluta.

Se le sugiere esta lectura al arquitecto en la sombra de la Puerta del Sol, no para que rece, sino como un guiño de reconocimiento profesional. Un tratado de estrategia que quizás le muestre que las técnicas para conquistar el poder, desde los primeros concilios hasta los modernos gabinetes de presidencia, han cambiado menos de lo que parece.

10.- Para Carles Puigdemont: El corazón de las tinieblas (Joseph Conrad, 1902). Un marinero remonta un río sinuoso que se adentra en el corazón de África, un viaje que es a la vez físico y psicológico, una inmersión en lo salvaje que culmina en el encuentro con el legendario y enloquecido Kurtz.

Él, convertido en un dios para los nativos y cuyas últimas palabras son el resumen de su propia odisea: "¡El horror! ¡El horror!". Se le recomienda esta novela corta para una tarde de lectura tranquila en Waterloo no solo porque leer a Conrdad sea un placer, sino como espejo literario en el que quizás pueda reflexionar sobre lo que ocurre cuando uno se aleja tanto río arriba de la civilización y sus reglas, cuando la propia voz se convierte en la única ley y el viaje, que empezó como una huida, termina en un reino de tinieblas autoimpuesto.

Todos estos libros son inteligentes, de una lectura aprovechable y recomendable para amantes de la literatura, pero también para lectores no avezados. Recomiendo incluso la lectura y relectura de algunos como terapia de choque para entender el presente.

O eso, o un verano en Nueva York. Eso sí, mejor el del Gran Combo que el del conejo loco, porque como en la literatura: casi todo lo bueno se escribió hace muchos años.