Todo el mundo sabe lo que significa “fumata blanca” más allá de su significado literal. Cuando hacemos uso de esta frase, se alude a que, en determinada materia objeto de debate, se ha llegado a un acuerdo.
Por si alguien ignoraba de dónde venía el término, la candente actualidad del fallecimiento del Papa Francisco, ayudada por la exitosa película “Cónclave”, ha aclarado cualquier duda. Se trata de la manera en que, desde tiempos ancestrales, se anuncia al mundo que los cardenales reunidos en cónclave han decidido quién será el nuevo Papa.
No obstante, su significado coloquial como resolución de un problema ha llegado hasta la propia Wikipedia, que dice que “en un contexto más amplio, la expresión fumata blanca se usa en español para referirse a la resolución de un problema o la toma de una decisión”.
Lo que llama la atención -o no- es que se sigue haciendo de la misma forma, en sentido literal. Se queman las papeletas y lo que se tenga que quemar para dar el color correspondiente al humo, y es el modo en que se comunica la noticia al mundo.
Y, a pesar del estado actual de la tecnología, se sigue haciendo de la misma forma. Ni rueda de prensa, ni comunicado oficial, ni convocatoria a los medios de ningún tipo. Y visto, lo visto, ni falta que hace.
Lo que tal vez sí que haría falta es aprender algo de los cardenales. Estos se encierran y votan una vez y otra hasta conseguir llegar a un acuerdo. Sí o también. Y acaban haciéndolo, por la cuenta que les trae.
Comentando estas cosas con una amiga, se nos ocurría que para más de un tema se tendría que hacer lo mismo con los políticos, o con los dirigentes mundiales. Hay temas de tanta trascendencia que sería necesario llegar a ese acuerdo, siempre mejor que cualquier controversia.
Más aún cuando la controversia se convierte en enfrentamiento armado, donde mueren cada día personas, o en cuestiones que si no resuelven tienen difícil marcha atrás, como ocurre con el cambio climático.
Así que igual habría que encerrarlos hasta que consiguieran alcanzar un pacto en lugar de continuar con la escalada de enfrentamiento y frentismo en que se ha convertido la política. Porque está claro que así no vamos a ningún sitio.
En cualquiera de los casos, lo que me sigue alucinando es la cantidad de personas que estaban pendientes de la salud del Papa, primero, y de las exequias, después. En un mundo que parece descreído, de repente estas manifestaciones públicas dan que pensar.
Y, puesta a pensar, pensemos en todas las cosas a las que este papa se atrevió a hincar el diente, por controvertidas que resultaran para la religión católica. Temas con un componente religioso como la homosexualidad o el divorcio, de una parte, y temas de enorme trasfondo social como el tratamiento de la inmigración o del cambio climático, por otra. Esperemos que quien le suceda continúe caminando por esta senda y no dé pasos atrás.
Pero para eso, todavía falta la fumata blanca, después de unas cuantas negras, a buen seguro. Mientras llega, demos una repensada a la importancia de llegar a acuerdos en temas en que nos jugamos mucho. Si los cardenales pueden, ¿por qué no el resto del mundo?