
Jazz als barris, 2019. Ayuntamiento de Valencia
Durante años, Valencia fue sinónimo de una ciudad viva. Una ciudad donde cada fin de semana, las plazas y los barrios ofrecían actividad cultural: un concierto, una feria o un evento que convertía la ciudad en un lugar dinámico y atractivo.
Esa energía no surgió por casualidad: fue fruto de un modelo de ciudad que apostaba por la cultura y el ocio en la calle, por devolver los espacios públicos a la gente.
Con la llegada de Joan Ribó a la alcaldía en 2015, Valencia rompió con la tradición de la derecha de blindar las calles a cualquier actividad cultural o de ocio. Se modificaron ordenanzas para facilitar conciertos, rodajes de películas, espectáculos pirotécnicos, mercados y festivales.
La plaza del Ayuntamiento se convirtió en un escenario vibrante donde cada fin de semana pasaba algo. Programas como Cultura als barris o la descentralización de la Fira de Juliol llevaron la cultura más allá del centro, a los barrios, garantizando que todo el mundo tuviera acceso a una oferta cultural variada.
Sin embargo, desde que María José Catalá asumió el gobierno municipal con el PP y Vox, el ocio y la cultura en Valencia han vuelto a apagarse. Lugares emblemáticos como el Centro Cultural del Carmen o la Marina han perdido actividad y calidad. Propuestas como la subsede del IVAM en el Parc Central se han paralizado por desidia.
La plaza del Ayuntamiento, antes un hervidero de vida, está casi siempre vacía. La lengua y la cultura valenciana ha pasado a un segundo plano. Se ponen trabas a la Feria del Libro en valenciano, a las muixerangues, a las bandas de música tradicionales.
Mientras tanto, el dinero que antes se destinaba a apoyar a artistas y músicos locales se redirige a financiar conciertos de Bertín Osborne o la promoción de la tauromaquia, sin apenas público ni impacto real.
Incluso las Fallas, el mayor evento cultural de la ciudad, han sufrido las consecuencias de esta política restrictiva: los conciertos de Fallas, que años atrás llenaban la Alameda con Fangoria o ZOO, han tenido que trasladarse a Torrent por falta de apoyo municipal.
Valencia fue durante años una ciudad donde siempre pasaba algo, donde salir a la calle era sinónimo de encontrarse con música, teatro o espectáculos. Hoy, esa Valencia vibrante parece haber desaparecido.
La cultura no se puede gobernar con restricciones ni censuras. La cultura necesita apoyo, espacios y libertad. Catalá y los suyos no entienden que Valencia vive y late en sus calles y plazas, tienen la ciudad sumida en un invierno perpetuo. Confío en que esta parálisis y este gobierno no duren mucho y Valencia vuelva a ser una ciudad de música y cultura que nunca se resigne al silencio.
Papi Robles es portavoz de Compromís en el Ayuntamiento de Valencia