Aroa Moreno Durán.
'Mañana matarán a Daniel', la novela de Moreno Durán que le pregunta al Estado por la mecánica de la muerte
La novela traslada a los lectores, con un estilo dual, a la España del 75.
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Si cogemos un Delorian y nos marchamos a hace cincuenta años y unos pocos días nos encontraremos en una España bien diferente. Una en la que la libertad era elegida por el poder. La libertad, la vida y la muerte. Y la tortura.
El 27 de septiembre de 1975 en la sierra madrileña, el régimen franquista asesinó con fusilamiento a tres jóvenes. Eso sucedió. Existió. Cambió la vida de todos los que lo vivieron.
Apenas 60 días después, España se sacudía con la muerte del dictador y arrancaba de las fauces del franquismo la facultad del estado de elegir por el pueblo.
Con esa premisa, Aroa Moreno Durán nos trae un libro con mayúsculas. Uno que cabalga entre crónica periodística y novela. Y en ambas narraciones hay tensión narrativa suficiente como para acabar ‘Mañana matarán a Daniel’ de una sentada.
Daniel, el sufrido protagonista, o la víctima, es el eje en el que se apoya la autora para hablar de manera firme y tierna de la dignidad. De no bajar la espada de unos principios que van más allá del miedo a la muerte. La novela es una celebración de la firmeza de carácter.
Y, además, usa el castellano como una muleta mecanicista para aupar la intención. Cuando le pedimos que nos explique por qué ha elegido esa dualidad en la manera de contarlo, Moreno sonríe y afirma: “yo tuve muchas dudas, no desde qué lugar quería poner mi voz para contar esto y si era pertinente hacerlo o no.
La historia no me devolvía un relato coherente y suficiente para que yo solo emprendiera una ficción y que acabara ahí. Y luego me parecía también que la mirada de una mujer que ha nacido y crecido en democracia sobre unos hechos acontecidos solo unos años antes de hombres que mataban, hombres que murieron, que mandaban, me parecía interesante Y quise que el propio ejercicio de escritura también estuviera reflejado”.
Hay profundidad en sus silencios cuando reflexiona. Elige cada palabra, como en el libro. “Afortunadamente, ya hemos superado la dictadura. Bueno, yo creo que sí. Y me gusta, ¿no?
Reconozcamos que estamos mucho mejor de lo que estábamos antes. Y que la transición hizo un trabajo de pacto que trajo una democracia donde sí hay ciertas libertades, Deberían ser libertades plenas, solo que a veces nos fallan. Lo que pasa que precisamente ser de una generación posterior me parece que nos da derecho a cuestionarlo”.
La autora lo cuestiona. Aprovecha la historia para, de un modo nada naíf, plantear preguntas al lector. Preguntas sobre la valentía. La dignidad. El dogma. Convicciones humanas que, a veces, eligen por nosotros desde el vértice de la pirámide.
Y aborda con una convicción en la escala de grises que te invita a coger todos los títulos que ha publicado y leerlos a conciencia. Pero no esconde la crudeza del asesinato. No lo hace porque no puede, por la propia fuerza de la historia, y también porque el modo en que aborda ese acto es desgarrador.
“Eso fue lo más complicado de pensar, Desde dónde lo iba a hacer. De hecho, es el único momento en el que se cruza la novela, la ficción con la otra parte, según los mato en la ficción, en la página siguiente digo por qué lo he hecho. Volver a matarlos, ha sido lo más difícil de escribir.
No quería escribir una hagiografía de estas tres personas en concreto, ni quería condenarlos. Yo quería llegar al claroscuro de toda la historia, al matiz, y por eso he escrito un libro, si no pues me dedicaría a a tuitear, a publicar en Facebook lo que yo pienso de esta gente”
Se abre, más allá de mirar con el ojo de hoy algo que sucedió en una España que no está tan lejos, el debate sobre el ejercicio de poder que tiene el estado para con su pueblo. En una dictadura, obvio, es total.
Aroa se muestra firme: “La pregunta era cómo lo hicieron. Creo que tenemos que preguntarle al Estado cómo lo hizo. Cuál es la mecánica de la muerte para fusilar a tres personas tan jóvenes en los años 70 frente a toda la protesta que hubo”.
El poder, el estado, quien debe velar por las libertades como principal asesino de la divergencia. El matiz es abrumador. Y en ese escenario, Mañana matarán a Daniel introduce de golpe, la dignidad de quien elige que le arrebaten la vida antes que dejarse doblar.
“Cómo no hacerlos dignos. En ese momento el que efectivamente se mantienen en pie, son coherentes con todo lo previo. En ese momento entramos en el debate filosófico de si perdemos la libertad porque entregamos o nos la arrebata el poder”.
La historia, cruda, real y con personajes aún vivos, sostiene la peripecia narrativa. Moreno Durán no solo hace una descripción costumbrista de la España de 1975, hace que pongamos la vara de medir en el contexto propio de ese año. Y todo lo que estaba pasando en nuestro país.
Esa es, quizá, una de las razones de que el libro te sacuda. Que te incrusta en un tiempo de solapas grandes y bigotes amarillos por los Ducados. Y cuando ya estás cómo ahí, entendiendo el contexto, la escritora te zarandea y te deja ver tus propias costuras con una reflexión de la que no se sale indemne.
¿El estado sigue atacándonos? Ella, centrada en la literatura, solo es capaz de decir que ya superamos la dictadura hace mucho tiempo. Y, sin embargo, mañana matarán a Daniel.