Vista del chalet en primera línea de playa que derribó parcialmente su propio dueño para echar al okupa.
Derriba su propio chalet para echar al okupa y alucina con lo que encuentra: "Tenía alarma, nevera doble y teles de plasma"
El delincuente se atrevió a llamar a la Policía para frenar al dueño. "Si quieres seguir en mi casa, vas a tener que dormir sobre los escombros", le dijo.
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La desokupación de un chalet de primera línea de playa en Alcossebre (Castellón) fascinó a los vecinos de Cap i Corb, la zona del municipio en la que se encuentra. El dueño derribó parcialmente su propia casa para echar a quien la okupaba, y alucinó con lo que encontró al acceder.
"Tenía alarma instalada, internet, nevera doble, varias teles de plasma y un enorme sofá chaise longue blanco. Vivía como un rey". El relato lo ofrecen a EL ESPAÑOL residentes del entorno en el que tuvo lugar el abrupto desalojo a principios del presente año 2025.
La propiedad es de un hombre español que la adquirió como destino vacacional en la tranquila localidad castellonense. La compró antes de la pandemia con la intención de hacerle una reforma antes de utilizarla. Pero debió postergarla por contratiempos asociados a la Covid-19.
Entre tanto, sufrió una primera okupación, que no se prolongó demasiado en el tiempo, y una segunda, la del protagonista de este artículo, que resultó desternillante desde el principio.
"El tipo tenía una jeta tremenda. Llegó con un camión de mudanza, con todos sus muebles. Se montó hasta un chill out en la terraza", relatan las fuentes consultadas.
Fue tal el despliegue, a pleno día, que los lugareños pensaron que se trataba, inequívocamente, del nuevo dueño de este singular chalet de terraza poligonal.
Pero no, era un okupa, también español, oriundo del interior de Castellón, que había estudiado bien la situación de propiedad y la asaltó con el mayor de los descaros.
Detalle de la ubicación privilegiada del chalet, en primera línea de la playa de Alcossebre.
Pronto corrió la voz de que quien parecía ser el dueño, era en realidad un individuo con mucho morro que apenas abandonaba la parcela. Era buen conocedor de las lagunas legales que benefician en España a los amigos de la propiedad ajena.
Pese a los lujos con los que vivía, sí recurrió a prácticas habituales de las okupaciones, como engancharse a la luz y hacer uso del agua que sí tenía dada de alta el propietario, a costa del mismo.
Esta última circunstancia fue la que llevó al dueño a descubrir que le habían okupado el chalet. De pronto recibió facturas desorbitadas de agua, fruto de una fuga existente entre la acometida y la vivienda, que no afectaba al suministro de la casa.
Fue entonces cuando el dueño se presentó en el lugar. Acudió, a su pesar, con la intención de negociar con el okupa para agilizar su salida. No obstante, el delincuente permaneció, y solo logró su expulsión gracias a una audaz estrategia que requirió la colaboración vecinal.
Aprovechó una ausencia
Apenas salía del chalet, pero, cuando lo hacía, se marchaba por varios días. Y el dueño, alojado en un hotel cercano, se preparó para actuar con celeridad durante una de las ausencias de su okupa, previo aviso de alguien de la zona con el que mantenía contacto.
El despliegue fue épico. Se presentó en su chalet con su pareja y un par de albañiles, dotados con grandes mazas y un claro propósito: derribar las paredes del chalet y dejar tan solo la estructura.
"Los dos obreros derribaban las paredes de abajo mientras la pareja tiraba todo por la ventana", relatan testigos presenciales del rocambolesco episodio. Quedaron atónitos: un hombre derribaba las paredes de su propia casa para expulsar a su okupa e impedir que volviera a instalarse.
Al dueño le atribuyen una afirmación rotunda durante la destrucción de su propia residencia vacacional: "Si quieres seguir en mi casa, vas a tener que dormir sobre los escombros". En efecto, en el interior del chalet se aprecia cómo los operarios dejaron, de forma intencionada, los desechos de la obra.
Detalle del estado en el que dejaron el chalet tras el derribo de las paredes a mazazos.
Aún restaba, sin embargo, una última prueba del descaro del okupa del chalet de Cap i Corb. Al dueño se le presentó la Policía, que había sido advertida por el delincuente tras saltar la alarma que tenía contratada.
La escena fue surrealista. Los agentes creían haber sido advertidos por el dueño legítimo ante un asalto armado en su propiedad. Pero quedaron perplejos al escuchar la historia del verdadero propietario: "el dueño soy yo, quien les ha llamado es el okupa".
Estupefactos, realizaron las pertinentes comprobaciones para constatar que, efectivamente, quienes allí se encontraban, acompañados de dos obreros que destruían su propia casa, eran unos dueños desesperados por recuperar su inmueble.
Resuelto el entuerto, aprovecharon la llamada recibida por parte del okupa para contactar con él e iniciar un procedimiento de denuncia que, como suele ocurrir, tuvo escaso éxito. Estaba ya lejos de su alcance.
Apenas consiguieron averiguar que se trataba de un hombre español, que se hizo pasar por el dueño cuando contrató los servicios de alarma e internet, y que presumió ante quienes accedieron al chalet que era especialista en artes marciales y que planeaba realizar en el inmueble una suerte de campamento de verano.