Pedro Colorado, un migrante mexicano de 30 años que vivía en Texas, decidió autodeportarse a México por miedo a ser detenido por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE por sus siglas en inglés). Cuatro días después de su llegada a la Ciudad de México fue hallado muerto en el departamento que recién había rentado. Su historia, contada por su familia y amigos a Noticias Telemundo, revela el profundo impacto emocional que sufren los migrantes que regresan a su país tras años viviendo en Estados Unidos.
El miedo que lo llevó a regresar a México
Según su hermana Reyna Colorado, Pedro había vivido con ansiedad y depresión desde la adolescencia, una situación que empeoró con el aumento de redadas y persecuciones migratorias durante la Administración de Donald Trump. Aunque en los últimos meses había logrado mantenerse sobrio y estable, el temor constante a ser arrestado en Texas lo llevó a tomar la decisión de volver voluntariamente a México.
Reyna contó que su hermano fue diagnosticado con depresión en Estados Unidos, pero su condición de inmigrante indocumentado le impidió acceder a un tratamiento adecuado. La familia intentó apoyarlo desde la iglesia y con acompañamiento emocional, pero la enfermedad lo aisló por largos periodos. “Decía que prefería irse solo antes que ser detenido y deportado por ICE”, explicó.
Los primeros días en la Ciudad de México fueron esperanzadores. Pedro grabó un video donde afirmaba sentirse libre al fin, pero esa ilusión se desvaneció rápidamente. Cuatro días después de su llegada, su familia fue notificada de su fallecimiento. De acuerdo con la Fiscalía capitalina, el cuerpo no presentaba signos de violencia y la causa preliminar de muerte fue un infarto pulmonar. Los resultados finales de la autopsia aún no han sido entregados.
Un nuevo comienzo que terminó en tragedia
En México, Pedro fue recibido por Mauricio López, un amigo de la infancia que también se autodeportó durante la primera presidencia de Trump. López, activista de la organización New Comienzos, le ayudó a rentar un pequeño departamento en el mismo edificio donde vivía con su madre, también deportada. Según relató, Pedro parecía entusiasmado por empezar de nuevo, pero en pocos días su ánimo decayó drásticamente.
“Pasó de estar feliz a muy callado, se encerraba en su cuarto y ya no quería salir”, contó López. Su madre recordó que lo notó retraído y con señales de depresión. Intentaron invitarlo a comer y acompañarlo a la iglesia, pero Pedro se negó. Cuando dejó de responder llamadas y mensajes, su amigo decidió entrar al departamento y lo encontró sin vida.
La noticia sacudió a la comunidad migrante en Texas y a los activistas que trabajan con retornados. Carmen Rodríguez, madre de Mauricio, lamentó la falta de apoyo institucional: “El Gobierno no hace nada por los deportados. Muchos jóvenes vuelven con una depresión profunda porque sienten que perdieron todo”.
“Ser extranjero en tu propio país”
La familia de Pedro enfrenta ahora otro drama: la imposibilidad de repatriar su cuerpo a Estados Unidos. Por su estatus migratorio, sus hermanos y su madre no pueden viajar a México para despedirse. Reyna, desde Houston, pidió apoyo a familiares lejanos para reconocer el cuerpo y llevar adelante los trámites ante la Fiscalía, que mantiene la investigación abierta.
“Somos mexicanos, pero cuando volvemos ya no tenemos a nadie, ni siquiera apoyo del Gobierno”, dijo Reyna. Explicó que el costo de trasladar un cuerpo desde México a Estados Unidos puede superar los 20.000 dólares, una cifra inalcanzable para su familia. Aun así, su deseo es repatriar los restos de su hermano y exigir que se esclarezcan las causas de su muerte.
Organizaciones como New Comienzos han advertido que los migrantes deportados y autodeportados enfrentan graves riesgos de salud mental al regresar a México. Según cifras del Instituto Nacional de Migración, desde enero hasta septiembre de 2025 más de 95.000 mexicanos han sido deportados desde Estados Unidos. Sin embargo, los programas de ayuda, como “México te abraza”, no contemplan atención psicológica ni acompañamiento emocional.
“El Gobierno debe entender que la depresión también mata”, afirmó Reyna. “Si existieran redes de apoyo real para quienes vuelven, quizá mi hermano todavía estaría vivo”, concluye.
