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Hace un par de semanas los cielos de Panamá fueron testigos del despliegue de varias aeronaves militares estadounidenses. Concretamente cinco helicópteros –dos Black Hawk y tres Chinook– destinados a insertar comandos integrados por boinas verdes en las selvas de la región o, si procediese, a realizar evacuaciones médicas de urgencia o suministrar apoyo logístico.

En años anteriores semejante exhibición de fuerza no habría generado titulares más allá de la prensa especializada. A fin de cuentas, la presencia de los cinco helicópteros se enmarca dentro de un ejercicio conocido como Panamax Alpha que lleva realizándose anualmente desde comienzos del presente siglo.

Sin embargo, tal y como explica Bernardo de la Fuente en el portal Defensa.com, este año el Panamax Alpha “ha adquirido relevancia estratégica debido al contexto geopolítico regional”. Por “contexto geopolítico regional” el analista se está refiriendo al despliegue militar estadounidense que comenzó a tomar forma el pasado mes de agosto en el Caribe y del que no existen muchos precedentes.

Y es que el citado despliegue militar incluye varios buques de guerra, un buen puñado de aviones de combate, un submarino nuclear y cerca de 5.000 uniformados; muchos de ellos marines. Además, a comienzos de septiembre llevó a cabo su primera acción al reventar una embarcación procedente de Venezuela con 11 personas a bordo.

“Hace unos minutos hemos disparado, literalmente, contra un barco que transportaba drogas, muchas drogas”, explicó el presidente estadounidense, Donald Trump, poco después del incidente durante una rueda de prensa celebrada en la Casa Blanca. “Y hay más de donde vino eso porque tenemos muchísima droga entrando a nuestro país, desde hace mucho tiempo”.

En teoría esa es la razón por la que Estados Unidos ha desplegado tamaña fuerza militar en el Caribe: luchar contra el narcotráfico. Y hacerlo siguiendo la misma estrategia empleada contra el terrorismo islámico tras el ataque contra las Torres Gemelas. O sea: aplicando mano dura y tratamiento marcial. No es por tanto casualidad que Trump se haya referido a los once supuestos narcos como “terroristas”.

Pero… ¿es esa la única razón?

El Cártel de los Soles

Aunque son pocos los analistas que dudan de las capacidades del nuevo despliegue para localizar un mayor número de traficantes de droga y frenarlos, son muchos los que se preguntan si esta es la manera más efectiva de luchar contra un fenómeno como el del narco.

Principalmente porque la droga que más preocupa –y con razón– en Estados Unidos es el mortífero fentanilo, que se sintetiza en México y se traslada al norte por tierra. No por mar. Una parte importante de la cocaína procedente de Sudamérica sí suele transitar por agua, pero no por las rutas que estaría vigilando el despliegue militar norteamericano.

Además: la cocaína realiza parte del viaje a bordo de submarinos no tripulados y otra parte del viaje a bordo de vuelos clandestinos. De modo que, tal y como se preguntaba la revista The Economist en un artículo publicado hace dos semanas, ¿tiene sentido hacer frente a narco-submarinos de elaboración ‘casera’ y avionetas con destructores, cazas de combate y un submarino nuclear?

Los escépticos –quienes creen que la lucha contra el narcotráfico no es la única razón, ni siquiera la principal, detrás del despliegue militar en el Caribe– señalan un hecho reciente para argumentar que, en verdad, lo que busca Trump es amedrentar al mandamás venezolano: Nicolás Maduro.

¿Y cuál es ese hecho? La decisión por parte de la Casa Blanca de definir, el pasado 25 de julio, al Cártel de los Soles como una “organización terrorista”. Aunque son bastantes los expertos que dudan de que exista una organización criminal bien estructurada llamada así, quienes defienden su existencia ubican su epicentro en los altos mandos de las fuerzas armadas venezolanas y, concretamente, en la figura del propio Maduro y de su ministro de Relaciones Interiores: Diosdado Cabello.

En cualquier caso lo más importante –exista o no una organización criminal llamada de tal manera y esté o no liderada por las altas esferas militares de Venezuela– es que el Departamento de Estado considera, desde hace ya algún tiempo, que la información es correcta.

Resumiendo: si la Casa Blanca cree que el Cártel de los Soles es una “organización terrorista” dedicada al narcotráfico y si el Departamento de Estado considera que Maduro, Cabello y varios de sus generales son quienes la lideran… a entender de Trump luchar contra el narcotráfico y luchar contra el mandamás de Venezuela es lo mismo.

O como dice la revista The Economist: “Amenazar a Maduro ahora se enmarca dentro del combate contra las drogas”.

Maduro responde

Lejos de quedarse con los brazos cruzados, el líder venezolano ha respondido a las operaciones estadounidenses en el Caribe organizando un ejercicio militar propio.

Bautizado como Plan Independencia 200, el despliegue venezolano ha movilizado no solo a los componentes militares de sus fuerzas armadas sino también a varios cuerpos combatientes civiles. Una acción enmarcada dentro de lo que Caracas llama “la defensa integral de la nación”.

Según han informado las autoridades venezolanas, estas maniobras contemplan el ensayo de simulacros en buena parte del territorio –desde las costas hasta el interior– poniendo especial énfasis en toda la zona del Caribe. Pretenden ser, en fin, un aviso a quienes planean “intentos de invasión imperialista” motivados por la “campaña sucia” que habría desatado Washington en su contra.

Reacciones internacionales

Las reacciones de los líderes de América Latina y el Caribe han sido, como cabía esperar, bastante diversas.

El secretario de Relaciones Exteriores de México, por ejemplo, recalcó la preferencia del país azteca por una “solución pacífica de los conflictos”. En Ecuador, sin embargo, el presidente Daniel Noboa ha agradecido a Estados Unidos los esfuerzos por “eliminar cualquier amenaza terrorista”.

En términos parecidos se ha manifestado la primera ministra de Trinidad y Tobago, Kamla Persad-Bissessar, quien elogió el ataque contra la embarcación venezolana. Sin embargo, otros miembros de CARICOM —un bloque comercial que representa a quince países caribeños— han expresado su deseo de mantener una comunicación abierta con el gobierno estadounidense para evitar futuras sorpresas.

Por su parte el presidente de Colombia, Gustavo Petro, se ha mostrado bastante crítico con el ataque afirmando que “viola el principio universal de proporcionalidad de la fuerza y resulta en asesinato”. Asimismo, grupos a favor de los derechos humanos han condenado la operación contra la lancha venezolana como una ejecución extrajudicial y han solicitado a la Casa Blanca que proporcione una justificación legal.

Más allá de las Américas uno de los aliados más sólidos de Venezuela, Rusia, criticó lo que calificó como una “presión flagrante” de Estados Unidos sobre el país latinoamericano. Y, como era de esperar, China también ha condenado públicamente el despliegue naval estadounidense en el Caribe al calificarlo de “injerencia de fuerzas externas en los asuntos internos de Venezuela bajo cualquier pretexto”.