El Español
Quincemil
Cultura
|
Conoce Vigo

El tren que quiso unir las 'Movidas' de Vigo y Madrid y que casi acaba con ellas

Un acto de hermanamiento entre las dos ciudades en el año 86, organizado por el alcalde de Vigo Manuel Soto y el presidente de la Comunidad madrileña, Joaquin Leguina, terminó a botellazos en el Pazo Quiñones de León
Joaquín Leguina y Manuel Soto, en el tren Rías Baixas.
LA SEXTA
Joaquín Leguina y Manuel Soto, en el tren Rías Baixas.
Ofrecido por:

Igual que existen dos actos fundacionales que marcan el comienzo de la Movida de Vigo y la de Madrid, como son el primer concierto de Siniestro Total en Salesianos el 27 de diciembre de 1981 y el Concierto homenaje a Canito, el 9 de febrero de 1980, respectivamente, también se puede fechar el momento en el que ambas 'Movidas' comenzaron su declive, en este caso, de manera conjunta. En este caso, hablamos del 20 de septiembre de 1986 como el 'principio del fin'.

Si la Movida surgió como un movimiento juvenil con tintes artísticos lleno de música, moda y transgresión, su evolución se vio marcada por el acercamiento de los políticos a lo que veían una fuente repleta de votos. Tirando del 'donde fueres, haz lo que vieres', es recordada la frase de Enrique Tierno Galván, alcalde de Madrid en los inicios de la década, durante la presentación de un festival de música en el Palacio de los Deportes: "Rockeros, el que no esté colocado, que se coloque, y ¡al loro!".

Tierno Galván falleció el 19 de enero de 1986 y con el objetivo de que la Movida madrileña, de la que él fue impulsor desde las instituciones públicas, no muriese, el PSOE posó su mirada en Vigo, epicentro de la Movida gallega, donde otro alcalde socialista, en este caso Manuel Soto, gobernaba. El objetivo, a priori, realizar un hermanamiento entre ambos movimientos, el del noroeste y el del centro de la península.

Cartel con el que se presentaba el evento. Foto: Archivo de la Frontera

'Madrid se escribe con V de Vigo'

Para ello, se lanzó el lema 'Madrid se escribe con V de Vigo' y se fletó un tren en el que viajaría lo más granado de la Movida capitalina hasta la ciudad viguesa. Una idea que se fraguó en los despachos de los mandatarios socialistas: Joaquín Leguina, como presidente de la Comunidad de Madrid, y Soto, como alcalde de Vigo. Y es que aquel movimiento social y cultural había ido abandonando los bares para convertirse en aquello que The Refrescos, grupo formado en Madrid con Bernardo Vázquez, vigués, como cantante, hacía referencia en su conocida "Aquí no hay playa": la Movida promovida por el ayuntamiento.

El presupuesto para aquel evento fue de 18 millones de pesetas (unos 108.000 euros); un tren, el Rías Baixas, que partía desde la estación de Príncipe Pío a las diez de la noche para llegar a Vigo a primera hora de la mañana y en el que viajarían desde políticos como el propio Leguina, periodistas como Jesús Ordovás, hasta a artistas de la época, como Alaska, Ouka Lele, Los Nikis, Gabinete Caligari, Ana Curra y Fabio MacNamara, entre otros. Un tren, por cierto, que viajaba toda la noche con barra libre de alcohol.

Según cuenta Ordovás, presentador de los icónicos programas 'Esto no es Hawai' y 'Diario Pop' de Radio 3, en el documental 'La Movida Viguesa de los 80. Madrid se escribe con V de Vigo', del realizador vigués Luis Montenegro, pocos fueron los que durmieron en aquel viaje, más atentos a consumir lo gratuito que a pensar en descansar. Así, asegura el periodista, llegaron a Vigo con muchos de ellos 'tambaleándose'.

En la estación esperaba Manuel Soto y una comitiva de recepción, con gaiteros, incluidos. "Un tren cargado de modernos y algunos infiltrados llegó el sábado por la mañana a Vigo", contaba la crónica de Ricardo Cantalapiedra para El País. "Era la expedición Madrid-Vigo, encuentros en la vanguardia, organizada por el Ayuntamiento vigués y la Comunidad de Madrid. En dos días, encuentros, pocos; vanguardia, incierta. Eso sí, muchas copas y mucha algarabía", continua en el párrafo de apertura.

Soto, de traje blanco 'vestido de Adolfo Domínguez', como maestro de ceremonias, trasladó a los visitantes hasta Plaza del Rey, donde el presidente de la Comunidad de Madrid fue el encargado del acto simbólico de cortar la cinta roja que inauguraba una exposición de las bondades del diseño vigués de mediados de los 80.

Leguina y Soto, en la estación de Vigo.

La comida en Quiñones de León

La agenda del evento era amplia para condimentar un fin de semana de lo más completo, de día y de noche. Varias exposiciones, incluidos 116 muñecos colgados en la Plaza de la Constitución, el scalextric y el Concello, el estreno de 'After shave', una opereta de Antón Reixa, un intercambio gastronómico con el cocido como protagonista y un concierto conjunto de Siniestro Total, Los Nikis y Gabinete Caligari e, incluso, un recorrido por los locales de moda de la ciudad, como el Manco, el Ruralex o el Kremlin. Como broche, se colaba un acto a priori sin mayor trascendencia: una comida en el Pazo Quiñones de León, en Castrelos.

Allí acudieron los representantes de una y otra Movida, con el objeto de disfrutar de una mariscada típica gallega. Una palabra que define lo que se vivió es "tensión", según recoge el documental de Montenegro. Y es que el alcohol seguía corriendo con alegría y, a pesar de que el mensaje político que se trasladó era de normalidad absoluta, un personaje se erigió por encima de todos.

Fabio McNamara, una figura íntimamente ligada a la de Pedro Almodóvar y a la Movida madrileña, transgresor y polémico, lanzó una botella que terminó impactando en la cabeza de una chica, una funcionaria madrileña llamada Teresa Lozano Díez, que tuvo que ser trasladada al hospital para darle varios puntos de sutura. Después, la policía municipal hizo acto de presencia para tomar declaración a McNamara. Sobre el momento álgido de la comida, las versiones varían entre una botella, una copa, que Fabio McNamara quería lanzársela al alcalde o, incluso, a una tercera persona. Sea como fuere, un fin de fiesta accidentado y con estampida de todos para una comida de hermanamiento.

Museo Quiñones de León. Foto: Museos de Galicia

Con todo, se prometió que devolverían la visita, pero ese viaje con destino Madrid nunca se realizó. La botella de McNamara se convirtió, de alguna manera, en el epitafio de un movimiento que ya comenzaba a flaquear en apoyos sociales y empezaba a vincularse demasiado con el afán de los políticos por acercarse a las vanguardias que imponían la moda de la época.

El tren regresó a la capital sin el fasto ni los focos de la ida. Como reflexión final, sirva lo que escribió ese lunes siguiente Cantalapiedra en El País: "Si algún observador quiso saber en qué consiste la movida aprovechando el tinglado del hermanamiento Vigo-Madrid, seguramente no se habrá enterado de casi nada. Curiosamente, los protagonistas oficiales se han desmarcado".

"Pero hasta tal punto el término movida crispa a algunos de los que fueron sus santones, que ya ni la mencionan", remataba el párrafo, que casi predecía el final de la Movida en el ámbito nacional, de la que sólo quedó el recuerdo cuando arrancó la nueva década de los noventa.

Cultura