"Señor, es para mí un gran honor brindarle la muerte de este toro. Le deseo toda la suerte del mundo a usted y a España. Y ahora, deséemela usted a mí a ver cómo escapo yo con esto".
De esta manera tan peculiar le brindó Rafael de Paula (Jerez de la Frontera, 1940), con esa gracia que le caracterizaba, al entonces rey Juan Carlos I en la plaza de toros de Las Ventas en la Corrida de la Beneficencia de 1988.
El brindis da muestra de la dimensión del genio gitano del toreo fallecido este domingo, una de las figuras más carismáticas y singulares de la tauromaquia, dentro y fuera de los ruedos, y uno de los mejores capoteros de la historia.
Con su capote, por su pureza, su compás y su manera de mecerlo, embrujaba con sus vueltas azulinas por superstición. De hecho, se le atribuye el calificativo entre aficionados y críticos taurinos de que el suyo es "el mejor capote de todos los tiempos".
Rafael de Paula toreando con el capote.
También una frase que ha pasado a la historia del toreo cuando le preguntaron qué era el arte: "El arte son una bolitas que Dios lanzó y a unos le cayeron en la cabeza y a otros no".
Nacido en Jerez de la Frontera el 11 de febrero de 1940, su nombre siempre ha estado ligado a una vida extravagante, bohemia y con una marcada personalidad, que siempre aplicó en los ruedos y en su día a día con un estilo muy personal.
De origen humilde y perteneciente a la comunidad gitana, su llamada del toreo le llegó en su adolescencia.
Coetáneo de Curro Romero, con quien compartió decenas de tardes, debutó en Ronda en mayo de 1957, donde tomó la alternativa tres años después de manos de Julio Robles, con Antonio Ordóñez como testigo.
Tuvieron que pasar 14 años para que confirmara en Las Ventas. Su confirmación en se dio el 28 de mayo de 1974, con padrino José Luis Galloso y testigo Julio Robles, con toros de la ganadería de José Luis Osborne.
Después fue un torero muy querido en Madrid. En 2006 recibió el homenaje de una afición agradecida por la tauromaquia de un artista tan peculiar.
Desde sus inicios, se caracterizó por un toreo arrebatado muy singular. Su estética, su forma de parar a los toros y embeberlos en las telas marcó un antes y un después en la tauromaquia.
Sus "espantás"
Eso sí, era un torero mucho más artista que de triunfos. Es decir, cuando lo hacía esas tardes eran sonoras, pero lo eran también sus fracasos o sus conocidas "espantás".
Como la de La Monumental de Barcelona en 1975 al negarse al matar un toro o en aquella tarde que tuvo que salir escoltado por la Policía en 1990 de las Ventas por el mismo motivo, o cuando escuchó los tres avisos en sus dos toros la última vez que se vistió de luces en Jerez.
Rafael de Paula saliendo de las Ventas escoltado por la Policía en 1990.
De hecho, su trayectoria estuvo marcada por la irregularidad porque sus cualidades artísticas fluían cuando topaba con una animal cuyo comportamiento le permitía expresarse, pero cuando no, afloraban sus carencias físicas.
Los problemas en sus dos rodillas condicionaron su carrera ya que tuvo que ser operado casi una decena de veces de ambas articulaciones.
Entre sus tardes más importantes figuran la del 17 de mayo de 1979 en Jerez de la Frontera ante el toro "Sedoso" de la ganadería del Marqués de Domecq, en la que cortó dos orejas y rabo; la de 1987 en Madrid y la del 12 de octubre de ese mismo año cuando salió por la Puerta del Príncipe en Sevilla tras lidiar seis toros en solitario.
En los tendidos dejó un reguero de arte, tanto que inspiró a Antonio Gala o a José Bergamín para escribir su “Música callada del toreo”. En ella, se lee: “Rafael de Paula ha sido el primero que le ha llamado en lenguaje taurino al sentimiento del toreo, pensamiento; y pensamiento tan profundo que es canto y cante, que es musical”.
Pero en su vida personal, también algún que otro escándalo. Contrajo matrimonio con Marina Muñoz, hija del torero Carnicerito de Málaga, de la que acabó separándose y tuvo dos hijos.
Ha sido detenido en dos ocasiones. Una hace una década después de que presuntamente amenazara de muerte y tratara de agredir con una azada de campo a un abogado en su despacho.
Y otra en 1995 cuando llegó a ingresar en la cárcel de su localidad natal por un delito de allanamiento de morada, ocurrido en 1985. Dos individuos entraron en el domicilio de un futbolista retirado a quien se había visto con la que era su esposa y lo agredieron.
Permaneció 15 días en el penal de El Puerto y finalmente, diez años después, el Tribunal Supremo confirmaba la sentencia: dos años y 30 días de prisión.
Un torero de leyenda
Aquellos episodios no le impidieron convertirse en un torero de leyenda. El Gobierno le otorgó en 2002 la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes en reconocimiento a su trayectoria.
Cuatro años después volvió a los ruedos, pero como apoderado de José Antonio Morante de la Puebla. Su relación empresarial, un tanto peculiar, no duró ni un año.
Rafael de Paula en una imagen de archivo.
Después sí ha intervenido en diversos actos taurinos. El más sonado cuando fue a recoger la "Llave de Oro del Parador" en 2012.
En su intervención, el matador arremetió contra la organización, incluida la entonces alcaldesa de Ronda, María de la Paz Fernández, presente en el acto.
Tampoco se salvó su hijo, Jesús Soto de Paula, quien escribió el libro, titulado Entre clamores y espantás. El soplo del toreo, y que había presentado momentos antes de la entrega del galardón.
"Así que yo ya estoy en Jerez de la Frontera, donde se comen las papas enteras", dijo Rafael de Paula levantándose de la mesa, apoyándose en su bastón y marchándose con la toalla de manos del hotel en el cuello. Así era Paula, para bien y para mal, genio y figura en estado puro.
