Volvieron las pancartas al 7 pidiendo la dimisión del presidente. ¡Fuera del palco! “Esto es como el Bernabéu, brother”, daba indicaciones en el 2 un cayetano junior. “Quieren echar a la directiva, que lo he leído”. Más o menos. Hubo una pequeña fiesta de la democracia en el sol, esta vez sin policías, cantando y gritando alrededor de las pancartas. Invocaban al 7 que se fue. No se inmutó el presidente en la jornada de reflexión más decisiva para Las Ventas. Igual el año que viene no está en el palco. Ni él ni ninguno.

La corrida de Pedraza de Yeltes fue hipnotizante, arrastrando a la plaza hacia la muerte lenta por aburrimiento. Los toros eran radiadores. A las nueve de la noche, las embestidas habían gaseado con una bondad falsa a la gente, que se desmayaba saliendo por los vomitorios. Una sauna de toros a medias, apagados, finos, colillas frías.

El único momento de estallido fue el inicio de faena de Juan Leal. Fue una actuación extraña, como ver coloreado a un torero de los de antes. El valor por el valor. A ver qué pasa si no pasa el toro. Brindó al público, y tuvo problemas con la montera, que acompañó la faena moviéndose por el ruedo como un agujero negro. Parecía que atraía al matador y al toro, pegados a la gravedad del terciopelo. Se la encontró siempre Leal bajo los pies. Dos veces la tiró de nuevo, soltándola como suelto las fichas en el casino de la Toja. Caía bocarriba. A la tercera, aprovechando un desarme, la puso bocabajo el banderillero. Aplaudieron el gesto, como si hasta el momento la faena hubiera consistido en esquivar los efectos del gafe: llegó la cornada. El toro lo cogió por detrás, taladrando la zonas blandas. El pitón cava túneles de carne.

Con la cornada, doblado de dolor, consiguió teletransportarse hasta la oreja. El inicio fue lo mejor, toreando en redondo de rodillas al único toro con chispa de la tarde. Un muletazo extraordinario, vaciándose por abajo los dos. Después, el esfuerzo tremendo, dos o tres circulares, un arrimón camino del Gólgota y la estocada ilusionaron a la gente. Se fue a la enfermería bebiéndose la oreja, como si lo fuesen a operar sin anestesia. Giró en la raya, y el público caía por la piedra para saludar al ídolo rubio. Gemían los tendidos con Steven. ¡Se llama Steven! ¿Quién decidió ponerle Juan en los carteles? Poca visión empresarial para este matador vestido de guiri arrojado.

Derechazo de Juan Leal al tercero

El resto fue un suplicio. El primer toro de Pedraza de Yeltes tenía en el lomo un tobogán. Crecía desde el culo en una cuesta arriba deprimida por la cabeza. Ese valle no era profundo. No tenía tanto cuello. De frente se veía estrecho, fino, la estampa de un toro viejísimo, que caminaba como si no le importara nada en la vida. Hubo protestas en los tendidos veterinarios. Dudanana sólo tenía el nombre. Octavio Chacón lidia cogiendo el capote muy recto. Plano, abiertos los brazos, correa de transmisión del temple. Un temple como de antes, rocoso, directo, sin pretensiones: no hay discurso, sólo ritmo. Respondió al quite de Javier Cortés —delantales sutiles— por chicuelinas. Ayudó al toro Chacón desde el inicio. Trasteaba el viento la muleta, abriendo la gatera. Dudanana no hizo amago de aprovecharlo. Lo ayudó en su altura hasta que cerró. Se dio vacaciones. Las embestidas suavonas se gastaron.

Chacón trató de abrirle un butrón a las intenciones del cuarto, arrastrándolo por la plaza. Iba dormido el toro, a su altura. No había nada de valor dentro. Al contrario, quizá más problemas de los que aparentaba, cuando se quedaba debajo o sorprendía a Chacón colocándose. Las tetas de una tal Jimena eran trending-topic en el tendido. “Si están operadas no es algo ocultable”. Asentimos todos. A la segunda, entró la espada. El toro mordió el polvo bajo el estribo.

Y el sexto era un tío, tan castaño, también fino, como si pudiera asomarse por una cerradura, con la seriedad recubriendo esas hechuras mentirosas como purpurina. Brillaba el miedo. Las puntas eran rubíes negros. Toreó Chacón con la montera. Narcotizados, otra embestida a medias confirmó la sobredosis.



Tampoco gustó el segundo toro hasta que empujó en el caballo. La puya derrapó por el lomo colorado, abriendo una veta de sangre nueva. El perfil descubría a un toro escurrido, de los que prefieren no cenar. Salió a por el caballo traccionando, poniendo sobre el ruedo las buenas intenciones como los manteros de la Gran Vía. Era todo falso. Parecía insinuarse a Juan Leal (a Steven), andurreándole el lance marcando las caderas. Fue difícil reunirse con él en banderillas. El toro se hacía el interesante en la muleta de Javier Cortés. Obedecía a los toques de forma escandalosa pero cuando había que tirar del cuerpo se paraba, ensimismado. ¿Qué pretendía? Había una aristocracia muerta en esa forma de interpretar la embestida. Al natural fue evidente. No le daba la gana embestir. Tiró de él en una serie muy compuestita Cortés. El viento arruinó la siguiente. La excusa definitiva para el bichejo, que vio en todas las dudas la oportunidad de sumar la suya. Gastó las baterías cuando sintió el frío acero, lanzándose contra los hombres impulsado por el ímpetu que había racaneado. A Cortés se le hizo un mundo irse detrás de la espada.



Fue otra vez un muro para Cortés el quinto, encasquilladas las balas. Parece espeso el matador, como si las tardes acumuladas en esta plaza lo lastraran. En un pase de pecho, el torazo de Pedraza de Yeltes lo derribó. Le dio con los cuartos traseros. Un golpe de buey que tiró al torero por la arena. Se hizo pequeño el matador cuando planeaba antes de rozar el suelo. Lo buscó sin muchas ganas el toro: un pitonazo sobrevoló la axila. La faena se quedó a medias, ninguno de los dos se impuso. El toro por pura pereza.











FICHA DEL FESTEJO



Monumental de las Ventas. Sábado, 25 de mayo de 2019. Duodécima de feria. Tres cuartos de entrada. Toros de Pedraza de Yeltes, parado el noble 1º, 2º sin entrega, a menos el 3º, 4º no decía nada, 5º se aburrió, 6º soso.





Octavio Chacón, de verde esmeralda y oro. Pinchazo y espadazo suelto algo trasero y caído (silencio). En el cuarto, pinchazo y estocada arriba (silencio). En el sexto, metisaca en los bajos y espadazo caído (silencio).



Juan Leal, de hueso y oro. Espadazo entero en el único que mató (oreja).



Javier Cortés, de blanco y oro. Pinchazo hondo, pinchazo caído, pinchazo y estocada baja. Aviso (silencio). En el quinto, espadazo en el número, tres pinchazos y estocada caída (silencio).

PARTE MÉDICO

Juan Leal: Herida por asta de toro en región perianal con una trayectoria de 25 centímetros hacia arriba, que contusiona el sacro-coxis, con posible fractura del mismo y con orificio de salida en región glútea superior izquierda. Exploración recto anal sin evidencia de lesión. Es intervenido bajo anestesia general en la enfermería de la plaza de toros. Pasa la clínica de la Fraternidad Muprespa Habana. Pronóstico grave que le impide continuar la lidia.