El día que la nueva ministra Teresa Ribera tonteó con el electorado del Pacma, miré a mi izquierda en el palco y en el balconcillo, haciendo gestos de Ultra Sur, Toñín el torero intentaba saludar a algún colega sentado en la otra punta de la plaza. Es normal ser un poco pesimista. Este es el espectáculo de todos pero siempre está la misma clase de tipos.

Pepe Moral le dio un pico a la Puerta Grande de Madrid. Un beso robado justo cuando se esfumaba tirada del brazo por las amigas. Se mojó los labios con el rugido de una plaza adicta a las embestidas con la personalidad de Albaserrada. A la vez que el sol, apareció el quinto, por fin un toro que buscaba los vuelos por abajo, que es doble luminosidad. Chaparrito tenía contadas sus embestidas de lujo. Derrapó en el tercio de varas. Levantó arena con las patas lejos del caballo. Era hondo, abierto de pitones, la expresión vieja de los cinqueños poderosos. La puya se fue baja y rectificó ligero el picador. Sangraba otra herida corrida como un defecto de fabricación si fuese un toro de Westworld. Un chorreón de sangre salpicó al capote del lidiador, la pasta dibujó una circunferencia perfecta. Juan Sierra sintió las puntas tanteando los muslos. Salvó el par y a sí mismo, y la ovación fue de película. Ni se miró.

Moral es un torero alto. Con la montera calada –parece un baobab– tomó los medios y brindó al público. Hubo dos embestidas buenísimas por la derecha, echando el hocico por delante Chaparrito. Lo había hecho en el capote. El cambio de mano tuvo tempo para poner en hora un reloj. En esos instantes la vida se divide en frames. La importancia del toro sumaba. Pepe Moral toreó despacio en tandas cortas. Le costaba ir al adolfo, pero arrancaba con la gasolina de la entrega. Madrid rugía con los vuelcos de la cara. Al natural cogió entidad la faena. Se podía palpar. Sin espacios, a Chaparrito le costaba desplegarse. Un runrún alimentaba los tendidos acariciados por la primavera. Las dos últimas series, alternando las manos, alejaron el presentimiento de Puerta Grande. No hubo el arrebato de antes. El final fue un calco de la faena, copiada en un microclima propio: dos doblones rematadísimos y ya. La buena estocada a la segunda sacó los pañuelos del fondo de abrigos y paraguas. Será el trofeo menos discutido con razón. Pidieron la vuelta al toro, para mí exagerada por que no cuento el cambalache de Asturdero.

El ruedo no estaba en las mejores condiciones a pesar de dormir cubierto por la lona. El mecanismo del plástico parece fácil a simple vista, pero debe tener un diseño de ingeniería tremendo, mecanismos extraterrestres o algo complicadísimo, un secreto que sólo entienden los hombres de Juan Cubero. Andrea Levy observaba los humedales con expectación. Igual que mira a Albiol.

La tarde de la alternativa de Ángel Sánchez pasó a ser inhóspita tras la cornada a El Cid, que lo esperaba en un esquinazo. Sin recorrido, el toro encontró el muslo que buscaba. Le tiró otro pitonazo para levantarlo del suelo. Muy blanco, se derrumbó en manos de su cuadrilla que lo trasladó a la enfermería.

Cornada a El Cid Plaza 1

Antes, el nuevo matador tuvo un susto con el capote. Mentiroso arrancó con las luces de emergencia puestas. Hubo pocos tirones. El toro tenía media arrancada, sin demasiado poder y el celo perdido. Los toques suaves al natural se convertían en muletazos grandes que no tuvieron continuidad en más series. Fue lo mejor de su tarde. El cuarto salió roto interiormente del caballo. La depresión lo llevó a las tablas a preguntarse los porqués de la existencia. Sin tiempo para filosofías, empujó con saña. Embestía con todo, destruyendo cualquier intento: por dentro, gazapeo, un arreón al palillo. El sexto fue una prenda. Los naturales de buen trazo no tuvieron eco con el ambiente cargado de ginebra.

Pepe Moral mató al que hirió a El Cid casi de noche. Había más claridad cuando salió de la plaza ovacionado dos horas después. Los recuerdos anteriores plasmaban una calamidad de frío, lluvia y viento. Al menos acabó por arriba con la insolencia de aquel adolfo cornipaso.







FICHA DEL FESTEJO



Monumental de las Ventas. Viernes, 8 de junio de 2018. Trigésima segunda de feria. Casi lleno (20431 espectadores). Toros de Adolfo Martín, 1º sin celo, sin recorrido el 2º, descastado el 3º, 4º con poder y orientado, importante el 5º y 6º se quedaba debajo.

El Cid, de tabaco y oro. No pudo matar al segundo.

Pepe Moral, de tabaco y oro. En el segundo, pinchazo y estocada casi entera caída. En el tercero, espadazo trasero (silencio). En el quinto, pinchazo hondo y buena estocada (oreja).

Ángel Sánchez, de marfil y oro. En el de la alternativa, un intento fallido y estocada que se escupía. Tres descabellos (ovación). En el cuarto, pinchazo hondo. Siete descabellos (silencio). En el sexto, pinchazo hondo arriba (silencio).

PARTE MÉDICO

El Cid sufre una herida por asta de toro en el tercio medio de la cara interna del muslo derecho, con una trayectoria de 20 centímetros que produce destrozos en el aductor y vasto interno. Pronóstico grave que le impide continuar la lidia.